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lunes, 12 de marzo de 2012

Aceptar el dolor (I)

Si lo meditas bien, este mundo es bastante absurdo. Hasta demente. La decepción lo impregna todo. Gente defraudada con sus vidas, mirando permanentemente con nostalgia a épocas pasadas, en las que todo estaba por hacer, en que el término 'fracaso' no figuraba en nuestro diccionario. Todo era posible. Y sin embargo, los sueños parecieron esfumarse...

Donde quiera que vayas encuentras conversaciones en las que o bien algo está siendo puesto en tela de juicio y reclamado, o bien alguien se está vanagloriando de alguna gesta. En ambos casos se trata de inflar el ego, de obtener la atención del entorno. «yo soy tal (profesión) yo hago tal cosa, mi familia es de tal sitio, en mi familia lo hacemos así, no deberías hacer esto, yo, yo, yo...».

Cuando la exposición personal es patente y recurrente nos hallamos inequívocamente frente a un mundo lleno a rebosar de expectativas no satisfechas. Tenemos expectativas de hallar un contexto, una situación, donde expresar y dar rienda suelta a nuestros SENTIMIENTOS. Sabes muy bien lo que son los sentimientos...De no ser manifestados, éstos, reprimidos, acaban acumulándose en la olla a presión de la parte inconsciente de la mente. Y ya sabemos que las ollas que cocinan (piensan) rápido necesitan ser liberadas de las presión que acumulan. Si la conexión con la verdadera libertad no sucede, la presión se transmuta en un concierto inacabable de reproches.

Dije 'la parte' de la mente, luego...la mente está 'partida'. Si te dejas llevar por este razonamiento, conectarás con la entrada de la cueva, la fuente de todos los conflictos, la escisión operada en tu mente.

-¿En mi mente?

- Sí, en tu mente. Es éste un mundo colmado hasta los bordes de necesidades no saciadas. Un mundo de egos narcisistas, incapaces de ofrecer nada desinteresadamente, tan ocupados como están tratando de otorgarse valor en la hoguera de vanidades de este mundo. Un mundo donde los 'Edipos' y las 'Electras' no consiguen superar el estadio de la necesidad afectiva primigenia, no logran ser sublimados, es decir trascendidos. Sí, ya sé que estás cansad@ de oir hablar de traumas de infancia...Sabes que no todo fue 'bien' en tu infancia, pero has decidido 'pasar página'. Y no creas que no te doy la razón. El progreso pide soltar...Avanzar implica dejar atrás. La cuestión es 'qué' dejar atrás. Conectar con ese 'qué' y permitir que los sentimientos reprimidos asociados se expresen.

Siempre he dicho que vivir es como una gran comida. Está el entrante, el plato principal y el postre. El postre del menú de esta vida es ese dulce 'pasar página', el perdón en forma de todas esas técnicas de reconcilación con uno mismo y con el mundo (ho'ponopono, EFT, Rebirthing, Gestalt, etc...). Pero para probar las mieles del postre, hay que haber saboreado el amargo segundo plato y el picante entrante. Todo sabores que son necesario experimentar.

Hoy me decía Carmen que tiene un conflicto con una amiga de la que trata de separarse, y trata de perdonarla, pero la rabia se interpone insistentemente. Le da vergüenza reconocerlo porque ella misma es terapeuta emocional. Vergüenza reconocer que tiene pendiente una cuenta con su propia integridad, herida solo ella sabe cuando. Vergüenza de verse expuesta al ridículo. ¿Y qué es el ridículo? ¿Acaso la fealdad solo está en los ojos del observador?

Una herida abierta una llaga que no consigue cicatrizar, y en la que sus 'enemigos' actuales insisten en meter el dedo. Y ella, claro, re-acciona. Acción-reacción, ojo por ojo, el cuento de nunca acabar, la pescadilla que se muerde la cola...lo que hemos tenido hasta ahora. Pero lo nuestro, como decía Machado, es pasar...

Experimentamos un mundo atascado en un mar de emociones, reprimdas o desatadas, arraigadas en recuerdos inconscientes de un pasado doloroso. Cuanto más se desea huir de él más se adhiere a la deriva cotidiana, como un polizón, un intruso que nos gobierna desde los 'bajos fondos' enfrascándonos en una permanente batalla por reclamar la integridad mancillada, blandiendo la espada de orgullo, todo ello en la sufriente búsqueda de anestésicos que distraigan el dolor, que lo mantengan alejado. «¿Me dolerá, doctor?» ¿Por qué esa exigencia en soslayar el dolor? ¿Simplemente por evitarlo? ¿Cuando empezamos a huir del dolor? ¿Cuando empezó el dolor a ser algo censurable?
No es raro que fallemos al transmitir esperanza a los que cumplen con el ciclo regenerador y 'llegan después' de nosotros. Los que llevamos aquí suficiente tiempo deseamos hallar consuelo, redención.

Es como si nos hubiéramos pasado años tratando de encontrar la llave del baúl de la paz, y cuando más afanados estamos tratando de discernir qué llave es la que destapa la felicidad merecida, es decir, el sucedáneo que aplaque el sufrimiento, aparecen los hijos en nuestras vidas y reclaman tomar el testigo de esa búsqueda (si no tienes hijos, entonces el hijo eres tu) Tan enfrascados nos encuentran, no obstante, desenredando ansiosamente el nudo del paquete que esconde nuestro regalo, buscando por todas partes algo que calme al incómodo sufrimiento. El sufrimiento de la frenética búsqueda por buscar afuera algo que siga manteniendo reprimido el dolor. El insoportablemente doloroso recuerdo de no haber sido aceptados -ergo amados- simplemente por lo que éramos/somos. Tan sumergidos en una deriva egoísta inconsciente -que no pudo ser vivida y trascendida en el estadio edípico que lo precisaba- que no nos percatamos de la imperativa responsabilidad de convertirnos en los garantes de la felicidad de aquellos que representan a las futuras generaciones, el trampolín -y no la prisión- para los que toman el testigo y encarnan nuestro propio futuro.

Pero descuida, no te preocupes. Ellos lo saben. Igual que lo sabías tu. Nada es azaroso. Tus hijos son criaturas del cielo, hijos de Dios como tu, tan solo que más conectados con la energía de las fuente original de la que procedemos. Ellos vinieron para conectarte con tu libertad. Pero para eso van a tener que sacarte de tus casillas, porque son las casillas las que te tienen esclavizado. Fuebel suyo un compromiso desinteresado y amoroso. Como lo fue el tuyo. Porque tu provienes de allí de donde proceden los niños, de donde proceden las almas. Quizá no entiendas todavía que un hijo es un maestro que enseña sin reparos la verdadera clave de la felicidad: ser uno mismo. Los hijos nos enseñan a decir «no», «basta». Nos enseñan que lo imposible es posible si se hace con amor. Y amor es libertad sin cadenas para creer en lo imposible. El amor no es apego ni necesidad sino entrega desintesada, sin reclamos o precios ocultos, sin exigencias a posteriori. Amor es dar sin medida. Y eso es lo que los niños hacen, incluso cuando te parece que son tiranos. No estám sino poniendo contra las cuerdas a tu ego en la esperanza de que lo sueltes y te reconcilies con aquella parte de ti que sintoniza con ellos. Son honestos con su naturaleza y nos enseñan el camino de la redención, que no es otro que el de mirar de frente a los miedos y abrazarlos. Si el comportamiento de un niño te irrita harás bien en indagar en el trasfondo de tu incomodidad. Él está haciendo su trabajo...

El otro día nuestra hija nos dijo:«os imagináis un mundo donde los hijos mandaran sobre los padres?». Por un instante se me ocurrió que eso quizá fuese la solución a tanto desatino en un mundo gobernado y reglamentado por adultos. Mi hija, afortunadamente consiguió sacarme de mi transitoria confusión:«sería un lío de mundo. Todo estaría al revés», dijo. «Los padres tienen que proteger a los hijos y decirles lo que pueden hacer y lo que no. No al revés.» Juro que me dijo eso (aunque ahora ya ni se acuerde...).

La Era de Acuario ya está manifestándose. El fin del secretismo, de la tiranía de unos pocos y el renacimiento de la libertad individual piden paso. Es un clamor que crece com la espuma. Es un espacio/tiempo glorioso éste que elegimos vivir aquí en la Tierra. El curso de la historia no puede detenerse. Las camisas de fuerza están rompiendo sus costuras. Gracias a Dios existe una lógica a todo el aparente caos.

Un mundo rebosante de necesidades insatisfechas tiene como consecuencia la inversión de roles, donde los hijos se vuelcan en el bienestar de sus padres. Padres que, ya fuese por tiranía o victimismo, se habían convertido en un obstáculo para el normal desarrollo de sus hijos y consecuentemente de la especie. Padres que aun siguen anclados en su propio pasado, reclamando -violenta o victimistamente- la satisfacción de la necesidad de contacto. Utilizando a sus hijos como conejillos de indias. No debemos olvidar nuestra responsabilidad en el orden más amplio de los acontecimientos. No debemos olvidar...

Eres un ser eterno. La vigencia de este escenario (tiempo/espacio) se termina. Otro ciclo comienza. Abre tu corazón alnrecuerdo de tu naturaleza eterna. El sueñonestá concluyendo...¿Estás listo para el despertar?

 

 

 

 

 

 

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