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martes, 2 de mayo de 2017

El Rubicón mental (I)

-Las preocupaciones son, efectivamente, pensamientos inútiles como dice Eckart Tolle, estamos de acuerdo. Y son inútiles porque carecen de fundamento real pues no existe la verdadera amenaza que los desencadena en el instante que aparecen, en que brotan (de ahí los 'brotes psicóticos').
-¿Qué quieres decir?
-Pues que La fuente de esos pensamientos son imaginaciones, fantasías y calenturas provocadas exteriormente (medios de información, rumores vecinales, chismorreos...), malinterpretaciones desorbitadas que extraemos de las circunstancias cotidianas o extraordinarias, motivos en todo caso carentes verdaderamente del peso necesario, de la autoridad para provocar la ansiedad testimoniada.
-Sin embargo brotan.
-Efectivamente. No se puede negar.
-¿Para eso está la meditación? Eckart Tolle dice que de lo que se trata es de permitir que el miedo aflore durante la meditación.
-Meditar está muy bien para quien tenga suficiente con ejercitar la relajación mental para aquietar esos pensamientos inútiles, para quien tenga dominio sobre su voluntad y perseverancia para aplicarse en ello. Meditar no es la solución para sanar la ansiedad sino una rutina de ejercicio para no volver a caer en ella cuando ya se ha identificado su origen, para mantener a raya los rebrotes, esos ladridos insoportables del perro interno que clama por ser escuchado. Para quien está "secuestrado", abducido por esa forma de pensar autodestructiva, para quien se ha vuelto adicto a detectar perros amenazantes, para los paranoicos que perciben cualquier circunstancia como peligrosa, meditar, de entrada, no solo no es útil sino que es improcedente pues o bien te distraerá (te dormirás meditando) o meditar se convertirá en una fuente de estrés añadida que genera más ansiedad, culpabilidad, sentimiento de inutilidad, de inferioridad ("qué torpe soy porque no puedo relajarme con la meditación", "me engaño a mi mismo, en realidad lo hago para parecer más aceptable/sereno ante los demás", etc....), pero solo yo sé del calado de mi ansiedad.
-Entiendo, hay gente con un grado tal de estrés reprimido que pierden el pretendido equilibrio con el zumbido de una mosca.
-O con el llanto de un niño (lo digo por experiencia). Para esos casos la mejor medicina es precisamente lo opuesto a la disciplina zen...o mejor dicho lo previo.
-¿El qué?
-Literalmente dejarse llevar por la ansiedad que les producen las circunstancias que a una persona equilibrada no le alterarían. Cruzar el rubicón de la mente, adentrarse en las profundidades del subconsciente, allá a donde los pensamientos reiterativos (los llamas así cuando dejan de llamrlos inútiles y se convierten en guías) quieren conducirte. Repito, esto solo es para quienes no logran relajarse apaciguando la mente, meditando. 
-Pero ¿eso no es peligroso?
-Efectivamente, lo es...si lo haces en soledad. Decía Henry D. Thoreau: "no acudas a tu pasado salvo que hayas decidido hacerlo". Sabía de qué hablaba. Esa frase lo resume bien.
Si decides "coger al toro por los cuernos" acabarás atrayendo a alguien que ya tocó fondo con anterioridad y que, como el Fénix, renació "de sus cenizas". Podrás descender a ese estercolero mental que tanto reclama tu atención arropado por un valedor, un monitor/terapeuta cualificado.
A veces hace falta tocar fondo para darse cuenta de que no hay nada verdaderamente que perder, de que no era tan fiero el lobo. Pero insisto, no lo hagas a menos que no quede más alternativa.

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