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viernes, 13 de abril de 2012

Lo nuestro es pasar...



Un testimonio impactante, sin duda. Los sistemas monetarios han ido y venido a lo largo de la historia. Y es cierto que todo ha sucedido por designio de una élite minoritaria, aquella a la que denuncia el Dr Rath en este revolucionario discurso; una élite que se ha guardado muy bien de permanecer en la sombra, manejando los hilos de las marionetas públicas infladas por egos necesitados de protagonismo. Este discurso 'desde el corazón' deja claro que la alfombra bajo la que se barrían muchas impunidades corporativas está siendo sacudida.
Ha habido voces en el pasado que han clamado en el cielo ante injusticias corporativas. Muchos apelaron a discursos revolucionarios, todos llenos de 'razón'. Sin embargo, lo único cierto que queda tras siglos perpetuando el enfrentamiento y buscando infructuosamente justicia estable es que el juicio es el caldo de cultivo del conflicto.
Más allá de todo el sufrimiento, más allá de toda la incomprensión ante un mundo que llamamos real pero al que no se puede calificar sino de caótico y sinsentido, cuya única fuente de alimentación ha sido la contienda, ya sea dialéctica o física, existe un lugar y un tiempo donde los días nunca se nublan ni la noche desciende sobre él. Tenemos consciencia grabada en nuestro ADN acerca de nuestra perdurabilidad, más allá de esta experiencia en esta dimensión física, no solo como especie sino como consciencias individuales.
Por regla general, los occidentales somos errantes almas en pena tratando de hallar redención, buscando algo que nos redima de todos los errores cometidos. Errores que objetivamente han tenido consecuencias dolorosas a otros semejantes. Buscamos a alguien que nos exonere de nuestra propia condenación por haber sudo malos hijos, malos padres, de la culpa que arrastramos desde la tradición judeocristiana de la que somos inevitablemente herederos. Buscamos alguien que comprenda los motivos de nuestro enfado e irritación. Un hombro sobre el que poder llorar nuestro dolor, un testigo de nuestro sufrimiento, y acabar así con la penitencia que nos imponemos. No pedimos nada más. Generalmente hallamos ese hombro en la figura de una pareja, alguien que llene ese vacío que necesitamos colmar, que nos ame todo lo que no fuimos amados. Es una pulsión vital. Esa persona suele acabar indefectiblemente convirtiéndose, tras muchas decepciones, en el chivo expiatorio, en el cabeza de turco donde vomitar todo nuestro resentimiento. Esta decepcionante insatisfacción es lo que ha conducido a caer en una espiral pseudo-liberadora de pecado-penitencia bajo la atenta mirada de las élites religiosas que manipulan (estimulan y condenan) el flujo emocional de sus 'corderos' reprimido desde la infancia.

Soltar el pasado es todo lo que pedimos para poder empezar a dar. Porque todos conocemos nuestro ingente caudal de generosidad y sabemos que por él pasa la sanación del mundo. Todos fuimos niños llenos de amor. ¿Te acuerdas? Hubo un tiempo en que nada tenía un precio. No había límites ni fronteras. Había tiempo para todo porque no existía el tiempo. Todo empezaba al salir el sol y terminaba con la noche. Simplemente dabas y recibías. Ni te lo planteabas. Probablemente ese tiempo fue demasiado corto, incluso para los que afirman haber disfrutado de una infancia 'feliz'. Otros ni siquiera recuerdan haber vivido eso, demasiado preocupados en tratar de procurarse su propia supervivencia.

Y sin embargo todo cambia cuando alguien te sonríe. Tu día parece más reluciente cuando alguien te dice unas palabras bonitas...'te quiero', '¿has dormido bien?', 'me alegro de verte', 'te echaré de menos', 'he pensado en ti', 'buenos días'...'deja que te ayude'...
Todos tenemos el poder para hacer el hoy más llevadero a un semejante. Tenemos constantes oportunidades. Y más cerca de lo que imaginamos...El rencor, disfrazado de desconfianza, es el único obstáculo.Y es que existe un ilocalizable foco de ansiedad que nos atenaza. Una 'olla a presión' permanentemente a punto de estallar (incluso en las situaciones aparentemente más relajadas). Y esa olla indefectiblemente está vinculada al recuerdo de las vivencias experimentadas en al nucleo más intimo: la familia. Todos nuestros actos están influidos por activa o pasiva en función del impacto recibido en ese entorno. Basta que alguien nos diga algo inconveniente (un gobernante decretando una subida de impuestos, un amigo no invitándonos a una fiesta que ha organizado,...) para colmar y hacer rebosar el vaso, para meter sal en la herida abierta de los sentimientos. Los Los sentimientos heridos, que nos vimos obligados a contener y reprimir para amoldarnos a las condiciones (expectativas, neurosis, necesidades, etc.) particulares de los miembros de nuestra familia, no son sino esa parte de nosotros que tanto escondemos por temor a ser ridiculizados, manipulados, agredidos...por miedo al dolor. Tenemos heridas abiertas que nos impiden sonreir a la vida. Heridas que precisan ser suturadas (cerradas, aceptadas...). Por eso funcionamos en modo 'defensivo'.

La buena noticia es que esa olla a presión llena de resentimiento se puede liberar 'sin salpicar'. No se trata de condenar ni de incriminar a los padres o a los gobiernos/instituciones, como muchos desde el patriarcado temen. Tan solo consiste en hallar el contexto íntimo adecuado para liberar a la fiera encadenada y autodestructiva que nos consume, tapada por la máscara del orgullo que mostramos en sociedad. La fortaleza que tanto nos han alentado ("los niños no lloran, pórtate bien y mamá/papá te querrá,…") es nuestro más frágil baularte y un salvoconducto seguro a la muerte. La crítica coyuntura está poniéndonos contra las cuerdas y con ello los agentes del caos (bancos, corporaciones...) mágicamente están asumiendo e interpretando ese desagradable papel que a todos nos empuja a una situación límite tras la que se encuentra la liberación. Todo está perfectamente ideado para que esa sobrecarga lesiva que contenemos sea liberada en todo aquél que acumule represión. Cuanto más insostenible parece ser la situación, más cerca estamos de la libertad, de la verdadera liberación de cualquier yugo.


La paciencia, el autocontrol, es una actitud de sabiduría solo alcanzable en la misma medida que las emociones han sido liberadas. Y ¿qué son las emociones, sino el natural estallido de incomprensión ante el inasumible derrumbe de estructuras? ¿Y cuándo fue inasumible sino en la infancia? Comprender que este es un momento glorioso de la historia solo puede ser asumido desde la actitud del Buda. Los orientales siempre lo han tenido muy claro. Las artes marciales les han servido de canal de saludable liberación de su olla a presión. La adrenalina que inevitablemente todas las criaturas acumulamos como consecuencia de nuestra interacción en este mundo, pide una vía de escape. Es responsabilidad de cada uno conectar con ese grifo de represión y liberarlo sin involucrar a nadie en el presente.
Es tu mente lo que está en juego. Tu grado de control emocional ante los titulares de los medios de comunicación y tu capacidad de discernimiento ante las mentiras o la ocultación de la verdad determinará tu estado de ánimo y tu posición ante los eventos que globalmente se están desencadenando. Recuerda que la historia está escrita –por tu bien, dicen– con mentiras y represión. Todo esto tiene más que ver contigo de lo que imaginas...
Todo pasará,…salvo el resentimiento.



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