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lunes, 8 de febrero de 2016

Perdóname

https://www.facebook.com/marcelocrivella/videos/952484958108088/

-Muy clarificador, verdad?. Ahora bien, ¿es suficiente este video para que la violencia adulta en presencia de niños se detenga? Está comprobado que no.
-Dios mío, ¿qué hace falta entonces para que dejemos de seguir contaminando, sin darnos cuenta, a las futuras generaciones de nuestras neurosis? Es obvio que para construir un mundo mejor debemos mirarnos en el espejo, como decía Michael Jackson...
-Tu mismo acabas de ofrecer claves. Has dicho 'sin darnos cuenta'. Esa es la confesión principal...En realidad no es que no te des cuenta sino que en el momento en que el episodio tiene lugar, literalmente...no te importan las consecuencias que pueda tener. Es tal la presión a la que te sientes a veces sometido que ya podrías estar en un escenario ante 1000 niños que no dudarías en volver a asustarlos si 'te tocan los cojones'. Por eso tantos profesores se dan de baja psicológica.
Te supera. Reconocer que hay facetas de tu personalidad que no controlas es honesto. Para que esas escenas no sigan impactando en nuestros hijos/alumnos/súbditos (que es de lo que se trata) aquellos fieles que nos aman hasta el extremo de idolatrarnos, conviene reconocer que esas reacciones violentas que se nos escapan son LEGÍTIMAS. Esto quiere decir que tienen un motivo de ser. No son 'caprichosas'.
-Vaya me empiezo a sentir más aliviado con tu comprensión.
-Es que no te comportas violentamente porque no tengas otra cosa mejor que hacer. Esas reacciones están arraigadas, no en causas presentes, sino en unas muy profundas, en un estrés cronificado. Este estrés brota en episodios violentos, más o menos 'salvajes', cada vez que algo 'provoca' ese enfado profundo censurado por lo general en las mazmorras de la mente: el subconsciente.
-Las causas que provoquen esa reacción ¿es importante analizarlas?
-Dios mío, de entrada, en absoluto. Decía el anarquista Henry D. Thoureau: "Nunca mires atrás, a tu pasado, a menos que te hayas propuesto firmemente ir allí a rescatar algo que olvidaste". Eso solo está al alcance de osados maestros. Para ti es suficiente/esencial con que te des cuenta/tomes consciencia de que tu no 'eres' esa versión violenta de ti mismo. Apelar a la verdad Rousseauniana de que todos somos buenos en esencia. La violencia es un 'monstruo', tu invisible prisión.
-¿Qué puedo hacer para dejar de ser esclavo de ese monstruo que, he de reconocerlo, tanto me avergüenza?
- Para detener el germen de la autodestrucción, la emponzoñante culpabilidad, es esencial atacar la base de tu defensa numantina: el orgullo. ¿Y qué es lo que más podría socavar tu orgullo? Pedir perdón por tu reacción violenta a quienes has lesionado:
1. Ponerte en la piel de aquél/aquella que ha padecido tu episodio de violencia incontenida. Decir 'lo siento', no es la panacea, pero si lo repites hasta que te aturda oirte te ayudará a desbloquear el tapón de orgullo, y a sentir, por empatía, lo que 'el otro' ha padecido por tu 'causa' (ojo, no culpa).
2. Solicitar que te disculpe: 'Perdóname', 'no sabía lo que hacía. Mi violencia (legítima) no va dirigida contra ti. Yo te escogí/acepté (pareja, hijo, etc.) en mi camino'.
3. Agradecer en cuanto seas perdonado: 'gracias'
4. Reparar la ofensa, si ello es posible y manifestar lo que se ocultaba debajo de tu orgullo: 'te amo'
-Gracias ¿Es esto suficiente para detener la violencia?
-Si se ejercita metódicamente y con perseverancia debe conducir a un 'despertar' respecto a muchas cosas a las que no hallabas respuesta.
Para aquellos que se vean incapaces de poner esto en práctica la solución pasa porque seas tu quien los perdones cuando seas agredido por ellos. Ellos no te pedirán perdón. Pero tu perdón por adelantado los desconcertará. Y si reciben ese desconcertante impacto varias veces, acabarán flaqueando su orgullosos argumentos...estarán más cerca de reconocer el dolor que te causaron y pedirte perdón a ti. Ese es el verdadero sentido de 'quien da primero, da dos veces'.
-Oh, vaya...¿Y si se trata de autolesión?
-Buena pregunta. Entonces sigues esos pasos dirigiéndote a "tu" niño/a interno. cada vez que agredes verbal (por acción u omisión) o físicamente a un inocente (todos lo somos) estás agrediendo tu propia dignidad. Por eso tanta gente afirma estar 'indignada'.
-¿Por qué gastas tu tiempo publicando estos consejos? Seguro que tienes urgencias acuciantes como todos (ganarte el pan, pagar facturas, etc.)
-Gracias por tu consideración. En efecto, tengo esas urgencias, igual que tu. Pero una fuerza mayor me empuja. Lo hago por amor a ti.

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