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viernes, 6 de septiembre de 2013

Olvidé caminar


Cuando decidimos emprender una actividad estamos poniendo en movimiento tanto nuestro cuerpo físico como nuestra mente.
"Cuando enciendo mi computadora y veo una pantalla determinada (mi gestor de correo, mi cuenta de Facebook, mi cuenta bancaria,...) en mi ordenador que precisa de una contraseña para acceder, automáticamente tecleo la secuencia alfanumérica que un día asigné a tal actividad. No pienso, simplemente repito automáticamente, irreflexivamente, lo que 'estoy acostumbrado' a hacer. Eso me permite poner en marcha toda la cadena de acontecimientos que me llevan a realizar una tarea.... Y eso ha sucedido –ya digo, automáticamente– hasta que un día me detuve a REFLEXIONAR acerca de algo tan aparentemente banal...
...y ya nunca nada volvió a ser igual.

– "El 12 de Septiembre de 2001, el día después del atentado de las torres gemelas del World Trade Center me dije: "POR SEGURIDAD, debería anotar mi contraseña de acceso a mi área de cliente del banco" (nunca lo había hecho), no sea cosa que la olvide. Lo dije, pero no lo hice. Consecuencia: la siguiente vez que necesitaba acceder a la web del banco, ya no recordaba la contraseña. Me lamentaba de no haberla escrito. El quebradero de cabeza fue mayúsculo. No podía recordar ni uno solo de los caracteres. Cuanto más me esforzaba en pensar y enfocarme en el tema, mayor era la dispersión. Trataba de mover los dedos sobre el teclado del modo en que solía hacerlo, pero en tanto que mi mente estaba obsesivamente enfocada en el objetivo deseado, la solución se escabullía. Por supuesto que el embrollo que me supuso volver a hacerme con una contraseña fue mayúsculo. 

Semanas después le pregunté a mi psicoterapeuta al respecto y me dijo que el miedo a olvidar la contraseña había provocado precisamente el fallo en mi memoria. Y el hecho de que eso hubiera sucedido al día siguiente de los traumáticos acontecimientos acaecidos en Manhattan no era asunto baladí. Por lo visto el impacto de algo tan inasumible para mi consciencia como ver caer esos dos emblemáticos edificios del skyline neoyorkino, había provocado la activación de una necesidad extraordinaria de seguridad. Necesidad que proyecté en el terreno de mis claves de acceso. Claves que desaparecieron de mi base de datos mental en cuanto perdí la confianza en mi seguridad respecto al libre acceso del que hasta entonces había dispuesto en mi memoria. Unas semanas después, aprovechando que había dejado mi computadora en el servicio de reparación, me hallaba frente al ordenador de un locutorio, pensando en todas las cosas estimulantes que tenía que hacer esa mañana (entre ellas pagar el billete del barco para las vacaciones)

–¿Conseguiste entrar en tu cuenta bancaria?
–Sí, claro. La recuerdo, ¿por qué lo preguntas?
–¿No habías olvidado las claves de acceso al banco?.
–...
MI mente estaba desconectada del miedo, hasta el punto que el acceso mental a las claves fue totalmente espontáneo. Ese mismo día decidí dejar de ver las noticias por televisión. Y lo he conseguido en gran medida. Ahora el reto es dejar de necesitar estar informado por internet. Me he dado cuenta de que el miedo ya estaba instalado en mi antes incluso de los atentados. Simplemente había permanecido dormido, latente, distraído. El miedo es como esos montones de cajas de fósforos que has acumulado en tu casa del Caribe (donde el clima siempre es templado) esperando con temor (inconscientemente, por supuesto) que suceda algo demencial: el temido día en que empiece a nevar y necesites encender la chimenea. En la espera, un día se presenta alguien con un barril de dinamita persuadiéndote de que es un pastel de cumpleaños, y la casa…salta por los aires. Él ha puesto la pólvora. Tu la mecha: el miedo.

Puede parecerte calamitoso el caos reinante (y el que queda por llegar), pero en una dimensión 'diferente' a ésta (que es también muy tuya), has sido convocado (y aceptaste de buen grado), igual que todos nosotros, para cooperar precísamente en el derrumbe de las estructuras obsoletas que mantienen apuntalado el sistema de convivencia que hasta la fecha nos ha gobernado y que tanto te esfuerzas por contener. Existe una Realidad. Pero cada uno la vemos distinta dependiendo del ángulo de visión desde el que hayamos aprendido a ver, de la perspectiva desde la que observes los acontecimientos.

Un ciempiés caminaba felizmente entre unas ramas hasta que un sapo le puso en un aprieto:
–Dime, ¿cuál de tus patas se mueve después de cuál?
La cuestión suscitó tales dudas en el ciempiés que, observándose mientras caminaba, cayó tropezando a un lodazal, víctima de su novedosa reflexión. Desde entonces ya no supo volver a coordinar sus pasos...Estaba transitando hacia un estadio evolutivo más 'elevado'. Estaba escrito en las estrellas que debía subir un peldaño en su evolución y pasar de ser un miriápodo a pasar a formar parte de la familia de las aves, quizá.


A centipede was happy –quite!
until a toad in fun
said, "pray, which leg moves after which?"
This raised her doubts to such a pitch,
She fell exhausted in the ditch
not knowing how to run.

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