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lunes, 8 de febrero de 2016

Consciencia, madre del conocimiento

Es curioso, pero sucede matemáticamente: cuando aquello que tanto deseabas te robaba el sueño, consumiendo tu energía, deja de interesarte (y eso tarde o temprano acaba sucediendo), entonces va y llega. Por el contrario, cuando lo que tanto temías -y tantas pesadillas te generaba- deja de asustarte, se aleja. Es como los perros, están programados para morder a quien se asusta de ellos. Huelen el miedo. Quien no quiera aceptar que todo lo que le sucede está fundamentado en el magnetismo que ejerce sobre ello, está destinado a la frustración.
-Sí, las obsesiones son la fuente de la desgracia, está comprobado. Nadie quiere, por ejemplo, estar cerca de quien, lejos de amarte, te necesita. Y para eso también los humanos, igual que los perros, tenemos el olfato bien desarrollado.
-Pero entonces ¿qué es lo que nos empuja a obsesionarnos, a apegarnos a ilusiones y esperanzas y miedos infundados, a comportarnos de modo desintegrado, a prostituirnos?
-Las obsesiones están arraigadas en necesidades no satisfechas durante la ventana de tiempo en que, en condiciones normales, deberían haber sido satisfechas (el contacto físico entre madre e hijo, sus palabras de aliento, la dedicación, aprobación y valoración de papá. Si eso no fue satisfecho entonces, quedará pendiente de satisfacerse. Se convertirá en obsesión obtener esa satisfacción y buscaremos en quien no corresponde (tu esposa no es tu madre, tu marido no es tu padre) al proveedor de esa satisfacción pendiente.
La Consciencia (el conocimiento) pasa por el abandono de la ignorancia. Y la ignorancia se supera, lamentablemente por las malas, cuando el dolor que ocasiona la insatisfacción alcanza el umbral de lo insoportable sin que nos hayamos lanzado por la ventana. Para bien o para mal, en este mundo el lema es: No pain, no gain. Resiste, la vida es un regalo.

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