Buscar este blog

jueves, 25 de abril de 2013

La ladrona de leche (I)


A las pocas semanas del fallecimiento de Margaret Thatcher y a la luz de los indignos fastos que su sepelio con honores militares está levantando, cae en mis manos este artículo del historiador Webster G. Tarpley. Sirve para abrir los ojos a una perspectiva más amplia respecto de los acontecimientos mundiales que actualmente están teniendo lugar. Iré traduciéndolo poco a poco, pues es bastante extenso.

"El primer empleo de Margaret Thatcher en las altas esferas políticas le llegó en1970 cuando fue elegida como ministra de educación y ciencas en el gabinete del liberal Tory Edward Heath. Su primera medida fue imponer una serie de recortes presupuestarios brutales. El más infame de todos esos recortes fue la abolición radical de un programa que todavía era vigente desde los años de la Gran Depresión, (1929-1945. Sí, la guerra fue también muy deprimente) un programa que garantizaba una botella de leche diaria para cada niño escolarizado en edades comprendidas entre los siete y once. Se trató de un programa que había hecho mucho bien en las empobrecidas ciudades y pueblos granjeros, industriales y mineros de Gales, Escocia y el norte de Inglaterra, lugares donde los deficientes aportes vitamínicos generaban enfermedades tales como el raquitismo y la Pelagra, causando un inmenso problema sanitario público.
Pero para Maggie Thatcher, esa jarra diaria de leche no era sino la esencia misma del comunismo, una violación del libre mercado. Ordenó detener la distribución de la leche para los niños. Desde entonces Thatcher fue odiada por todos los británicos de buena voluntad. Se ganó a pulso el mote que le adjudicó el sufrido pueblo y por el que simbólicamente será lamentablemente recordada: "Thatcher, the milk snatcher" (la ladrona de leche).
Los romanos tenían un dicho “De mortuis nihil nisi bonum” - "de los muertos nada digas salvo cosas buenas". Sin duda un buen consejo. Pero a la vista de ciertos crimes infames contra la humanidad, uno no puede por menos que cuestionarse en ciertos caso la adecuación de tal dicho. Tal era el caso de Maggie Thatcher.
Thatcher responde a uno de los más atroces perfiles sociopáticos que un cargo de poder político haya podido ofrecer. Puede ser considerada como la madre, o por lo menos la abuela, de la depresión económica que irrumpió en 2007-2008. Thatcher era verdaderamente un apóstol fanático de las teorías económicas del ideólogo austríaco Friedrich von Hayek, paraticularmente del tostón infumable The Road to Serfdom (1944), un ataque completamente demente y alocado a los sin duda existosos resultados socioeconómicos mostrados por el New Deal que Franklin D. Roosevelt fue implantando entre 1933 y 1938.
Hayek empezó tras la Primer guerra mundial como gacetillero de poca monta a sueldo de ciertos terratenientes arrendadores vieneses que lo contrataron para hacer artículos de propaganda que condenasen las maldades del control de las rentas. Era considerado un académico marginal, casi un chiflado, hasta que atrajo la atención de un completo iletrado económico como era entonces David Rockefeller, quien contrató a Hayek para que le ayudara a preparar sus exámenes en la London School of Economics.
Hayek, al igual que su compañero de andanzas Ludwig von Mises, era un exponente de la atrasada y primitiva teoría de la escuela austríaca de económicas, inventada de la nada por los reaccionarios feudalistas del extinto imperio austrohúngaro de la casa de Habsburgo. Una delirante teoría destinada a socavar las prestigiosas ideas de la escuela proteccionista germano americana ejemplificada en figuras como Friedrich List, uno de los principales inspiradores de los éxitos económicos de la histora reciente en lugares como Japón, Taiwan o China.
Para la escuela austríaca, cualquier actitud reguladora o intervencionista en la vida económica es etiquetada como de totalitarista. La escuela austríaca se fundamenta en crudos eslóganes sobre desregularizació, privatización y libre mercado. También se la llama a veces "escuela psicológica" puesto que tilda de colectivista a cualquier análisis que tenga como meta comprender objetivamente y con amplitud el vasto concepto de la economía nacional de cada estado. El caballo de batalla de la escuela austríaca se sintetiza en las perentorias y sociopáticas urgencias en la deseada predatoria especulación individual. El bien colectivo no es un verbo conjugable para la escuela austríaca. (Cabría preguntarse quién se ha postulado por el bien colectivo a lo largo de la historia –no solo de boca sino con acciones...)
Este "austrianismo" es consecuentemente muy inferior a las ya de por si altamente defectuosas síntesis neokeynesianas, que tienden a reproducir el panorama presentado por los bancos centrales. Los austríacos son incluso inferiores si los comparamos con el sistema norteamericano, que tiene como eje central al desarrollo de unas fuerzas laborales modernas.
Anteriormente a Margaret Thatcher esas extrañas ideas esgrimidas por personajes como von Mies y von Hayek, tales como que un gobierno nunca debe levantar un solo dedo para prevenir o siquiera mitigar los efectos de una depresión económica, por devastadora que sea, sencillamente no era de recibo. Argumentos delirantes como esos no eran presentables en una sociedad que se preciase de ser educada. Si a un economista se le hubiese ocurrido aducir que conceder una jarra de leche para los niños en edad escolar suponía sentar la base para un neobolchevismo, la mayoría hubiese considerado que tal economista precisaba de un urgente internamiento en una institución psiquiátrica. Y si, a pesar de ello, insistía en sus teorías, se le hubiese tenido que recordar que Hitler y el Nazismo era parte de un episodio execrable de la historia de la humanidad.
Margaret Thatcher cambió todo eso. El impacto general de su carrera política ha supuesto una radical degradación del discurso económico universal en el mundo occidental. En este sentido Thatcher puede ser clasificada sin miedo a equivocarse como el símbolo unificador de un cambio retrógrado paradigmático de la cultura occidental, no solo en Europa y los Estados Unidos, sino en el Mundo entero, especialmente en lugares donde el sello de su apoyo a instituciones económicas (FMI y el Banco Mundial) que promovieron las devastadoras políticas monetarias neoliberales fue, por una razón u otra, tenido en cuenta.
Las actuales políticas de austeridad que con sus recortes insisnibles están devastando toda Europa bajo los auspicios del Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea serían sencillamente impensables sin la masiva oleada de ignorantes políticas económicas y barbarismo ideológico austriciante desatado por Maggie Thatcher.

(Seguirá...)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si lo deseas puedes compartir algún comentario...