Se dice que los instantes que justamente suceden al despertar matinal son los más propicios para recordar los sueños. Esta noche soñé que la locomotora de un gran tren de pasajeros y mercancías procedía a detenerse bruscamente. El motivo: para sorpresa del desprevenido maquinista, la siguiente estación figuraba como la consignada para un cambio de ancho de vía. Si bien dicho cambio estaba registrado en la hoja de ruta del tren antes de iniciar su travesía, esta notificación había quedado borrosa e ilegible. Lo que ignora el maquinista es que él mismo fue quien la emborronó.
El chirrido de los frenos en la ralentización de la marcha era espantoso. Los vagones de cola se veían en el sueño proyectados hacia adelante de forma violenta, obviamente por los efectos de la inercia, colisionando consecutivamente unos con otros, siendo el último vagón el inicial ejecutor de la colisión….los últimos serán los primeros reza un famoso adagio.
Ha sucedido a la experiencia humana desde nuestro advenimiento como Homo Sapiens –y sobretodo y más recientemente a la sociedad occidental que ha dominado la esfera global desde su particular hemisferio– que su locomotora ha sido tirada, desde el último cambio de ancho de vía, en solitario por una locomotora muy potente llamada intelecto, la razón, la lógica empírica. Al mando de la misma no se hallaba, sin embargo, un maquinista adecuadamente instruido, sino un usurpador demente desprovisto de sentido común, un narcisista ególatra más preocupado por ser aclamado por las victorias -pírricas sin duda- en campo de batalla al que convenientemente se abonó, que por velar por los intereses reales del pasaje. Un usurpador de funciones, las que se atribuyó ante la dejadez y desidia del conductor acreditado como tal, que consiguió mientras pudo (o que ha sucedido durante una gran parte del trayecto) disimular su falta de pericia e instrucción a los mandos con fanfarrias, distracciones y dispendios extravagantes al famoso grito de 'mas madera, es la guerra'. Todo con tal de mantener al pasaje distraído y maquillar así su natural falta de criterio.
Los vagones descarrilados impactando uno con otro tras el freno en seco simbolizan la memoria de nuestra civilización, acumulada de la travesía, agolpándose como los exámenes suspendidos en junio y olvidados durante el verano. Toca examen de memoria. Cuanto más alejados los vagones de la locomotora, más ancestrales los recuerdos y por tanto más ocultos en el baúl del olvido.
Un tren es un tren y se define a si mismo por los vagones que arrastra…y éste en particular por la literal inviabilidad de desengancharlos (por muchas lobotomías que se hayan pretendido operar).
El esfuerzo por huir de nosotros mismos tiene un precio...Y los vagones de cola, como los pliegues de un acordeón cuyo fuelle ha permanecido forzadamente extendido, regresan ahora para reclamar el crédito que desde el inconsciente olvido reclaman.
Se anuncia ahora por la megafonía del tren que en adelante el viaje continuará a bordo de un vehículo más acorde con los nuevos tiempos, más moderno, una lanzadera de un único compartimento donde todos (los que lo deseen) caben, independientemente de la raza, poder adquisitivo, creencia o rango social. Lanzadera que aguarda en la siguiente estación. Es el fin de los compartimentos. Se acabaron los baúles de memoria. Las cuentas claras y la memoria limpia.
El maquinista, delatada ya su impericia, sabe que al llegar a la estación va a ser degradado y devuelto a tareas más básicas, las que inicialmente debió realizar, por lo que se niega en su delirio a perder los galones que usurpó. Para evitar la degradación anunciada ha ideado un plan descabellado. En la creencia de que existe una vía alternativa en las proximidades de la estación que conecta con una trayectoria de regreso al inicio, una suerte de loop, está desplegando todos sus últimos recursos para conseguir que la locomotora no se detenga. En fin, los hermanos Marx lo describieron mucho mejor...Para partirse de la risa!
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