Buscar este blog

jueves, 22 de marzo de 2012

Hijos de la lluvia

 

De pequeños aprendimos (y de adultos hemos enseñado) que solo somos aceptables si tenemos un cierto estatus, si tenemos unos estudios, si somos competentes y efectivos a la hora de valernos por nosotros mismos...en un mundo competitivo. Pero ¿es la competencia y la competitividad una cualidad inerente a "este" mundo? ¿Hay que trascender este mundo para hallar la paz que todos anhelamos? O acaso ¿podría este mundo llegar a dejar de ser competitivo?¿Es posible un mundo sin competición? Un mundo donde las actividades sean consecuencia de las ganas de jugar, de experimentar, por el simple afán de conocer, de compartir, de vivir...yo pienso que un mundo así es posible. Para empezar he decidido creermelo. Y ya se sabe que de la creencia a la creación (manifestación) no media más que un suspiro...por eso empiezo por perdonarme por haber actuado erroneamente como consecuencia de mi confusión acerca del sentido de la vida. Pido disculpas y me disculpo por haber herido, por haber ignorado, por haber abandonado, por haber impuesto, tratado de convencer...y perdono al mundo por haber obrado de forma similar conmigo y con todos mis hermanos.

Todos buscamos sentirnos íntimamente realizados. Todos buscamos encontrar la fuente de nuestra paz y libertad, sabedores de que nadie está capacitado para completar eso que creemos que nos falta. El conflicto no radica en las pertenencias o en los títulos que ostentemos, que van y vienen, sino en la NECESIDAD de SENTIRnos reconocidos (amados) desde el exterior, por los demás, algo que hacemos acumulando comportamientos adictivos. Somos dependientes de los afectos.

Toda necesidad no satisfecha tiende a buscar su satisfacción. Como el rio que busca el mar, todos somos gotas de agua que discurren por el rio de la vida. Todos provenimos de la lluvia, del deshielo de las cumbres del Olimpo. Fluyendo por los diferentes afluentes estamos confluyendo finalmente al mismo cauce, que nos conduce, sin prisa pero sin pausa, hacia ese mar de amor al que indefectiblemente estamos destinados a regresar. Algunos se entretendrán por los meandros, curioseando...Y está bien, cada cual es libre de escoger la ruta. Es el destino con minúsculas. En eso consiste el libre albedrio. Lo que los antiguos llamaban, los hados. Pero el Destino con mayúsculas, ese que está escrito con letras doradas, inviolable por los avatares y las veleidades de las decisiones cotidianas, es el hecho innegable de que el rio de la vida siempre desemboca en el mar del espíritu, tu verdadera y eterna naturaleza.

"como es arriba es abajo"

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si lo deseas puedes compartir algún comentario...