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domingo, 6 de octubre de 2013

Parole


Cierto es, sin duda que la masonería, el Opus Dei y toda la corte monárquica de lameculos (políticos, periodistas,...) revestida de constitucionalidad y democracia a los que tan acertadamente acusa Risto ha hecho su trabajo intoxicante, confundiendo secularmente a las masas para que acepten generación tras generación su condición de súbditos. Cierto es que nos masacran a impuestos inasumibles. Y cierto es, Risto, que estás a años luz de ese pueblo al que tratas de dar voz con tu elocuencia. Pero siempre es bueno tener algo de perspectiva...
El escenario que ofrecen los de la "acera de enfrente" (nunca mejor dicho), aquellos que subidos a la chepa de tu fabulosa retórica quisieran a los monarcas (Borbones, Habsburgos, Windsors, qué más da) depuestos y hasta degollados, es el que trajo a individuos como Castro, Stalin y Hitler, autócratas colectivizadores que fueron aupados al poder por las mismas masas descontentas tras los demanes del descontrolado libre mercado.


Llenarse la boca con esa privilegiada retórica, la que muchos españolitos no conseguirán articular ni tras doscientas encarnaciones, no le lleva desafortunadamente más lejos que a servir en bandeja de plata un mensaje desintegrador neocomunista que la erudición de Risto ya debería a estas alturas haberle revelado. Todo lo que él dice tan duramente es lo mismo que Mario Bergoglio está diciendo, si bien tras una sonrisa bonachona y una sotana blanca que tanto encandilan a las ingenuas y manipulables masas. Evaristo, le estás está haciendo el trabajo sucio a la Compañía de Jesús y no te das ni cuenta.


Lo siento Risto pero tus palabras van camino de alimentar una revolución (otra más) sin darte cuenta de que los órdenes mundiales se suceden uno tras otro, en función de quien esté en el poder. Ahora capitalismo, mañana socialismo, conservadores, progresistas...ambas son las caras de una misma moneda, fabricada por los que ahora se frotan las manos con las palabras de Risto. Palabras que fueron un día demonizadas por Edgard Hoover, y todos esos cazadores de brujas comunistas. Lo dijo John Kennedy en su famoso discurso a los directores de medios de información el mismo año que le mataron.
Unas palabras fenomenales que sin duda van a ser utilizadas por muchas personas "despiertas" para lanzarlas en otra dirección, hacia el verdadero súcubo de toda la confusión: el ego inconsciente colectivo.

Sarcásticamente elocuente hasta la médula,  como no podía ser de otro modo, tras esas sempiternas gafas tras las que se esconde, me temo, un niño resentido y abandonado. ¿Por su padre? ¿Por su madre? ¿Por ambos?...

Creo que Risto tiene suficientes entendederas como para darse cuenta de que el legado de Carl Jung debería impartirse en la escuela secundaria, y reconocer que prácticamente ninguno de los licenciados en filosofía ha comprendido mínimamente qué quiso decir Platón al explicar su mito de la caverna.
De todos modos, bravo por un valiente y bien hilvanado discurso, Risto, que cada uno podríamos repetirmos para nuestros adentros, con la salvedad, ya digo, de dejar de dirigirlo hacia el exterior, pues de nada nos ha servido luchar contra nada ahí afuera; siempre ha habido un poder exterior demasiado injusto, tuviera la ideología que tuviera. Se trata de arremeter contra otro oponente, otro tirano, el que todos alojamos en nuestro interior, el reverso oscuro de la energía que nos anima. El ego lo portamos en la mente, sediento de sangre, de justicia, y de venganza. El okupa que mantiene secuestrada nuestra mente, manteniendo sus sagradas funciones aletargadas. Ese es el "oponente" al que hay que destituir. Un oponente no mesurable con ningún artilugio físico ciertamente. Un oponente solo identificable por la basura que escupimos las palabras. En fin, ni templarios y malteses, ni comunismo ni capitalismo...como dijo el único que en dos mil años ha dicho algo coherente: "al César lo que es del César, y a Dios loque es de Dios". "Amaos los unos a los otros como yo os he amado."
Todos nos iremos un día de este mundo. La cuestión es ¿cuál será nuestro legado? ¿Resentimiento o amor incondicional?

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