Se suele decir que los humanos somos, a diferencia del resto de seres de la Creación, ambivalentes (bipolares se dice en estos tiempos). Que somos capaces de lo mejor y de lo peor. Que habita en algún lugar recóndito de nosotros una fuente que provee alternativamente del potencial para matar y de amar. De ahí que al presenciar nuestros involuntarios arranques de cólera no nos reconozcamos del todo sabiendo, muy en el fondo, que somos capaces de las más sublimes cotas de bondad.
Se dice que depende de nosotros escoger cuál de las dos vertientes alimentar. Que es una prerrogativa del ser humano escoger la opción más beneficiosa. Y sin duda eso es cierto, es verdad, pues nadie negará que es más de agradecer una sonrisa compasiva que nos transmita confianza y seguridad en el contexto de una situación dolorosa, antes que ser acosados con hostigamiento y represión.
Tarde o temprano, uno acaba preguntándose –como hice yo–, si existe un momento en que ese potencial compasivo y empático que, en tanto que pacientes, tanto agradecemos, podría ser no solo objeto de nuestro disfrute sino también susceptible de ser emitido por uno...
¿Dónde termina la eternizante –y eclesiástica!– esperanza y donde comienza la puesta en acción? ¿Hasta cuándo somos amados y desde cuándo somos amantes? ¿Dónde termina el resentimiento y dónde empieza la generosidad desinteresada? Sin duda que, como se ha dicho, ambos extremos cohabitan de modo intermitente aunque movidos por situaciones extremas de heroismo o de vileza, pero lo cierto es que entre ambos instantes existe un pantanoso terreno de arenas movedizas: la duda, un escenario de indecisión del que nos hemos impregnado y en el que hemos crecido. Fuimos persuadidos por quienes nos preferían esclavos de la inacción a no remover mucho esa duda, so pena de acelerar innecesariamente el proceso de empantanamiento. Pero lo cierto es que el hundimiento es irremisible a todas luces.
Algunas personas –cada vez más– aceptan que tienen un lado oscuro. Pero creen que asumiendo (en inglés awareness) su presencia y dejándola pasar de largo por medio de la meditación, consiguen aplacar a esa fiera, domesticarla. Es cierto, eso es posible para quien ha atravesado su particular 'noche oscura del alma', como bien la definió San Juan de la Cruz, abocarse a un proceso de consciente alerta. Pero la verdad es que muchos nos hemos engañado pretendiendo haber alcanzado un cierto estadio de consciencia que se presume libre de la esclavitud de las emociones. No es que no le hayamos visto las orejas al lobo, que sí, pero una voz insistente nos insta a bajar la atención. Una voz muy persuasiva y edulcorante.
Y es que el indefinido 'monstruo' que atenaza nuestras mentes trabaja a destajo y tiene innumerables recursos -a cada cual más refinado- para persuadirnos de que o bien ya hemos alcanzado el 'nivel espiritual' requerido/perseguido o bien que no merece la pena el esfuerzo (titánico, dice) de alcanzar el anhelado estado iluminado, ese al que de todos modos solo llegaron un numero muy limitado de mortales (Budah, Jesús, Krsna...). Ya están ellos (su recuerdo) para ser idolatrados...Todo con la intención de disuadirnos del empeño de parecernos a aquellos que dieron sus vidas por advertirnos del error de perspectiva. Todo por disuadirnos de mantener la guardia en alto, un estado de alerta consciente que frustre el empeño del ego de mantenernos arrulados en los 'brazos de Morfeo'. Te repiten 'no dejes de soñar', 'cree en tus sueños', 'ten esperanza'...espera, espera...Es entonces cuando llegan las palmaditas en la espalda, las alabanzas, los reconocimientos, los premios, galardones. El ego utiliza esos apetitosos y efímeros laureles para seducir nuestro orgullo por el camino. A medida que vamos insistiendo en nuestra búsqueda de la verdad, de la Libertad, las piedras que aparecen en el camino son más sutiles. Un camino que ,intrínsecamente, no tiene una meta. El camino es la meta en si.
Ser Libres, es un anhelo muy antiguo del ser humano. Pero ¿libres de qué? Tenemos vehículos con los que desplazarnos 'libremente'. Existen actividades, lúdicas o laborales que podemos escoger 'libremente'...Podemos optar ¡libremente' entre alimentarnos con un u otro tipo de alimentos. Tenemos partidos políticos entre los que poder optar 'libremente'. Sistemas operativos entre los que escoger a la hora de hacernos con un ordenador. Incluso tenemos derecho a manifestarnos libremente si algo nos disgusta. Tenemos parejas, que hemos escogido 'libremente' (?)...Pongo comillas porque para muchos empieza a ser más que obvio que la libertad de la que creemos disponer, al fin y al cabo no deja de estar condicionada por factores determinantes que sin embargo escapan a nuestro control consciente. Por eso escribo libertad con minúsculas.
Siempre nos han dicho que hay dominios de la vida que solo atienden a la razón. Y otros al corazón. Como si se tratase de una disyuntiva. Lo que he descubierto es que el camino del corazón no es la antítesis de la 'cabeza', sino la síntesis entre los verdaderos opuestos: la razón (el intelecto) y la visceralidad (las emociones) los dos caballos del carruaje (diligencia) en el que hemos transitado por esta vida.
El corazón es el lugar/momento sintético para la entente entre ambos corceles, opuestos inicialmente entre sí durante la carrera por el estrellato, en virtud de la opción de amor preferencial (especial) que el cochero haya escogido. Si Papá fue el ausente en nuestros años críticos de existencia quizá adoptemos el rol que Él dejó vacío en el orden familiar. Nuestro anhelo por recuperar al progenitor ausente es directamente proporcional a nuestra pulsión por ocupar el puesto vacante. Si la ausente fue mamá, otro tanto. Si eres varón, o mejor dicho, decantadamente izquierdocerebral, tu neurosis tendrá unos derroteros. Si tu hemisferio predominante, independientemente del sexo físico del que estés revestido, es el derecho, tu experiencia tendrá otros tintes. En cualquier caso surgen los celos del otro caballo.
Las personas depresivas (en algún momento todos transitamos por esos lodos), aquellas que optaron desde muy pequeñas por el camino de zambullirse en las emociones, no atienden a razones. Todo es abierto reclamo y necesidad (Mi suegra me lo ha demostrado con su impagable ejemplo). Por su parte, las personas pragmáticas, entregadas a la eficiencia de los cálculos de probabilidades (en algún momento todos transitamos por esos lodos), no entienden de sincronicidades, de coincidencias mágicas, no saben gestionar imprevistos ni leer los signos invisibles que para los animales y los niños son evidentes sin parapetarse tras sus chalecos antibalas, no atienden al dominio de la intuición.
A la Libertad Real, la que brota con mayúsculas sin pensar (con la cabeza), pero sintiéndola desde el centro del corazón, los antiguos la llamaron 'Libre albedrío', la capacidad anhelada por el sabio Salomón, para discernir entre actuar correctamente frente a cualquier disyuntiva. Pero esa capacidad de discernir, oculta y aletargada esperando su lugar y momento está condicionada por los recuerdos alojados en el inconsciente. Y la verdad (vergüenza) oculta en el verdadero 'patio de atrás' (backyard) aflora interruptamente por medio de lapsus linguae (fallidos, chistes, metáforas...), sueños,...hasta que decidimos dejar de ser esclavos de nuestra capacidad represora inconsciente y optamos por atender el reclamo del caballo renegado, es decir el hemisferio que fue relegado al ostracismo, agraviado en el envite a la hora de escoger entre papá y mamá, entre izquierda y derecha, entre conservar y progresar, entre retener y soltar, entre gritar o callar. Hasta que decidimos optar por recordar en lugar de olvidar...recordar...volver a 'cordar', ligar, volver a ligar, religar (religión)
La Libertad, lejos de ser un objeto de deseo, está intacta. Pero en muchos de nosotros se halla secuestrada por una energía oscura llamada miedo. De eso, ya lo sabes, se ha ocupado profusamente la literatura de la llamada Nueva Era. Pero muchos se preguntan finalmente, ¿es bueno tener miedo o no? Depende de para que lo uses. El agua te hidrata, pero puedes ahogarte en ella...
El miedo sabemos que sirvió a nuestros ancestros evolutivos más recientes para advertir de peligros que atentasen contra su (nuestra) integridad, para asegurarse la subsistencia. Una vez hecho acopio del miedo y haber éste plasmado su función, el miedo desaparecía. Pero algo sucedió en algún momento para que el miedo fuese acreditado para extralimitarse de sus funciones. Desde el advenimiento de la era moderna el ser humano ha sido adoctrinado para apelar al miedo frente a la cotidianeidad,a verla como una dolorosa amenaza. Y el miedo ha adquirido, así, patente de corso para hacer notar permanentemente su renovada jerarquía, sumiendo a la especie en una neurótica huida del supuestamente insoportable (muchas veces imaginario) dolor.
El miedo solo es efectivo si camina libre, de la mano de la intuición.
Estamos de acuerdo que el trabajo más efectivo al que nadie pueda consagrarse es el que consiste en destapar el tarro de la intuición, en concederle el apropiado crédito a la natural capacidad de discernimiento de que gozaban los humanos antes de que el miedo al dolor obnubilara su paz. Un crédito que le han negado las personas pragmáticas con un hemisferio izquierdo sobreocupado.
Pero ¿cómo se destapa la intuición?, te preguntarás.
Existe una máxima que, desvinculada del conocido contexto de sacrificio, conduce a la liberación de la esclavitud. El trabajo de rescate de las emociones reprimidas, ese lado oscuro censurado, el único trabajo válido y coherente al que todo ser consciente de su esclavitud mental debe encomendarse. Un lado oscuro que clama por salir más que de su condenado armario, del tabique donde fue emparedado. En el caso de las personas depresivas, generalmente 'con vena artística', corresponde a una recuperada capacidad organizadora y estructurante. En las personas pragmáticas y efectivas, lo contrario, el anhelo de romper moldes, de hacer locuras, de jugar. Lo que ocurre es que todos tenemos ambos potenciales, todos poseemos en proporciones dispares un desequilibrio entre ambos hemisferios (ver más aquí: http://hoyxtiredefavores.blogspot.com.es/2011/12/la-cura-unir-los-dos-hemisferios-i.html). Conciliarlos desde el Corazón significa atender al corcel que ha sido desconsiderado, el enemigo nº 1. Y atenderlo es sentirlo. Y sentirlo es conmoverse ante el presidio al que una parte vital de nuestra esencia ha sido confinada.
...
"Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No ofrezcáis resistencia al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, ofrécele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.
Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; solo así seréis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.
Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?
Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?
Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.
...
La Libertad no es un fin, no es una meta que debamos alcanzar, pues ya somos libres de nacimiento (no en vano así lo corrobora el artículo 1 de la Declaración universal de los derechos humanos). Es decir, tenemos intacto el poder para escoger. No es una meta pues que haya que alcanzar. Ser libres? Ya lo somos. La Libertad es una herramienta que nos ha sido dada, un módulo de serie, ya incorporado en los circuitos, emitiendo pulsos desde los recuerdos ancestrales de nuestra vida libre de ataduras mentales hace más de 10 mil años, pero de la que aún no hemos hecho sino un uso desvirtuado. La Libertad, que es la Consciencia misma tiene como meta saber escoger, llegado el momento de la disyuntiva, sin eludir el dolor que pueda derivarse (nadie se muere de dolor sino de las consecuencias de eludirlo) optar entre dos opciones. El dolor no es una condición, es una verdad.
Para dejar de huir inconscientemente del dolor 'presente' 'eckartolliano', muchas veces imaginario, la Libertad precisa de la valentía para acudir a esa celda, oscura, en las profundidades de nuestra fortaleza hasta ahora inexpugnable, el súcubo de todos los dolores pasados. Acudir allí, a esa cueva ignota, al rescate de la majestuosa energía dejada en consigna, el niño interno junguiano, aterrorizado que aún suplica por la atención que no se le concedió cuando más lo necesitaba.
En el camino hacia el lado oscuro acabamos descubriendo que no es tan fiera la bestia como la pintan...
"…Pero no quieres hacerlo. Tienes miedo. Te aterroriza decir lo que sientes.
Tú mueves, chaval."