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jueves, 8 de mayo de 2014

Fin del combate

Atreverse a ser valiente, sin mirar atrás...Dicen que la duda es madre de la pereza e hija del miedo. Y claro que soltar el miedo conlleva a la felicidad. La cuestión para tantos apesadumbrados dubitativos es ¿cómo dejar de mirar atrás? ¿Por qué mirar atrás a pesar de todas las voces (progresistas por supuesto) insistentes en que la vía de la felicidad está en el mañana? De hecho ¿qué es realmente mirar atrás? ¿Por qué es algo tan aborrecible para las "fuerzas progresistas"? ¿Por qué incomodan tanto esas personas, generalmente ancianas ya (a pesar de la juventud que delatan sus documentos de identidad) que permanentemente viven recordando tiempos pasados? ¿a quiénes incomodan? ¿qué se halla verdaderamente tras la etiqueta "progresista" y "conservador"? Habrá que convenir que cuando se "mira atrás" es porque quien lo hace se siente a gusto recordando y quizá se albergan esperanzas de revivir pasados laureles u oropeles ya caducos...Se espera bien que:

-algo que fue, vuelva a ser.

-algo que no llegó a ser del todo, sea.

En todo caso son personas para los que la palabra "mañana" no existe en sus diccionarios.

Por otro lado está quien vive permanentemente en el mañana, planeando, siempre vaticinando futuras conquistas (sociales por supuesto) venideras glorias, parabienes por llegar, juzgando por supuesto el presente de caduco, y huyendo del pasado como de la misma peste. Son personas que esperan que (y se esfuerzan para que) lo que lamentablemente fue y, según ellos, nunca debiera haber sido...no vuelva a suceder.

Todos, independientemente del extremo al que basculen, esperan algo: Reverdecer a toda costa viejos laureles o...que no reverdezcan.

Por supuesto que están quienes te dirán que vaya estupidez tanto una tendencia como otra. Que ni ayer ni mañana. Que la verdadera inteligencia radica en vivir el aquí y ahora. Y ahí se plantan, sin darse cuenta de que ellos también huyen de ambos extremos creyendo estar experimentando el hoy desvinculado del ayer y del mañana.

Pero, ¿y si la verdadera paz radicase en incorporar ambos extremos en lugar de huir de ellos, en integrar polaridades en lugar de combatirlas?

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