PRÓLOGO DE AGUSTÍN GURZA AL NUEVO LIBRO DE ARTHUR JANOV "Psychology of Every Day Life"
Cuando Arthur Janov escribió "El Grito Primal" (Primal Scream) hace hoy casi 50 años, literalmente revolucionó el campo de la psicoterapia con un tratamiento al que audazmente denominó "la cura para la neurosis". Desde entonces, ha escrito más de una docena de libros y artículos incontables expandiendo, refinando y enriqueciendo su teoría. Sin embargo, los principios fundamentales establecidos en el libro original se mantienen aún hoy inalterados.
La práctica clínica de la Terapia Primal® ha evolucionado con el tiempo. Sin embargo, el descubrimiento básico -acerca de por qué la gente se enferma y cómo pueden ponerse bien- ha dado como resultado un conjunto de verdades que han demostrado ser tan inmutables como las leyes mismas de la naturaleza. Con todo, la Terapia Primal no es sólo una modalidad de tratamiento para los problemas particulares de ciertas personas. Se trata de una visión unificada del mundo, de una Weltanschauung (Cosmovisión), si se quiere. Una visión global que ayuda a explicar muchos de los males que afligen a cada hombre y mujer, es decir a toda la humanidad. La Terapia Primal es un marco teórico que nos ayuda a comprender no sólo la psicología del individuo, sino también la dinámica de nuestra llamada "sociedad enferma".
Así como la Terapia Primal ayuda a desentrañar los misterios de nuestras neurosis personales, también arroja luz sobre las fuerzas monstruosas que rigen nuestro munso y que con frecuencia nos aterran públicamente (atentados terroristas, magnicidios, etc.). Eventos para las que no paramos de buscar una explicación.
Es esta perspectiva primordial (Primal®) la que se aborda en los ensayos que el Dr. Janov ha compilado en esta colección. Detrás de cada comentario y crítica hallamos una profunda comprensión de cómo funciona la mente humana, y cómo puede retorcerse y disstorsionarse fruto del abuso físico y emocional, y de la privación de amor en la infancia. Para aquellos que han seguido el trabajo del Dr. Janov a través de los años, el contexto de estos ensayos se da por asumido. Se podría decir que hablamos el mismo idioma original. Y hasta cierto punto, estos ensayos tienen valor por si mismos. El lector encontrará en ellos temas magnetizantes expresados en lenguaje accesible.
El Dr. Janov observa el mundo con una maravilla y asombro que todos podemos compartir, en un lenguaje que evita la jerga densa del academicismo psicológico que tiende a menudo a confundir en lugar de aclarar. Sin embargo, una comprensión básica de los principios primales sin duda puede mejorar la apreciación del lector de este trabajo, ya que surgen observaciones del Dr. Janov fuera del pensamiento primitivo. Con esto en mente, este preámbulo que aquí publico se ofrece para ayudar a explicar algunas de las ideas que forman los pilares de la Terapia Primal®. No está pensado como un curso teórico acelerado de dicha terapia. Tan sólo está destinado como fondo para aquellos lectores no familiarizados con los principios básicos de la terapia. La única salvedad es que el siguiente resumen expone la teoría en su forma más elemental. Para una mejor comprensión, los lectores deberán consultar la Fuente. Aquí tienes, pues, sucintamente esbozada, la Teoría Primal.
Todos somos Hijos de la Necesidad.
El primordial y más fundamental principio esgrimido por el Dr. Janov se indica en la primera línea, corta pero poderosa, de su libro El Grito Primal: "Todos somos hijos de la necesidad." Palabras más verdaderas nunca fueron habladas. Cualquier intento de comprensión de la enfermedad mental, origen de toda somatización física, tiene que empezar con esa premisa. Todos los seres humanos tienen necesidades, desde el primordial ("tengo hambre") al psicológico ( "préstame atención/dime cosas bonitas"). Y cuando esas necesidades no se satisfacen en las etapas primarias de la existencia, el organismo humano empieza a emitir señales de disconformidad y...deterioro. ¿Por qué? Sencillamente porque duele cuando las necesidades básicas no son satisfechas en la ventana de tiempo en que lo precisan.
Parecemos comprender esto muy claramente cuando se trata de la vida de las plantas. Nadie duda que las flores necesitan una cierta cantidad de sol y agua y un cierto tipo de suelo, o se marchitan y mueren a causa de la falta de elementos esenciales de la vida. Lo mismo sucede, y lo comprendemos, con nuestros animales domésticos, nuestras mascotas, en un nivel físico y emocional: respondemos instintivamente cuando necesitan afecto y atención.
Sin embargo, parece que no estamos tan en sintonía con nuestras propias necesidades, las humanas, sin duda mucho más estratificadas y complejas del mismo modo en que lo está nuestro cerebro. Las consecuencias de ignorar esas necesidades también se despliegan de modo complejo como veremos.
No nos engañemos más: Sufrimos de privaciones en etapas evolutivas en las que no estamos estructurados mentalmente para absorber el dolor derivado de esas privaciones. Como consecuencia, encontramos (elaboramos), en un intento denodado por negar la verdad, una manera interna de reprimir la realidad, de "superarlo". Aprendemos que hay que seguir adelante, y socialmente eso es lo que predicamos. Pero permanecemos ignorantes del gran costo que pagamos.
El precio de las necesidades insatisfechas es la neurosis. La supervivencia. La "no-vida".
La estructura teórica de toda la Terapia Primal se basa en que la comprensión básica de las necesidades humanas. Unas necesidades que evolucionan con el tiempo, en etapas sucesivas. A medida que nuestro cerebro se desarrolla, también crecen a la par nuestras necesidades. En tanto que bebés, nuestras necesidades son cuantitativamente pocas, aunque muy acuciantes: necesitamos ser alimentados, tocados, abrazados, que se mantenga nuestra temperatura corporal, sentirnos seguros y cómodos. Todo para mantener la calma [en un entorno inicialmente ajeno y de entrada hostil -de ahí el llanto al nacer- para alguien que procede de un medio líquido como es la matriz materna. N. del T.]. Las necesidades son, pues, simples, pero lo que para un adulto humano no consiste más que en esporádicas y 'caprichosas', rabietas, para un frágil bebé se trata de un asunto de vida o muerte. Dichas necesidades deben ser colmadas con urgencia. Por supuesto, los bebés no pueden alimentarse por sí mismos o cubrirse cuando están fríos. Así que instintivamente SABEN que van a morir sin alimentos, si se les deja solos. Es por eso que, cuando los bebés comienzan a llorar para indicar sus necesidades, sus gritos suenan de manera alarmante. Para ellos, el peligro que SIENTEN es inminente porque no tienen la capacidad intelectual para tranquilizarse a si mismos. No tienen capacidad para concebir que la ayuda podría estar en camino. De hecho, los bebés no tienen forma de medir el tiempo, excepto en función del ritmo a que son satisfechas de sus necesidades.
Si esas necesidades, a medida que son reclamadas, son satisfechas con prontitud, se sienten queridos y pueden seguir creciendo y "floreciendo". Si no es así, se empatanarán y sumergirán en el dolor, uno que deben superar a toda costa, del que deben huir (evadirse), pues atravesarlo (aceptarlo/SENTIRLO) sería mortal de necesidad [ver muerte súbita. N. del T]. La crisis que representa para el organismo infantil es compatible con la urgencia de la necesidad. Un adulto desconectado de esa realidad tendrá tendencia a ignorar eso e incluso calificar a los niños de egoístas (del mismo modo en que asi fue juzgado por sus propios padres), ignorantes de que el narcisismo en si es una etapa necesaria que atravesar para abrazar el desprendimiento.
Para los adultos, a veces es difícil de captar la intensidad del dolor que un bebé, en el solitario lamento de su cuna, (abandonado y traumatizado por ello) puede sentir. Es por ello que algunos padres, alentados por multitud de consejeros, profanos y hasta profesionales, todavía creen que es inofensivo e inocuo dejar que sus bebés lloren hasta dormirse, llegándose a creer que el bebé se calmará a esa edad por si solo, lo cual es un Oxímoron (contradicción en términos) en toda regla.
Un bebé es, por definición, un Ser humano en su etapa más frágil, débil y vulnerable, con un cerebro que no se ha desarrollado lo suficiente como para ayudarse a entender lo que está sucediendo, y mucho menos capaz de protegerse con algún tipo de subterfugio mental que alivie sus propios miedos (argumentar intelectualmente es algo propio de etapas posteriores). Aquí es donde comienzan los sentimientos de terror, la desesperación y la desesperanza. Aquí es donde se siembra la semilla de la neurosis.
En la etapa siguiente a la tierna infancia, pasados los tres años, nuestras necesidades se hacen más complejas. Nuestro cerebro es cada vez mayor; estamos adquiriendo el lenguaje y un sentido de nosotros mismo. Por supuesto que todavía tenemos necesidades básicas de alojamiento y comida, aunque ahora podemos mantenernos corporalmente calientes por más tiempo y hasta sacar la leche de la nevera. Pero ahora tenemos una necesidad más que añadir a la lista: la de aprobación y aliento.
A medida que aprendemos nuevas habilidades y probamos cosas nuevas necesitamos sentirnos reconfortados cuando cometemos un error, cuando fallamos, y sentirnos apreciados cuando tenemos éxito. Necesitamos que nuestros padres calmen nuestros temores y nos apoyen en nuestros primeros pasos hacia la independencia. Y lo más importante, necesitamos tener la libertad de expresar nuestros sentimientos, ya sea de alegría, dolor, ira o miedo. Cuando nuestras necesidades están cubiertas en este nivel, cuando se aceptan nuestros sentimientos, nos sentimos amados, conocemos el amor. Nos sentimos lo suficientemente fuertes como para crecer y atrevernos a dar nuestros primeros pasos en el mundo. Ésta, y no otra, es la forma en que adquirimos autoestima, algo que no se puede enseñar o adquirir más tarde [salvo si, como veremos más adelante, el bloqueo que mantiene oculto ese poder se destapa. N. del traductor]. Si por el contrario, el niño se enfrenta a la negligencia y la desaprobación de los adultos, el dolor se agrava y se añade al dolor ya almacenado por las no satisfechas en la etapa previa. Y la cebolla va acumulando capas.
Para cuando llega la adolescencia, el niño puede ya haberse convertido en un neurótico en toda regla, en términos "primales". Todos hemos visto a los adolescentes que están enojados con sus padres y hambrientos de amor y aprobación de sus compañeros. El sistema psíquico/emocional ya está "fuera de control", y los padres se echan las manos a la cabeza sin saber cómo manejar a sus tempestuosos adolescentes. Se preguntan: ¿Qué hicimos para merecer esto? ¿En qué nos equivocamos?
Nuestras necesidades continúan en la edad adulta. Tenemos una necesidad de encontrar el amor maduro, de tener éxito en nuestro trabajo, tener amistades honestas, comer sano y dormir lo suficiente. Sin embargo, la mochila de las necesidades insatisfechas que cargamos desde etapas más primitivas podría ser una carga de dificultades INSOSTENIBLE para convertirse en un éxito adulto, feliz. Como veremos más adelante, no podemos escapar de las necesidades no satisfechas de nuestro pasado. No es, en todo caso, de huir de lo que se trata.
La represión y los tres niveles de conciencia
La noción del subconsciente es crucial para comprender la dinámica de la Terapia Primal. No se trata ya de un subconsciente misterioso, en el sentido freudiano del término, una profundidad oscura, ignota y violento que se ha de evitar a toda costa. El subconsciente primal es una cueva simbólica donde se almacena el dolor de toda necesidad NATURAL que no fue satisfecha, todas esas sensaciones sentidas desde la infancia. Y esto nos lleva a otro pilar fundamental de la teoría primitiva: la represión. Todos estamos familiarizados con la forma en que el cerebro reprime la conciencia de los acontecimientos traumáticos en la edad adulta, tales como accidentes automovilísticos graves o agresiones sexuales violentas. Las víctimas a menudo dicen que recuerdan todo lo que sucedió hasta el momento de la catástrofe, pero no el evento en sí. Es evidente que la mente es capaz de bloquear la conciencia de experiencias acaecidas, y muy dolorosas, para proteger el organismo. Lo mismo sucede para los eventos traumáticos de la infancia. El cerebro humano es capaz de enterrar los recuerdos dolorosos, junto con todos los sentimientos vinculados a esos recuerdos, como una manera de proteger al individuo de una "toma de conciencia" insoportable. Y para los niños vulnerables expuestos a abuso o negligencia, esa toma de conciencia representa una amenaza para el sistema: "no soy amado." La represión, es, por lo tanto, un mecanismo de supervivencia que le permite al niño encapsular y enterrar el conocimiento de experiencias traumáticas cuando el dolor es imposible de asumir en esa etapa de crecimiento. De lo contrario tenemos la muerte súbita en bebés.
Hay mucha nueva investigación científica en curso que ilumina el camino de la neurológica. Y eso incluye los descubrimientos en la metilación. De momento, sólo tenemos que entender que los recuerdos y sentimientos traumáticos generan un bloqueo de la conciencia del ser humano en el momento en que se producen. Los recuerdos reprimidos se archivan, estratificadamente, en capas (símil de la cebolla) de temporalidad, creando niveles de conciencia que se corresponden a cada etapa del desarrollo de un individuo.
En la Terapia Primal, hay tres niveles de conciencia, todos interconectados a través de sus recuerdos y los sentimientos asociados.
El primer nivel de conciencia es el que llamamos la primera línea. Es el nivel más temprano que corresponde a las experiencias pre-verbales de la infancia, incluyendo el nacimiento.
El segundo nivel, o segunda línea, abarca las experiencias de la infancia que incluyen todas las respuestas emocionales que surgen de la interacción evolucionando con nuestros padres.
El tercer nivel de conciencia, la tercera línea, representa nuestra experiencia actual como adultos, que incluye las relaciones con nuestros seres queridos, nuestros esfuerzos en el trabajo, etc. Este es el nivel de nuestra conciencia en el presente, el tan cacareado AQUÍ y AHORA. Uno que, salvo evento catastrófico, no nos es ajeno. Es la parte mínima de conciencia que nos permite sobrevivir. El neurótico habitual es consciente de los sentimientos y reacciones en este nivel, a pesar de que no puede entender en cierta manera el por qué de sus causas. En casos extremos, como dije, incluso la conciencia en esta tercera línea puede ser bloqueada, aunque los niveles subconscientes (1ª y 2ª linea) todavía estén generando un comportamiento en el presente. Este es el caso de asesinos psicópatas que no sienten nada al cometer actos horribles, por lo que los testigos los etiquetan a menudo como asesinos en masa (en serie) pues actúan metódicamente y con aparente calma, con la mirada en blanco, o incluso esbozando una sonrisa. La rabia alojada en el nivel inferior (1ª linea) que impulsa estos impulsos asesinos está tan enterrada en los sótanos de la conciencia que algunos asesinos, más tarde, al ser interrogados, confiesan que no saben por qué lo hicieron.
Hay un corolario importante a la teoría de estos tres niveles de consciencia, y que es la noción de resonancia. Esta es la idea de que los sentimientos similares están conectados entre sí a través de los niveles de conciencia, desde el presente al pasado y de vuelta al presente. La resonancia es crucial en el ámbito clínico, ya que proporciona el vehículo por el cual los pacientes pueden tirar del hilo de una sensación desde el presente y ser conducidos hasta la raíz, de vuelta a los sentimientos, interconectados por resonancia verosímilmente al pasado.
Neurológicamente hablando, los tres niveles de conciencia corresponden a la estructura de nuestro cerebro trino, que, en términos generales, se desarrolla en las mencionadas tres etapas. Por lo tanto, los sentimientos de primera línea se registran en las partes más antiguas, más primitivas del cerebro (encéfalo/cerebro reptil); la segunda línea consiste en el nivel medio, los centros de los sentimientos (cerebro límbico); y la tercera línea se acopla a la parte más superior/exterior desarrollada en la última fase del despliegue cerebral, el Córtex prefrontal o neocórtex. Este breve resumen no hace justicia a la ciencia, pero baste con decir que la Teoría Primal está en sincronía con la forma en que el cerebro está construido, y la forma en que evoluciona y crece.
Para nuestros propósitos, es importante saber que estos fundamentos primordiales - el dolor, la represión y los niveles de conciencia - nos ayudan a entender muchos de los misterios de la conducta humana. Todo se "aclara" con una pizca de verdad primordial: Los seres humanos tienen recuerdos reprimidos y sentimientos del pasado que impulsan nuestras acciones, pensamientos (creencias) y emociones en el presente, sin tan siquiera saberlo, de modo inconsciente.
La Ley de evasión y el yo dividido
Los recuerdos reprimidos y sentimientos dolorosos no son simplemente enterrados y olvidados de la conciencia. Permanecen como una fuerza poderosa motriz dentro del individuo, empujando constantemente, clamando por su resolución. La represión produce un yo dividido, el consciente frente al inconsciente. La división crea un constante estado de conflicto y tensión que sólo puede resolverse apelando al conjunto, a la unificación de ambas mitades de la naranja, de uno mismo...
Esta visión significa traer el inconsciente a la conciencia plena. Eso es, en resumen, es el objetivo de la Terapia Primal, para unir las paartes separadas y hacer que la persona restablezca su totalidad de nuevo. ¿Cómo? mediante la recuperación de los recuerdos enterrados por uno mismo de forma sistemática y finalmente experimentar el dolor de la necesidad no satisfecha, reprimido y mantenido "a raya" durante tanto tiempo. La cura se encuentra en el hecho de revivir e integrar esas experiencias traumáticas no asumidas.
Sin esa resolución, la fuerza imparable de esos viejos sentimientos enterrados, continuará afectando a la personalidad del Ser Humano y se cobrará un peaje: la merma de su salud. Mientras que la represión aparenta mantener con comodidad a los demonios de la neurosis, la presión que esa represión ejerce en el sistema con el tiempo acaba conduciendo al deterioro y muerte por via básica de 3 patologías: cáncer, enfermedades coronarias, y la demencia (Alzheimer). El cuerpo se descompone, por así decirlo, bajo la presión de la represión en el tiempo.
Con el fin de facilitar la supervivencia de manera efectiva, la represión requiere de defensas. Algunas defensas están integradas en el sistema de forma natural a través de agentes bio-químicos naturales, producidos por el propio organismo (endorfinas, dopaminas, serotonina, oxitocina...). Estos ayudan, hasta cierto límite, a crear un sistema de llenado, un colchón protector que mantiene los recuerdos traumáticos inconscientes, lo que permite que, atenuado el dolor, tengamos una oportunidad de "seguir funcionando" (Funcionando en la tarea de rescatar esos sentimientos enterrados). En algunos casos, sin embargo, el dolor es tan intenso que daña o debilita ese colchón, esas compuertas naturales (Titanic), con lo que el dolor más próximo a la superficie (3º nivel) desata directamente la furia ocasionando el sufrimiento de quien lo padece [y sin duda reprecutiendo en los llamados "daños colaterales" del todo innecesarios. N. del T.]. Es el caso de las personas que acuden a Terapia Primal, ya que su dolor, incontenible, se abre paso y necesitan desesperadamente una manera de resolverlo. Otros pueden recurrir a las drogas o el alcohol para aliviar el sufrimiento, cayendo en el riesgo de una vida de adicción ya que el dolor no resuelto siempre estará ahí, lo que requiere más y más medicamentos para mantenerlo tapado.
Nuestro comportamiento también puede constituir una línea de defensa. Mantenemos nuestros viejos sentimientos de distancia mediante normas compulsivas de conducta tales como la misoginia/machismo-vs. homofobia/feminismo, el apego a los bienes materiales, la adquisición de la riqueza, mantenerse ocupado, buscar cada vez más títulaciones y diplomas de reconocimiento profesional.
El consumo de drogas es también una forma de escapismo, pero que reprime directamente el sistema a pesar de la intervención química. Las conductas escapistas, los autoengaños, funcionan simbólicamente. Tratamos de satisfacer nuestras necesidades pasadas mediante sucedaneos (sexo, gula,...), pasatiempos excitantes que no son sino símbolos, permanentemente sometidos a actualizaciones, de esas antiguas necesidades, de lo que nos faltó en el pasado. Así, si a una persona le faltó la tierna y cálida caricia de una madre o los amorosos y tranquilizadores abrazos de un padre, él o ella podrán buscar constantemente HOY y AHORA ese toque humano a través del sexo. Y los sucedáneos nunca satisfacen sino que son conducentes a más adicción. De hecho, y por paradójico que suene, no hacen sino abundar (ahondar) en el vacío existente. Si un niño estaba constantemente dejado de lado y nunca fue alabado, pueden convertirse en esos artistas televisivos que pueblan las cadenas mediáticas siempre en busca (ellos y ellas) de aplausos.
El Dr. Janov lo explica de esta manera:
"Nos mantenemos ocupados haciendo cosas para evitar sentir que no hay nada que podamos hacer. Buscamos nuevos proyectos para atarnos a la esperanza de evitar sentir que no había esperanza. Seguimos controlando cosas para evitar sentir la sensación de que estuve indefenso, el sentimiento de indefensión. Haciendo llamadas telefónicas, nos enviamos mensajes, para evitar la sensación de soledad.
Ahora ¿por qué haríamos eso? Porque la sensación de "estoy solo" no es sólo algo de ayer o de hoy; Es la soledad primordial testificada en los primeros minutos o semanas de vida cuando la madre, que estaba ausente (drogada, agotada,...) en el parto, abandonó a su bebé. La soledad se convirtió en una cuestión de vida o muerte. Y se trata de una soledad devastadora, que puede ser desencadenada en el presente cada vez que se nos deja solos por un tiempo.
Estamos actuando sin cuartel contra el dolor, por lo que la eternizante huida es inconsciente; no sabemos lo que nos impulsa y por lo general ni siquiera sabemos que nos estamos impulsando. Todo sucede de modo automático. Evitamos permanecer sentados ("culo inquieto, decimos) para evitar recordar/sentir el confinamiento experimentado al nacer, atrapados en el sofocante canal uterino. Luego un hogar tenso y deprimido, que también era "sofocante." Vamos reptando en nuestro intento de huida de nuestro pasado, sin darnos cuenta que los motivos de los que huimos, lejos de ayudarnos, nos hunden más.
Una de las razones por las que sabemos que el dolor está ahí es por la vía de escapatoria que inventamos. El comportamiento obsesivo continuado parece irracional, sin embargo en realidad estamos tratando de escapar de la sensación terrorífica, del dolor, tratando de superar una difusa sensación de malestar. El drama radica en que no sabemos de qué se trata ni cómo deshacernos de eso.
Yo solía pensar que aquello de lo que huíamos era la muerte; pero ahora me doy cuenta de que es el sentimiento subyacente aquello de lo que huimos, lo que mantiene el sistema escapista activado y obliga al acto de salida. Y el acto último de salida, no es otro que la muerte. En nuestra huida de nuestros sentimientos, de nosotros mismos, buscamos la muerte.
Comportarse temerariamente no es otra cosa que desafiar a la muerte para que venga a recogernos en vista de que no acude de modo natural. Un temerario (generalmente alguien con la vida material resuelta) se enfrenta a la muerte y acaba abrazándola, tanto es el apego inconsciente, el magnetismo que ejercen los recuerdos inconscientes de su vida temprana. La huella de la proximidad de la muerte es tan fresca que obliga al temerario a intentarlo una y otra vez.
Un consejero/psicólogo puede insistir en que hay que detener ese comportamiento "negativo", pero si no ve ni reconoce la fuerza que lo impulsa a continuar sus consejos serán en vano.
La necesidad es una fuerza de comportamiento implacable. Está fuera de control debido a que ya está controlada por fuerzas inconscientes que la gobiernan, que son más fuertes que cualquier acto de voluntad consciente del 3º nivel.
Reconoce tus técnicas escapistas y tendrás una buena idea del dolor del que huyes. Ahora viene la parte difícil: sentirlo".
La Visión y los Ensayos
En la terapia, la fase final de un "primal" es el momento en el que el paciente emerge de una vieja sensación y se da cuenta del impacto que ha tenido en su vida todo el tiempo. Esta etapa se llama la visión. Por último, los sentimientos reprimidos se hacen conscientes, y con eso viene una nueva comprensión del por qué de nuestras a menudo de nuestros sorprendentes e incomprensibles actos u omisiones. El terapeuta no proporciona la visión al paciente. La idea surge del paciente mismo al revivir los viejos dolores, o más bien, experimentándolos de manera consciente por primera vez. Hacer la conexión con la vieja sensación en su contexto original es lo que trae alivio y curación. Una vez que se siente el dolor antiguo, ya no ejerce su "fuerza subterránea", y podemos dejar de tratar de satisfacer simbólicamente con subterfugios y sucedáneos la antigua necesidad que creó el dolor en primer lugar, y nos mantuvo 'alocados' todas nuestras vidas.
El Dr. Janov escribió los ensayos de este libro usando esta idea primigenia de cómo funciona el comportamiento humano. Se podría decir que está utilizando los conocimientos obtenidos por cientos de pacientes para ayudar a explicar lo inexplicable: ¿Por qué los asesinos/terroristas en masa matan?, ¿por qué celebridades exitosas se suicidan, ¿por qué la gente siente la necesidad de viajar todo el tiempo, ¿por qué tantos niños sufren de ADD, y por qué es tan difícil de encontrar el amor verdadero, una promesa que se revela decepcionante pues parece nunca cumplirse. La Teoría Primal proporciona la lente, el foco de gran alcance que nos permite investigar más allá de la superficie de esta matriz de la conducta humana frustrante, chocante y desconcertante. Al igual que una primal, el análisis a posteriori es a menudo esclarecedor.
Fuente: http://cigognenews.blogspot.com.es/2016/09/preamble-by-gurza-of-my-next-book.html
autor: A. Gurza.
traducción: Lars Quetglas
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