Todos nos sentimos derrotad@s alguna vez, Probablemente ahora más que nunca, al comprobar que aquello a lo que llamamos 'progreso' ('evolución' para los darwinistas), se ha revelado como una publicitaria cortina de humo de la que, realmente, no hemos participado. Una cortina, por otra parte, ya conocida por las antiguas civilizaciones (māyā/hinduismo o 'velo de Isis'/Egipto) que la denominaron 'ilusión'.
Si lo piensas bien, si te vuelves cartesiano por un instante y piensas dos veces lo que ibas a decir, es decir 'reflexionas', te darás cuenta de que aquello que se siente derrotado no eres tu, sino tus pensamientos. Tuyos porque los pensabas tu, pero una posesión a fin de cuentas. Igual que cuando sientes dolor, dices 'me duele aquí o allí' estás describiendo el lugar en donde a ti te duele. Un lugar que es tuyo,...luego, no eres tu. Y todas las posesiones son tuyas hasta que decides que dejen de serlo...
Cuando hasta un simple comentario escuchado se convierte en fuente de ira y cualquier desdén sufrido en algo apabullantemente pesado, hay que reconocer que ha llegado el momento de hacer revisión de daños. Es el momento de examinar (no analizar, ojo) qué heridas abiertas olvidadas, congeladas/cristalizadas, por el desmemoriado ego reclaman de una vez por todas ser observadas, dolidas y amablemente suturadas.
Y este es el momento y el lugar. Estés donde estés, sea cual sea la edad que refleje el documento que las autoridades competentes (menuda vaguedad) hayan ideado para que tu identidad sea fehacientemente acreditada (menudo dislate, convengamos), aqui y ahora es el lugar y el tiempo de hacer balance de existencias, inventario de lo que sirve y lo que no sirve, de los lastres acumulados que precisan ser liberados. Te lo debes. Tu vales. Yo valgo. Todos valemos. Siempre hemos valido. Tan solo lo habíamos olvidado...
Cuando escuchas que no es bueno acumular rencor asientes y te vuelves inmediatamente el más enconado apóstol de la no violencia. Eso sucede, claro está, hasta que algo te saca inesperadamente de tus casillas y todo tu castillo de naipes se derrumba.
Ser honesto con uno mismo es, no resignarse, sino aceptar que la ira sigue siendo una asignatura pendiente. No con tu presente, sino con tu pasado. Y 'regresar' a él no es retroceder, sino un ejercicio de higiene emocional. Una higiene que sin duda incomoda sobremanera a quienes hacen apología del progreso, a quienes juzgan las debilidades ajenas, y viven alimentando frenéticamente la euforia del mañana, en la inconsciente esperanza de poder huir de la insoportable levedad de su hiriente presente, en la ilusión por cambiar su destino. Pero no se dan cuenta de que el mañana ya es hoy. Hoy, el mañana de ayer...y no lo están viviendo tal como se prometieron, como te prometieron, de acuerdo a sus prometidos principios. Y eso sucede porque siempre están viviendo de proyectos, proyectando ideas colosales, ideas mastodónticas, desconectadas de la realidad, planes que nunca terminan de plasmarse porque...al destino que aguan siempre se obstina en cojear. A la mesa ideal acaba siempre faltándole una pata. Una pata sin la que todas las ilusiones, legítimas sin duda, se desvanecen. Una pata que permanece oculta de los flashes, arrinconada en sótano donde habitan los atemorizantes fantasmas del pasado. Es ese recurso creativo que necesitas para que todos tus proyectos puedan plasmarse. Un recurso que, para tu sosiego, está escondido en un lugar/tiempo perfectamente accesible, sin necesidad del permiso de ninguna autoridad externa. En ese íntimo baúl de los recuerdos olvidados, habita tu niño/niña interior, el único faro con el que puedes contar y en el que estás destinado a convertirte.
"A veces, sólo a veces
hay instantes en que...
Retirarse no es rendirse,
ni discrepar es agredir.
A veces, atreverse a dudar
no es veleidad
ni variar el rumbo hipocresía
como tampoco permitir
que algo se derrumbe
implica desear destruirlo.
Hay momento en que estar a solas
no es misantropía,
ni el silencio no tener qué decir.
Quedarse quieto no es por pereza,
ni cobardía es dejar de combatir.
Sumergirse no es ahogarse,
ni retrocedes para huir.
No se desciende trastabillando,
ni el cielo ganas por bien sufrir.
Ninguna condena es eterna,
ni por perdones vas a morir.
A veces, de vez en cuando...
Hace falta soltarse,
arriar las velas, abandonarse,
dejar que la corriente te lleve,
a la espera de que el viento cambie,
cerrar los ojos y enmudecer."