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lunes, 7 de enero de 2013

Dolor por omisión

A estas alturas, si has seguido las entradas con cierta regularidad, te habrás dado cuenta de que este blog transita a lo largo de una linea fundamental: los sentimientos y su manifestación. Todos parecemos disponer de un regulador del umbral de dolor más allá del cual decidimos no sentir nada. No sentir nos protege de ser heridos, nos permite marcar las distancias frente a las situaciones ante las que no podemos (queremos?) asumir responsabilidad. Hemos aprendido a ser desconfiados. Creemos que es fundamental para sobrevivir. Los expertos dicen que eso es debido a cientos de miles de años de impacto negativo del entorno, de constantes amenazas salvadas finalmente gracias al ingenio (intelecto), del que hemos extraído tácticas y dispositivos defensivos con los que mantener nuestra vulnerabilidad a salvo. Y es cierto que en el mejor de los casos conseguimos sobrevivir...propósito cumplido, nos dijimos. Pero ¿cuántas veces te has repetido eso de que 'esto no es vida'?
Cada niño que nace – y tú lo has sido– es un caudal de confianza ilimitada en la vida y un vórtice de amor incondicional, que amenaza a sus adultos permanentemente, tanto con sus desinhibidas sonrisas como, posteriormente, con sus francas y crudas aserciones. Los niños no son hipócritas. Están programados para ser honestos. No mienten...hasta que censuramos su honestidad (que atenta contra nuestra hipocresía). Entonces les reprimimos...les enseñamos a mentir. Solo se puede enseñar algo demostrándolo con hechos. Les enseñamos a mentir mintiendo. Guardamos secretos emponzoñantes y sin embargo somos obscenamente deshinibidos para cosas que los niños no están preparados, cuando está de más, y eso sucede porque de pequeños nos reprimimos, pues no nos permitieron decir las verdades del barquero ("cuidado con lo que dices o te rompo la cara"), porque nos enseñaron que mentir es lo normal en este mundo. Afortunadamente para la consciencia evolutiva, los niños de hoy, en un grado mucho mayor que en generaciones anteriores, no tienen pelos en la lengua.
Las verdades duelen, pero no matan...Y reprimir algo que en el fondo, por vertiginoso que parezca, no mata, no es sino postergar la verdadera sanación.
Todos hemos sido niños y algunos nos hemos propuesto mantener (mejor dicho, restituir) ese vínculo estrecho con el mágico y refrescante aspecto nuestro que nunca muere en nuestro interior. Los niños no escatiman una sonrisa. Tampoco ningún llanto. Nuestro éxito consiste básicamente en recordar que fuimos niños y niñas, y lo que ese estadio de la vida implicó en todos los aspectos. Respetar la vida implica respetar sus albores, su gestación y todo el propósito que la envuelve.
Por obvio que suene nunca será suficientemente expuesto que las madres de los paises subdesarrollados son las que desarrollan y construyen un vínculo de contacto más estrecho con sus vástagos. Les hablan poco pero se comunican intensamente con ellos. Eso nos lleva a reflexionar acerca del impacto que el desarrollo intelectual ha tenido efectivamente sobre la civilización occidental. Quizá digas que tus padres, mal que bien, dispusieron de los medios para asegurar tu supervivencia, que te cuidaron todo lo que supieron y pudieron. Probablemente ahora encumbres sus figuras desde la perspectiva que dan los años, 'comprendiendo' el esfuerzo que les costó darte lo que te dieron. Sufrieron para conseguir darte quizá todo lo que ellos nunca tuvieron. Estudios, la entrada de una vivienda...Si esa es tu visión y nada conseguirá bajarte de ella, agradecemos tu lectura, pero te aconsejamos que no sigas leyendo.

¿Sigues ahí? Recuerda que lo haces por tu cuenta y riesgo...

Bien, supón ahora, por un instante, que tus necesidades "básicas", las que precisabas para creer en tu adecuación a la vida y confiar en ella como ese mar infinito de posibilidades que es, no coinciden con las que tus padres dicen que se esforzaron en satisfacerte (y que quizá tanto te han reprochado no haber sabido aprovechar...). Supón que tuviste todo eso que en occidente se da a los niños (juguetes, estudios, oportunidades económicas...) pero que nada de eso en realidad te llenó (aunque aprendiste a ignorar esa cada vez más difusa sensación de insatisfacción). Llamemos a esas satisfacciones...'secundarias'. Supón que creciste con necesidades 'primarias' insatisfechas.

Supón que no tuviste por ejemplo el contacto físico que todo bebé necesita. Sin mala intención, por supuesto, tu madre te dejó llorar en la cuna para que no te "malacostumbraras" a que te cogieran en brazos. Es un suponer...Supón que pasaron los años, creciste y te hiciste un hombre o una mujer y que sientes que por el camino te dejaste la consciencia de que hubo necesidades perentorias, apremiantes e inaplazables que precisaban ser satisfechas con urgencia...y no lo fueron (recuerda que has aceptado seguir leyendo, no la tomes conmigo ahora)...
Supón que intuyes que no tuviste de bebé todas esas caricias que tan desesperadamente buscas ahora (y que inexplicablemente tan esquivas te son). Supón que sentiste que tus padres no tenían tiempo para ti, que fuiste incluso un estorbo, una molestia para sus aspiraciones personales incompletas o que te ridiculizaron o incluso llegaron a vejar (moral y/o físicamente) porque eras el perfecto colchón en el que ahogar sus frustraciones. Por supuesto que no tuvieron la culpa. Nadie la tiene. En el mejor de los casos lo hicieron con la mejor de las intenciones. En el peor, simplemente no sabían lo que hacían...aunque ya sabes, «Ignorantia juris non excusat»...Supón que no sabes (porque no lo recuerdas) que necesitabas (y debías) ser querido, adorado, abrazado y protegido. Comprendido y contenido. Este mundo es un lugar muy incomprensible para los niños. Quizá en lugar de pretender meterte con calzador las expectativas que se marcaron fruto de la herencia, pudieron haber manifestado compasión, única salida verdadera ante tu ahogo emocional. Supón que no sabes aún que la manera correcta de dirigirse a los niños es con amabilidad y ternura, que es deber de los adultos preguntar por sus sentimientos, que deben ser tenidos en cuenta, por 'pequeño' que uno sea...Supón que no haces más que repetir patrones de conducta heredados, ergo...no son tuyos. Supón que ignoras que fuiste ignorado, escuchado y que esa es la razón profunda por la que te quejas permanentemente de que nadie te escucha en el aquí/ahora...¿Qué sucede en tal caso?

–Se supone que la ignorancia exime del sufrimiento...

–Lo que 'se supone' es lo que tú supones, lo que crees. Pero tu no eres tus creencias, ¿verdad?. Tu cuerpo físico, como el algodón impregnado de la grasa de los azulejos en el famoso spot publicitario, no engaña. El cuerpo se manifiesta siempre, aún cuando la mayor parte de nuestra mente permanece inconsciente, secuestrada por nuestras creencias, nuestras suposiciones, nuestros aprioris. El cuerpo es testigo del dolor cuando éste hace acto inevitable de presencia...y lo manifiesta. El cuerpo nunca miente. No sabes que había necesidades en ti que 'pedían' ser colmadas porque poco a poco decidiste crees que no tenían importancia, que debías olvidarlas por tu bien, hasta que las escondiste en el doble fondo de tu memoria, aquella 'caja negra' a la que se solo se accede conscientemente tan solo cuando existe voluntad de hacerlo. Escondemos ciertos recuerdos porque están asociados a un sentimiento doloroso, inasumible por una criatura de tres, dos años, meses incluso...lo hicimos intencionadamente para protegernos, para sobrevivir, para evitar sentir el dolor que te ocasionaría experimentar su impacto. Pero la ingente tarea de reprimir un sentimiento tiene como precio el sufrimiento. Se generan lagunas de memoria que nos dejan inoperativos en muchas áreas de nuestro potencial.

Afortunadamente no es viable esconder eternamente la verdad. O te agotas (y te mueres) de tanto reprimir o colapsan tus numantinas defensas y te arrastra la crisis hacia...la salvación. Ese momento está ha llegado. Está aquí aproximadamente desde 1992.

Reprimiste tus sentimentos hasta que, con décadas de posterioridad, y quizá debido a un abrazo que alguien cercano te dio desde el fondo de su corazón, conectaste con ellos. Un abrazo como quizá nunca antes lo habías recibido. Un abrazo que, de hecho, te dolió en el alma porque te recordó todos los que no recibiste (ni te permitieron dar) cuando más los necesitabas. Y lloraste. ¿Por qué crees que las mujeres viven más que los hombres si no es por su mayor capacidad (libertad) de liberar emociones? Boys don't cry...

"Tenía 12 años y un día fui a casa de un amigo. Su madre estaba en la cocina, preparando no se qué, y conversando al mismo tiempo con mi amigo y sus hermanas acerca de cuestiones de la vida. Volví a casa y les comenté a mis padres, durante la cena, lo que había visto. Mi padre me vociferó...nunca supe por qué. Debieron pasar dos hasta que comprendí que se trató de un reproche, un rechazo hacia aquellos padres de mi amigo, porque trataban a sus hijos como personas. Sucedió que estaba yo saliendo de un café, cuando escuché de pasada a una madre decirle a su hija pequeña: "Hija mía, la gente no es perfecta...debes aprender a aceptar a otros seres humanos, con sus virtudes e incluso con sus defectos." Fueron 5 ó 10 segundos. Pero fue suficiente. Nunca olvidaré esas palabras, ni los rostros de esas dos mujeres...Porque hasta entonces NO SABÍA que unos padres podían hablar tan respetuosamente a sus hijos. Fue un instante epifánico, mI consciencia se...'abrió'. Más tarde me di cuenta de que lo que lo disparó la expansión fue el un doloroso sentimiento que hasta entonces me había pasado inadvertido. Sentí lo que era el abandono, algo que nunca creí haber 'padecido', y ahí estaba...No se trataba de lo que mis padres me hubiesen hecho, sino de lo que nunca habían hecho: tratarme con respeto. Un sentimiento que había permanecido oculto...por eso no era consciente de él, y de que me pertenecía. Cuando ví aprendí algo que se ha quedado en mi para siempre. Y doy gracias a la Providencia.
Lo que ellos no habían hecho me dejó 'inconsciente' de mis necesidades legítimas, de mis sentimientos. Sí, fui un desastre. No podía aprender nada, no era capaz de sentarme o concentrarme (me llamaron incluso hiperactivo). En realidad la fuerza que dirigía mis pasos (actitudes) era el dolor reprimido de esas necesidades no satisfechas que desde mi inconsciente me gobernaban tiránicamente. Era esclavo de mi mente inconsciente. Un dolor que NADIE podía ver. Y sin embargo me mandaron de doctor en doctor para tratar mi persistentes secreciones mucosas por via nasal (Reprimida la secreción a través de la córnea, mis lágrimas habían encontrado otra vía para manifestarse). Te advertí que esto te iba a incomodar...
Es imposible escamotear esas necesidades ni olvidarlas eternamente porque el cuerpo sencillamente no te lo permite. Y esas necesidades no satisfechas nos van matando lentamente. Son la razón de nuestro envejecimiento/muerte prematuro (¿de nuestro envejecimiento/muerte 'a secas'?). Se manifiestan más tempranamente de lo deseado en modo explosivo (ataques de corazón, ictus) o implosivo (degeneración celular e incluso cáncer). Y eso pasa porque las necesidades insatisfechas constituyen el dolor reprimido, no manifestado. Es la represión, manteniendo a los sentimientos en el fondo del armario mental, lo que nos mata. Y todo eso suceda sin que tengamos consciencia de ello...Las necesidades de las que permanecemos inconscientes.
En Occidente leemos libros sobre técnicas acerca de cómo sujetar a tu niño, cómo mirarle a los ojos con amor, y hablarle mucho. Nos es tan ajeno como leer libros acerca de las tribus perdidas del Amazonas...tan lejos hemos ido con la intelectualidad.


No se puede engañar a la madre Naturaleza haciéndole creer que todo va bien cuando las señales demuestran lo contrario. Ella te alcanzará con su (cruda?) sabiduría cuando estés desprevenido.



Arriba: logo de la Clínica Barraquer en Barcelona.
Es sencillamente curiosa la similitud que se puede extraer del conducto nasolagrimal (g) en referencia al OJO DE HORUS...










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