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viernes, 27 de mayo de 2016

Souvenir, souvenir

-¿No te preguntas a veces de donde procede el pudor que tenemos los humanos a mostrar nuestra desnudez? Quiero decir, no hay un solo ser de otra especie que oculte sus órganos sexuales de la vista de sus congéneres o de la de miembros de otras especies.

-Nunca me había planteado esa cuestión. Es cierto que los humanos nos vestimos esencialmente para abrigarnos de las "inclemencias" climáticas. Sin duda se debe a que nuestra epidermis, mas fina y desprotegida que la de otros seres vivos mas adaptados al medio, no está "hecha" para aislarnos per se de los avatares climatológicos. Pero tienes razón, también es cierto que nos ponemos ropa interior bajo la ropa de abrigo y lucimos microvestimentas ajustadas que ocultan nuestras zonas erógenas para ir a la playa en verano. Actitudes que en el fondo insinuan, mas que ocultan, el conflicto latente.Y tú, cómo no, tienes una teoría al respecto...

- Verás, cada especie luce la percha que mejor se adapta a las condiciones del entorno que le es propio. Los pingüinos tienen una gruesa capa de grasa que, de vivir en el Sahara, les haría la existencia bastante incómoda. Las girafas usan su largo cuello para alimentarse de los brotes de las copas de ciertos árboles, brotes inalcanzables para otros seres vivos. Sin embargo el ser humano es peculiar pues puebla casi cualquier rincón del planeta y se alimenta de todo y más. Se pone o quita ropa en función del dntorno en el que escoge vivir. Escoge..¿te das cuenta? El homo sapiens es el primer y único homínido nómada del que se tiene noticia. Hoy nadie discute que hace 35 mil años nos dispersamos desde el sureste africano, el desierto del Ngorongoro en Tanzania, cuna de la humanidad al parecer, y desde entonces no hemos dejado de conquistar ingeniosamente parcelas del planeta, a pesar de que nuestro cuerpo físico precisa de suplementos para desenvolverse. Digamos que el planeta se convirtió, en cierta medida y en un momento determinado de nuestra evolución, en un medio hostil para nosotros. Hostilidad que hemos sabido domesticar como ninguna otra especie viva se ha propuesto.

-¿Quieres decir que hubo un cataclismo que nos hizo la vida más complicada?

-Sí, pero no del tipo que imaginas...

-¿a dónde quieres ir a parar?

-Verás, si es cierto, como afirman los evolucionistas, que venimos del mono, y los monos no necesitaron abrigarse de un modo extraordinario de las adversidades climáticas más allá que refugiarse en cuevas, ¿qué circunstancia desencadenó en nosotros, los humanos, que teóricamente procedemos de ellos, la necesidad de abrigarnos? ¿Qué pulsión ignota nos empuja a descubrir lugares más allá de la necesidad de sobrevivir? Quiero de ir, ningún otro ser vivo hace turismo, que yo sepa...

-Hay monos o elefantes que pintan....

-...por que les hemos enseñado y nos han visto hacerlo. En todo caso no fabrican museos donde exponer sus pinturas, ni organizan concursos de pintura para jovenes elefantes talentosos, ni especulan con el valor económico de las obras. Esto del arte, convengamos, es esencialmente humano. En fin, a lo que ibamos. El pudor respecto a la intimidad sexual tiene una frontera que linda muy sutilmente con el exhibicionismo. Los humanos somos seres polarizados, gozamos visitando y experimentando extremos. Pero el problema no es ese. Tener experiencias es enriquecedor. La cuestión es que esas experiencias se han vuelto adictivas. Un pollo descabezado hará cosas, antes de estirar la pata, que ningún otro pollo en su sano juicio haría.

-¿Quies decir que hemos perdido la cabeza?

-Yo diría que le hemos dado tanta importancia a la cabeza, a pensar, que se ha vuelto un lastre demasiado pesado. Es como si hubiésemos cargado un vehículo con el triple de combustible necesario para realizar una travesía y el peso de dicho exceso de combustible, lastra la marcha hasta hacerla inviable a veces.

-¿y ¿por qué habríamos de haber hecho tal cosa?

-¿Te suena la palabra "miedo"?

-Miedo a qué?

-A no llegar...

-¿A dónde?

-esa es la cuestión: no lo sabemos. Hacemos preparativos para travesías que nunca acaban de completarse. Siempre surge algo por el camino que trastoca todos los planes, todos los proyectos que el hombre en su pretenciosa creencia, despliega. Nos ponemos metas inalcanzables con la intención de justificar la creencia en la teoría evolutiva. Creemos que somos un peldaño en una escalera ascendente y buscamos ingenios para catapultarnos lo antes posible al final de esa escalera.

-¿y esa escalera no existe?

-como te lo diría...esa escalera es una invención mental, una idea fruto de la idolatría por el empirismo, por la selección natural. Te advierto que estamos cerca del punto en que decidas llamarme loco y abandonar la conversación.

-Sigamos.

-Bien. Habrás leído que recientemente se publicó un artículo científico. En él los investigadores llegaron a la conclusión, tras sesudos razonamientos, de que la razón de nuestra mayor volumetría craneal respecto de los primates u otros homínidos, se debía a que en un momento determinado decidimos dejar de masticar hierbas y alimentarnos de carne, lo cual redujo la funcionalidad y consecuentemente el tamaño de nuestros maxilares. Afirman que eso desencadenó paulatinamente el aumento de la volumetría craneal...

-no termino de ver la relación, pero pareciera una campaña publicitaria subliminal de McDonald's.

-Y no tan subliminal...jajaja. Yo tampoco veo la relación. La cuestión es que el homo sapiens, es decir nosotros, es el primer homínido nómada, que entierra a sus congéneres tras de si. Es el primer homínido que observa el cielo en busca de sincronicidades y conjunciones estelares, el primero que es capaz de representar gráficamente a otros seres vivos (los pinta en cavernas). ¿Dónde y cuándo se sitúa el punto de inflexión en la historia que catapulta a una de las ramas de homínidos hasta nuestro actual estado evolutivo?

-El cataclismo que me anunciaste antes?

-Sí.

 

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