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viernes, 4 de mayo de 2012

Dolor y sufrimiento



No sabemos qué es lo que va a suceder. Todo deja de tener sentido. Todos los principios se tambalean. El sufrimiento se hace insoportable para los más sensibles, los más 'frágiles' sujetos del sistema, aquellos que no forjaron muros defensivos, los que no lograron –a diferencia de los amos del mundo– elevar sus torres defensivas hasta el infranqueable límite de la psicopatía.
Hoy más que nunca sentimos que el sufrimiento no puede durar mucho más. Que hay un umbral más allá del cual se presenta una disyuntiva: o bien nos vemos maravillosamente forzados a conectar con nuestra esencia, el amor, la compasión por nosotros mismos y por toda criatura viviente que nos rodea, o bien nos desconectamos definitivamente y nos volvemos insensibles como máquinas. Toda la tensión que rodea este cúmulo de contenido estrés, es fruto de la falta de amor. Fruto de la intolerancia, del juicio, de la condena, del rencor, en definitiva del miedo al dolor. Miedo que hemos expresado percibiéndonos mutuamente como entidades amenazantes para nuestra supervivencia. Huyendo de toda situación desagradable, potencialmente dolorosa, asegurándonos contra todo riesgo, asegurando la vida, nuestro hogar, temerosos de perderlo todo, sin darnos cuenta de que un día nos iremos y nada nos llevaremos con nosotros salvo el amor que hayamos expresado. Huimos del amor, desengañados, en una frenética y paradójica búsqueda de sustitutos, sucedáneos, de él. Todo lo hacemos por sentirnos queridos en el presente sin darnos cuenta de que estamos tratando de tapar una dolorosa vía de agua ocasionada en el pasado. Esta la fuente de todo el sufrimiento. Sufrir es la consecuencia de no integrar ni aceptar la dolorosa oscuridad en nosotros mismos. Censurando y rechazando nuestras habitaciones mentales oscuras (y huyendo de las de los demás), rechazamos el natural equilibrio de polaridades positivas y negativas que constituyen nuestra luz esencial, negando la realidad inmanente en nuestra naturaleza. Rechazar y negar el miedo –y todas las emociones atascadas que dicha negación conlleva– es un salvoconducto perfecto para el sufrimiento. Cualquier tipo de necesidad de limpieza moral exterior, en virtud de la diferencia de sexo, credo, lengua, color de piel, edad o procedencia, es un claro signo de rechazo de la propia oscuridad.
El advenimiento de un mundo pacífico acontecerá pronto. Está a la vuelta de la esquina el momento en que quien desee darse cuenta de la futilidad de perpetuar el enfrentamiento, podrá morar en un mundo de armonía y comprensión mutua, un mundo de amor.
La ironía, el sarcasmo, han sido herramientas y armas afiladas que hemos utilizado para defendernos, para atacar, pero que nos han envuelto en la ignorancia, la falta de compasión, que no conduce a nada más que a perpetuar el sufrimiento. Darnos cuenta (tomar consciencia) de la batalla permanente en la que hemos estao envueltos es la puerta para la salvación.
Muchos, me incluyo, por el contrario, hemos creído que determinar los límites era una entelequia. Que decir 'no' o 'basta' suponía una agresión de la que sufriríamos las consecuencias. Muchos años de represión escondidos tras la cortina de la obediencia debida (a los padres, autoridades, gobernantes...), fruto de la sumisión aceptada como fatalidad ante el incomprensible abandono sufrido, nos han llevado a convencernos de que no somos merecedores de la fuente de la abundancia, de la que aparentan solamente disfrutar aquellos que han vejado y atropellado al prójimo para trepar en la escala socioeconómica. La riqueza, está demostrado, no da la felicidad. Pero negarla por considerarla inmerecida tampoco es una prueba de santidad. Los extremos siempre se tocan.
Lo creas o no somos seres divinos, eternos, sin principio ni fin, anclados en un paréntesis espacio-temporal decidido y planeado voluntaria y conscientemente en una dimensión ajena a ésta. Un paréntesis de experiencia física –y por ello limitante– que sí tuvo, ésta, un principio hace 4500 millones de años, y cuyo objetivo era ofrecer un campo fértil donde poder experimentar con posterioridad la condición humana (450 mil años atrás). Una experiencia desconcertante sin duda, fruto de la amnesia autoaplicada. Un terreno propicio donde poder expandir las fronteras de nuestra creatividad. En un escenario físico y temporal. Y lo hemos hecho durante miles de años. Y este aprendizaje concluye ahora, por paradójico que se perciba, en un momento en que las tensiones, las dicotomías entre opuestos, más exacerbadas están. Quien juzgue no halla sino condena, no encontrará paz. Solo el perdón trae paz.
Somos seres multidimensionales, temporalmente 'atrapados' en un cuerpo físico que nosotros mismos diseñamos.



Es el fin de los tiempos, el derrumbe de los barrotes del tiempo cronológico, que nos están permitiendo acceder a los rincones más ignotos de nuestro subconsciente, fuera de la linealidad del parámetro temporal, para rescatar el resentimiento acumulado tras milenios de duro abandono, desconectados de la fuente creadora de la que procedemos y a cuya consciencia deseamos llegar para poder sembrarla definitivamente en la Tierra. Tan solo necesitamos amor. Toda criatura viviente es merecedora de compasión, empezando por uno mismo. Ámate. ¿Cómo? Aceptándote tal como eres, disculpándote los errores cometidos, sintiendo como propio el dolor ocasionado a tu hermano en tu inconsciente deriva defensiva. Todas las críticas y juicios emitidos. Todo el dolor que has evitado sentir valiéndote de la coraza del orgullo, y que no ha hecho sino bloquear y postergar tu felicidad. Solo necesitas sentir. Baja los brazos. No hay más enemigo que tu ego abrazado a tus miedos.
Lo creas o no, Dios, que todo lo ha creado, te ama. Te creó a ti y te otorgó sus mismas cualidades. Simplemente has olvidado que eres su perfecto embajador. Recuerda tu infancia y la santidad de tu misión del alma. Todo este caos tiene fecha de caducidad. Está escrito. El único impedimento para que accedas a la fiesta de fin de curso es tu propio miedo a vivir, tu miedo a amar. Aceptar que no fuiste amado como necesitabas y liberar el resentimiento, permitiéndote SENTIR paulatinamente lo que te has censurado y que acumulas desde entonces. Las palabras no bastan...

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