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miércoles, 7 de marzo de 2012

Sacar la basura

Nos está pasando a todos. El momento en que dejase de tener sentido todo aquello a lo que tu, yo y nuestros ancestros le habíamos dado un sentido. En realidad nunca comprendimos nada, porque todo era incomprensible. Sistemas económicos que colapsan bajo el peso de la voracidad con que han sido implementados, comunidad científica ermética y endiosada en sus inamovibles postulados, sistemas educativos de una rigidez pseudo-carcelaria, gobiernos y monarquías desconectados de las verdaderas necesidades de libertad de sus ciudadanos y súbditos, cúpulas eclesiásticas desfasadas de la realidad aperturista que clama al cielo, padres abusando de sus hijos física o mentalmente, o ignorándolos por completo...

Personalmente crecí en una familia en la que se respiraba un aroma de resentimiento. En la tuya pasaba lo mismo. Lo sé. Había ciertos miembros contra los que se abrigaba un resentimiento oscuro por que se decía que habían hecho cosas muy feas. Personas que habían provocado disgustos que llevaban enquistados en el árbol genealógico durante tres generaciones que yo recuerde. Y era necesario para mantener el sistema apuntalado, que todo tuviera una explicación. Los 'malos' eran los que siempre fastidiaban, y los buenos, los que siempre hacían 'el bien' a los demás, los que siempre miraban por los demás, los que anteponían el beneficio ajeno al propio. Curiosamente la gente etiquetada de 'buena' era la que siempre estaba enferma o la que se moría antes, comúnmente de algún tipo de cáncer. Los 'malvados', los egoístas, aquellos que hacían 'cosas malas' eran los que parecían inmunes a los virus, los que nunca se ponían enfermos. Un tío mio hizo un desfalco en una empresa de mi abuelo. Robó, decían, a su padre y se fue a otro país. Curiosamente era el 'elegido', el ojito derecho de su madre, el que debía tomar las riendas de la enpresa familiar. El resentimiento ha ido devorando al resto de la familia. Sin embargo él está ahí, después de ochenta y cinco años sobre la tierra. Que le quiten lo bailado...

Todos sabemos que el rencor es perjudicial para la salud. Ya no hace falta que venga ningún chamán para contárnoslo. Te gustaría sacarte el rencor de encima. Quisieras ser capaz de amar desinteresadamente. Quisieras ser libre de ser tu mismo, de hacer lo que te plazca con tu vida. Sueñas con realizar tu sueño. Rebeca lo intentó, paraticipó incluso en proyectos sin ánimo de lucro, llegando a convencerse de que desapegarte del dinero era lo que le daria la felicidad. Vivió una infancia colmada de riquezas materiales pero lo esencial, el alimento para su alma, faltó.

Los hay que deciden vivir en la miseria. No solo la económica sino la moral, aferrados a su dignidad de honrada pobreza. Son los que van despotricando contra los ricos, contra los bancos, contra todos los que tengan lo que uno no tiene, sin pararse a pensar que quizá estén inconscientemente atribuyendo al dinero el origen de sus males, cuando quizá en realidad la energía pecuniaria esté pagando otros platos rotos...

Quizá sea cierto aquello de que el dinero no da la felicidad, pues los ricos tambien sufren...Puede que te sientas tentado de ridiculizar esta frase, pero lo cierto es que todos arrastramos una cruz, que tiene el potencial de convertirse en el mástil desde la que perdonar todas las afrentas y también desde el que ondear la bandera de la libertad.

El perdón, esa palabra tan recurrida pero que tan poco comprendemos. Perdonarnos a nosotros mismos por el resentimiento que hemos acumulado y que solo a nosotros ha dañado precisa de una honesta y sentida revisión de daños en nuestra verdadera sala de máquinas, nuestro cuerpo emocional. Exculparnos de todas las culpas, liberarnos de todas las etiquetas que nos han asignado ("eso es culpa tuya, fue culpa tuya, tu tienes la culpa...") y disculpar a todos los que hemos acusado en nuestra ignorancia, convirtiéndoles en chivos expiatorios de nuestro bagaje emocional reprimido. Algo que solo puedes hacer por ti mismo. Si sigues esperando que quien te hirió se disculpe, estás esperando en vano. Aunque lo hiciera, seguiría siendo responsabilidad tuya liberarte de la culpa con la que has cargado. Quien te hizo sentir como una mierda puede llegar a pedirte disculpas, pero solo perdonarle te liberará a ti. Porque una vez que dejas de considerarte culpable, automáticamente dejas de cargarle a alguien con el mochuelo. Inmediatamente aflora una energía sanadora. La responsabilidad: Hoy es el primer día del resto de mi vida. Hoy puedes hacer borrón y cuenta nueva. Todo lo pasado, una vez reconocido, sentido, aceptado y perdonado, puede ser soltado, como esa bola de hierro con la que iconográficamente asociamos a los presidiarios. Una vida libre. Todo a tu alrededor está siendo derribado. Todo lo que creías que duraría para siempre se desvanece, para dar paso a la realidad de tu eterna naturaleza. Es lo que eres lo que es eterno, no lo que haces o tienes.

Una gran fiesta está esperándonos a todos. Todo irá bien. Simplemente saca a la luz la basura que te viste obligad@ a acumular y deja que la energía sanadora del fuego purificador transmute el resentimiento en amor. No estás sol@. Nunca lo has estado.

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