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domingo, 21 de noviembre de 2010

Suposiciones

A veces tengo la sensación de que escribir, lejos de ser un ejercicio de autocomplacencia en el que a veces me creía navegar (muchas de ellas naufragar), puede convertirse en un motor de transformación real de mi propia consciencia y la tuya. Ya he tenido una hija. Me falta plantar un árbol (me avergüenza reconocer esto) y escribir un libro. Decía Benjamin Franklin, uno de los padre de la patria norteamericana, que "Si deseas que tu huella perdure más allá de tu paso por esta vida y sirva para que otros se sientan inspirados, escribe cosas dignas de leerse, o haz cosas dignas de escribirse."
Machado versaba que no hay camino, tan solo estelas en el mar. Y al echar la vista atrás, uno puede verdaderamente darse cuenta de todo lo transitado y de la magnitud de los cambios que la vida realiza en uno a medida que se adquiere consciencia de la importancia del momento presente, como el único y verdadero instante de cambio y evolución.
Cambiar, evolucionar…expresiones tan manipuladas y recurrentes en la fraseología común del día a día y cuyo verdadero significado mayoritariamente desconocemos.

No me gusta revisar en exceso lo que escribo pues podría conceder a mi ego la oportunidad de regodearse en la estilística narrativa, para permitirle acabar bloqueando el acceso al flujo de información, de igual modo que la energía a lo largo de los chackras, fluye y se canaliza fácilmente si uno no interpone obstáculos. He oído hablar recientemente de que existen hasta 12 ó 13 chackras, sobre el de la corona y bajo el de la base de la columna. En cualquier acceso al conocimiento futuro será fruto de la expansión, o despertar, de la consciencia que ésta irá liberando en el ser humano a medida que aprendamos a decir no 'hacia adentro'. Esta capacidad de desdoblarse nada tiene que ver con la esquizofrenia. Muy al contrario, la capacidad de 'observarse desde afuera' es esa maravillosa cualidad que atesoramos para mantenernos psíquicamente sanos y conscientes de nuestro verdadero lugar en esta gran escenografía que es la vida. Una capacidad fruto de la voluntad demostrada por cuestionarse todos los esquemas que nos han entregado masticados desde la infancia. Quizá se trate solo de tiempo (paradójicamente) el que tarde o temprano acabemos indefectiblemente regresando al original estado de 'no-tiempo' donde la verdadera naturaleza de la realidad, hasta ahora oculta, se revele de nuevo tal como es, y no opacada por las diferentes veladuras que en estado de consensuada ignorancia hemos aceptado como reales, en natural conjunción con los cincos sentidos, propios de la experiencia sensorial-material que muy probablemente nos hayamos autoasignado en algún instante de nuestra existencia, para así poder percibir aquello que denominamos realidad en este mundo.
Soy consciente de que todos esto pueden no parecerte otra cosa más que palabras. Si llegado a este punto opinas que algo fuerte debo haber fumado para aparentar estar divagando sobre aspectos tan intangibles, y que prefieres no seguir leyendo, no te juzgo. De hecho el lenguaje utilizado funciona irremediablemente como filtro para no herir tu sensibilidad y así mantenerte al margen de un conocimiento que no deseas (todavía) compartir.
Si por el contrario decides seguir leyendo, te doy la bienvenida por segunda vez.

Muchos de los maestros que comparten con nosotros estos instantes gloriosos de la vida sobre la tierra, están tratando de ayudarnos 'enderezar el timón' de la humanidad en términos de pensamiento colectivo. Estamos a punto de cruzar la delgada linea que separa la ignorancia de la consciencia, y es probable que la realidad que está a punto de hacerse patente no sea 'soportable' para quien no acepte desligarse del consenso mental-intelectual que ha regido a nuestras civilizaciones desde el último gran evento cataclísmico ocurrido hace cerca de 12000 años, constatado y transmitido oralmente por la practica totalidad de la culturas y etnias indígenas alrededor de la faz de la Tierra.

Decía aquél a quien llamaban el cristo, que quien no se vuelva como un niño no podrá entrar en el reino de los cielos. Disputas aparte acerca de la existencia o no de dicho personaje, lo cierto es que todos sabemos que durante la infancia, el hombre-niño se halla desprovisto de ataduras y compromisos, convencionalismos que maniaten su perfecta sincronía con el presente, con el instante, la naturaleza y toda su magia y espontaneidad. Los niños nos recuerdan todo aquello que fuimos antes de aceptar las normas de convivencia, y de algún modo, en su estado natural que es el juego, mantienen viva la llama de nuestro origen y procedencia.

Se dice que estamos compuestos básicamente cuatro cuerpos (seguramente algunos más), el último de ellos, el espiritual, siendo el que nos engloba y aloja los demás. Un cuerpo físico, material, compuesto paradójicamente de un 99'99999% de espacio (esa es la proporción existente entre masa y vacío en el espacio, así como en el interior de nuestros átomos). Este cuerpo reside en el presente. A continuación un cuerpo emocional, alimentado con información 'editada' en el pasado, una especie de 'mochila de sentimientos' no manifestados o expresados . Y finalmente un cuerpo mental, nutrido por pensamientos, divagaciones intelectuales que generalmente habitan en el futuro. La permanente desalineación de estos tres cuerpos es, ya lo sabemos, la causa de la sensación de ir de un lado para otro como 'pollos descabezados'. Un cuerpo físico constantemente atenazado por los recuerdos y situaciones no asimiladas del pasado, y a la vez obligado por la tiranía del ego a vivir proyectando expectativas hacia el futuro, acaba indefectiblemente por caer, fruto de dicha incoherencia, abatido por la enfermedad y la muerte. Liberado, llegado ese momento, el espíritu de la densa carga del cuerpo, adquiere de nuevo conciencia del 'plan' diseñado por él mismo. Una participación en un plan que, llevado a cabo hasta que el cuerpo físico ha dicho basta, ha debido ser cancelado. Hasta ahora no he dicho nada nuevo (o sí, depende hasta dónde hayas visto la película antes de salirte del cine). La cuestión, sin embargo, es, no lo olvidemos, que Joshua/Emanuel/Jesús nos exhorta a regresar al estado de sintonía con el presente que experimentan los niños. Y no creo que con ello se refiera a regresar a la inocencia del niño como tal, de regresar a la infancia (como si la edad adulta hubiese sido un error del mencionado plan), sino a que es posible, como adultos, alcanzar el estado de alineaamiento y armonía con uno mismo recobrando el estado de plácida y a la vez excitante sintonía con el tesoro que ofrece cada momento, libre de proyecciones o de anclajes, sin expectativas ni condicionamientos. Es posible volver a experimentar la vida como un juego, tal como nos recuerdan los niños (ahí está su sagrado papel) como un experimento donde todo es posible y nada tiene la etiqueta de inverosímil.

El caos que estamos sufriendo tiene todos los visos de ser producto de dos situaciones paralelas:
1. El caos ocasionado en nosotros mismos en virtud de nuestra desarmonía individual se ha multiplicado por tantos individuos como componen la humanidad, de ahí que millones de seres 'desajustados' hayan acabado conformando una gigantesca bola de nieve de caos consensuado.
2. Una transformación no solo del planeta sino de todo el sistema solar (probablemente de toda la Galaxia) está tendiendo lugar desde una macroperspectiva que nuestra microcapacidad intelectual es incapaz de percibir.

Los analístas económicos están advirtiendo que la crisis del '29 está revelándose como un simple estornudo frente a la magnitud de la sacudida que estamos a punto de presenciar. Todas las patas de esta frágil mesa están colapsando, y esta civilización se asemeja sin duda a un viejo edificio apuntalado. Qué fácil hacer estas afirmaciones 'a toro pasado', dirá el lector. Cierto, pero esta solo es la parte inicial del argumento que pretendo exponer. No estoy describiendo el final de algo sino el inicio, la 'presentación' de una gran obra cuyo desarrollo o nudo, a grandes rasgos, consiste en lo siguiente: hay una salida a todo este aparente sinsentido. Una solución creible. Es posible conocer al 'asesino' (si se me permite humorísticamente el símil criminológico). Si se leen bien las pistas, si se hace una coherente interpretación de las señales, es posible llegar, como Hansel y Gretel, 'a casa' siguiendo la pista de los mendrugos que inevitablemente hemos ido dejando por el camino. Esos 'mendrugos' no son sino las emociones atascadas en el subconsciente –y como consecuencia blindadas y no resueltas– producto de nuestra lógica incapacidad para gestionar, en la infancia, el impacto que supusieron los innegables traumas (en todo su variado repertorio) que todos padecimos al 'aterrizar' a este mundo tan extraño a nuestra procedencia. Emociones que nos han dejado huellas indelebles en el cuerpo físico, como consecuencia de la ansiedad y expectativas proyectadas hacia situaciones potenciales aún no acontecidas. En definitiva, el pánico a que se repita lo que sin duda sucedió, y nos traumatizó (aunque nos las hayamos ingeniado brillantemente para mantenerlo olvidado), algo que nos ha 'obligado' a partir de más o menos los 7 años de edad, a fabricar y parapetarnos tras una coraza defensiva impenetrable a la realidad del presente, inaccesible a la magia de los imprevisto y de la realidad multidimensional, esa realidad de la que procedemos y que ya conocemos (y a la que, en un nivel supraconsciente, estamos convencidos que podemos regresar). No obstante esta armadura ha tenido un precio. Un precio que conocíamos de antemano. El precio fue la entrega de nuestro poder, de nuestra soberanía a una entidad de dominio temporal creada por nosotros mismos, un tuerto capacitado para guiarnos en el país de los ciegos: el ego.

Mis estudios de perspectiva en Paris me ayudaron a comprender de una forma más 'euclidiana' la noción sofista de que toda realidad observada se revela totalmente dependiente del color (creencia, adhesión, estudios…) del cristal a través del que uno mira. Haciendo un sano ejercicio de 'locura' y observando desde una óptica poco académica, si tomamos valientemente distancia y nos observamos interpretando el papel de ciegos, resulta incluso fácil comprender la magnifica experiencia que este rol nos ha proporcionado en calidad de exploradores de la creación: no hay reto más inspirador para una sociedad científica en búsqueda de nuevos paraísos desconocidos que adentrarse en una jungla inhóspita en la que todo se revela salvaje y caótico y donde la travesía solo es posible estableciendo normas y jerarquías en la cadena de mando de la expedición. Visto, pues, desde una perspectiva más elevada –la que ofrece el posicionarse y observar 'fuera de' el ego, no hay experiencia más creativa que adentrarse en lo desconocido en busca de una nueva realidad, en la oscuridad en busca de una nueva luz.

Al igual que Johnny Weismüller profiriendo delirantemente, hasta el mismo instante de su fallecimiento, el famoso grito del Tarzán que tanto popularizó, también la Humanidad, desconectada voluntaria y cíclicamente de su vínculo con su inmortal esencia, transita por el oscuro túnel de la existencia alejada de la Fuente de su consciencia. Y esa exploración excitante implica el riesgo de que acabemos identificándonos –como Weismüller con Tarzán– con nuestra temporal naturaleza humana. Concluido el ciclo –todo en la vida se basa en ciclos–el 'regreso a casa' precisa de una 'crisis' necesaria para desintoxicar nuestra memoria obturada.

Supongamos por un momento que todo esto ha sucedido ya multitud de veces y que esta vez la expedición (civilización) también se ha imbuido tanto de su rol que colectivamente ha llegado a creerse que el papel que interpreta es la única y misma naturaleza de su esencia. Nada que objetar. Es el 'precio' por haber querido 'vivir peligrosamente'. La transición entre el Neanderthal y el Homo sapiens no fue progresiva sino reconocidamente abrupta. Finalmente también ha aceptado la comunidad científica que el 'diluvio universal' tuvo lugar en cuestión de días. Y aquí entra el juego la dimensión del tiempo. Otro valor que requiere ser revisado en vísperas del tan largamente anunciado 'regreso a casa'.

Recuerdo haber oído hablar acerca de la comprensión no lineal del tiempo. Por entonces –yo tenía 25 años la primera vez– y una mujer me dijo que no es elegante preguntarle a una dama qué edad tiene porque sencillamente es burdo medir su longevidad por medio de una medida globalmente consensuada en virtud de las órbitas que nuestro planeta realiza alrededor del Sol. Me pareció extravagante esa respuesta entonces pero ahora, aplicada la perspectiva del observador anteriormente mencionada, es coherente concebir no solo al espacio físico como a una referencia del presente para comprender el lugar que uno ocupa, sino también al 'ahora' para comprender todos los 'ahoras' experimentados y por experimentar, cuales fotogramas de una secuencia infinita, cuya proyección a una velocidad determinada transmitían la ilusión de continuidad y de movimiento. Todos esos 'fotogramas', se hallan rescatables en un registro imborrable, y accesibles desde un estado de renovada consciencia. Y no solo eso. La buena noticia (por si no fuera suficiente) es que también son reeditables. El poder de revivir papeles (situaciones) ya interpretados y de experimentarlos en su completitud a fin de desinfectar y airear el subconsciente intoxicado –repito, por experiencias no vividas completamente, y por ende, semiolvidadas y asumidas parcialmente– pueden ser revisadas totalmente, para así poder hacer honor a ese viejo adagio que por repetido no deja de ser cierto: 'deja el pasado atrás'. No es un proceso fácil y requiere de determinación –como todo propósito que se desee llevar a cabo, faltaría más–, pero el premio obtenido, en este caso, no es otro que la integración final de mente cuerpo, espíritu y emoción, necesario para poder abordar el instante presente tal como verdaderamente se presenta, con total confianza y aceptación. Está al alcance de cualquier conciencia responsable de su transitar por este plano. Y además estamos recibiendo mucha ayuda. Hay muchas fuerzas invisibles involucradas en tu ascensión.

Mientras tanto, ¿qué hacer?
"Amarás a tu próximo del mismo modo que te amas a ti mismo". Es decir ámate, acéptate, tal cual eres, por el mero hecho de ser, sin importar cuál sea el 'papel' (policía, profesor, psicólogo, barrendero, funcionario, dinamizador social, padre, madre, hijo, etc) que estés 'interpretando' coyunturalmente. No te juzgues ni te crucifiques. Libérate de las culpas que te has autoimpuesto. Ataca el epicentro de todo lo que te desestabiliza a diario, ve al fondo, cueste lo que cueste arrinconar al 'loro que vive en tu cabeza', y no juzgues a los demás a medida que te los encuentres en ese descenso a los infiernos, por muy vinculados que se revelen con tu historia emocional. Revisa y reedita tu pasado, asimilándolo, integrándolo/aceptándolo manipulando la dimensión del tiempo como un acordeón-ascensor en tus idas y venidas. Búrlate de todo lo que digo si quieres, pero aprovecha la carcajada para reirte a mandíbula batiente de ti mismo, de todas las artimañas que has desplegado para negar y mantener oculta tu esencia, que eres lo que en realidad eres: un ser espiritual multidimensional teniendo una experiencia humana (y no al revés). Y sonríe también ante la magistral interpretación que has hecho de tus diferentes personajes a lo largo de todas tus vidas pasadas. Has amado y has odiado. Has cometido errores y aciertos. Has experimentado placer y dolor. Has sido compasivo e insensible al dolor ajeno. De todas ellas has extraído aprendizajes que te han curtido y te han hecho más sabio, más consistente e íntegro, más consciente en definitiva de todo tu potencial.

Ahora eres consciente de que eres, en esencia, amor. Sé generoso y no mires a quien. Ofrécete a todo quien haga la más mínima insinuación de solicitar tu ayuda. No necesitas ser retribuido ni lo buscas. Simplemente disfruta de dar. Y ojo que he dicho 'disfruta'. ESo quiere decir que a la mínima que sientas que, habiendo dado un dedo, te toman el brazo, debes, por paradójico que te suene, aprender a poner límites. Amarse significa aprender a respetarse, a no exprimirse. Aprende a estar alerta ante cualquier situación. Tu entorno más cercano es el más apropiado para empezar, en tu familia (sin duda el reto más grande), en tu barrio, en tu trabajo…
Si no sabes todavía quien dar, ya sabes: en HOYxTI tenemos un interesante listado de genuinas demandas de personas que, como tú, tratan de aprender a relacionarse en comunidad. Permanece alerta, porque observarás que el universo premia desproporcionadamente a quien ama sin expectativas.
Si a pesar de desear dar, observas que tu interacción con el receptor de tu generosidad está sembrada de obstáculos y de espinas, aprende a 'leerlos' no enfrentándote a ellos. Nada obtendrás de zambullirte, de nuevo, en una disputa por ver quién es más ecológico, quién fue el primero en ofrecer tal o cual donativo. Haz el bien y no mires a quien porque la esencia del amor no depende del objeto de tu generosidad sino de tu disfrute en dicha actividad. Que tu mano derecha no sepa lo que hace tu izquierda significa no buscar el reconocimiento en tus acciones. Y si ese disfrute genuino, exento de expectativas de retribución, no se manifiesta naturalmente, no te juzgues ni juzgues al entorno. Simplemente asume que algo en tu interior está obstaculizando el fluir. Y sácate el reloj para eso. El viaje más alucinante es el que puedes acometer con paciencia y determinación hacia el interior, hacia tu consciencia. Persuadido de tu perfecta capacidad para desanudar todos los nudos que jalonan el hilo de tu vida hasta ahora, hallarás la fuente de perseverancia y entusiasmo para 'salir del pozo' y redescubrir el simple y verdadero milagro de la vida.

Un fuerte abrazo.

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