Es tan grande, tan vasto y precipitado, el despliegue de revelaciones que se están abriendo paso, franqueando los límites de la represión acerca de la corrupción atrincherada en el subconsciente humano, que simplemente poco queda más que constatar el derrumbe de todas y cada una de las artificiosas estructuras con las que se ha sostenido el frágil sistema. Un sistema que ha ido cambiando de cara, adaptándose a las necesidades coyunturales, mutando de etiquetas (socialismo, libre mercado,...) pero que a la larga siempre ha respondido a un único objetivo. Mantener abstraída a la humanidad respecto de su verdadera naturaleza.
"Puedes engañar a unos pocos muchos tiempo. Puedes engañar a muchos poco tiempo. Pero no puedes engañar a todos todo el tiempo." (A. Lincoln)
Frente al actual escenario de desbocada corrupción y desconfianza que despierta la autoridad delegada, todo pudiera parecer que nos hallamos en el inicio de una etapa autodestructiva de nuestra evolución. Eso es lo que están en boca de cualquier conversación...miedo, desconcierto, rabia, indignación, dolor. Ya pocos son los que pueden presumir de mantener las defensas bien cimentadas. De un modo u otro todo el actual escenario de caos está afectando dolorosamente a todos los estratos poblacionales. Los pudientes, porque la abundancia material no colma sus frustraciones emocionales (hijos que no van a verlos, enfermedades degenerativas...). Los desheredados sumidos en la ira ante la injusticia rampante en un mundo que debería proveer sobradamente a todos por igual.
El desorden nos aterra cuando el orden ha sido la norma impuesta. Normas, censuras, mentiras, estafas...la cadena descendente de la represión operada desde las etapas infantiles de nuestra existencia hasta el desconcertante presente conduce al lamentable estado en que nuestras mentes se hallan. ¿Tenemos los seres humanos que atravesar necesariamente este estadio de terror para desprendernos de lo accesorio? ¿Y qué es lo accesorio? Acaso no estemos hablando de un tercer televisor o un segundo vehículo, o de privarnos de las vacaciones de ensueño, sino de lo accesorio para la esencia humana que es el desamor. Muchos dicen para justificarse que la miseria inducida por la injusticia es la causa de los desarreglos. Pero eso concertiría a los agraciados económicamente en las mejores u más amorosas personas, cuando sabemos que el altruismo es propio, en mayor medida, de individuos que habitan en el hemisferio más desfavorecido del planeta. Quien menos tiene, menos miedo tiene a perder. Y sin embargo es posible un mundo de abundancia para todo y en armonía y respeto con toda la biodiversidad
Nacemos por voluntad propia, desde una decisión arraigada en un dominio que no es de "este mundo". Y lo hacemos con el conocimiento, la clarividencia acerca del beneficio que la experiencia escogida nos va a proporcionar. Y dentro de ese benficio está incluido el servicio a los otros. Un servicio que puede oscilar desde ayudar en un parto hasta sentir compasión por los trastornos mentales ocasionados por el abandono sufrido en la infancia. Todos sabemos cuando no estamos dando, cuando estamos faltando a nuestra innata capacidad de ser generosos. Pero no podemos evitar tener miedo a no tener. Miedo al desamparo. ¿O sí podemos? La gran paradoja de la experiencia humana radica en que parecemos desnudos ante la inmensidad del espacio infinito y sin embargo todo lo que somos ( y nadie puede arrebatarnos) es el mayor tesoro, nuestra capacidad de amar en tiempos revueltos.
Te pueden acusar o simplemente intimidar apuntando con el dedo a tu falta de conciencia respecto de tu entorno. Que si no te da vergüenza la cantidad de comida que desperdicias, que si no eres productivo o si vives de subsidios, que se te va a acabar el vivir de crédito. En Estados Unidos se atosiga a la gente con la baza de la inseguridad, intimidando a la población con acciones de terror diseñadas desde los mismos servicios secretos de los gobiernos utilizados por las tramas de poder transnacionales, inculpando a chivos expiatorios. En el Sur de Europa se desestabiliza a la población cerrando los grifos de un crédito que un día se abrieron sin duda demasiado alegremente. El tiempo de las tribulaciones anunciadas por las revelaciones están tocando de pleno al llamado primer mundo, las sociedades llamadas "desarrolladas". Yo lo llamo la teoría de la ensaimada. El Tsunami alcanza el epicentro una vez a arrasado con la periferia.
Estar en paz con uno mismo puede radicar y de hecho radica en el florecimiento de la creatividad, que no es sino la conexión trascendente con el potencial eterno de conexión con la fuente inagotable de la vida, independientemente de la vestimenta material con la que hayamos escogido revestirnos. Y eso implica estar en paz, no ya con la muerte sino con la vida misma. Ser creativo implica re-cordar de donde venimos y a dónde vamos, y por supuesto saber estar junto a quienes han perdido el norte respecto a la verdad tras el velo. Aquellos que solicitan un testigo compasivo del doloroso sufrimiento que conlleva la ignorancia de la propia naturaleza. Cada día tienes multitud de oportunidades de re-cordar a tus semejantes que son chispas de divinidad sin principio ni fin, que todo lo que está pasando son los coletazos de una experiencia material densa de la que nos empezamos a despedir con grandes tracas.
El amor todo lo conquista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si lo deseas puedes compartir algún comentario...