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jueves, 20 de junio de 2013

Lo que es de Dios


Mateo 22:
15. Entonces los fariseos se retiraron a tratar entre sí cómo podrían sorprenderle (a Jesús) en lo que hablase. 16. Y le enviaron sus discípulos con algunos herodianos que le dijeron: Maestro, sabemos que eres veraz, y que enseñas el camino de Dios conforme a la pura verdad, sin respeto a nadie, porque no miras a la calidad de las personas. 17. Esto supuesto, dinos qué te parece: ¿Es o no es lícito pagar tributo al César? 18. A lo cual Jesús, conociendo la malicia en la pregunta, respondió: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? 19. Enseñadme la moneda con que se paga el tributo. Y ellos le mostraron un denario. 20. Y Jesús les dijo: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? 21. Respondiéronle: Del César. Entonces les replicó: Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. 22. Con esta respuesta quedaron admirados, y dejándole, se fueron.

 (Lc. 20, 20-26).
“callaron […] y no pudieron reprender su respuesta delante del pueblo”, ni delante “del gobernador" Poncio Pilatos, tal como pretendían."

La pregunta, capciosa a todas luces, presentada a propósito de la pretendida incompatibilidad entre el pago del tributo al César y el reconocimiento del supremo dominio de Dios sobre Israel, queda perfectamente disipada de este modo: los herodianos, partidarios de la dinastía de Herodes, mantenían buenas relaciones con la autoridad romana. Su alineamiento circunstancial con los fariseos para buscar la perdición de Jesús, se explica por el hecho de que Herodes Agripa mandó decapitar a San Juan Bautista, precursor del rabí. Una respuesta de Jesús, que les permitiese comprometerlo con la autoridad romana, ciertamente los alegraría.

Por su parte, los dirigentes de la nación hebrea, liderados por el Consejo del Gran Sanedrín, aceptaban de facto la dominación romana, que bien los protegía contra la tiranía de los Herodes. Por eso, usaban en su nación las monedas romanas, manifestando de ese modo que reconocían el dominio de César sobre ellos. Para una nación teocrática, no era lo ideal, pero era una situación de hecho, cuyas consecuencias ellos precisaban asumir. Como esas consecuencias se situaban en el contexto del poder temporal, no comprometían en su esencia las exigencias de una nación teocrática. Las obligaciones para con el César eran temporales; las obligaciones para con Dios eran trascendentales. De ahí la respuesta precisa de Jesús al dilema de los fariseos:“Pues dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.
En una circunstancia paralela, el evangelio (Lc. 12, 31-32) relata: “Buscad primero el reino de Dios y su justicia; que todo lo demás se os dará por añadidura. No tenéis vosotros que temer, pequeñito rebaño, porque ha sido del agrado de vuestro Padre daros el reino” 

Conviene recordar aún que la dominación romana en Israel venía del tiempo de los Macabeos (cerca de 150 años antes de Cristo), cuando los propios judíos pidieron la protección de los romanos contra los enemigos que los asediaban por varios lados. Y después renovaron varias veces esa alianza (cf. 1 Mac. 8, 1 y ss.; 14, 17 y ss.; 15, 15 y ss.). 


¿Qué es entonces 'lo que es de Dios'? ¿qué quiere decir Jesús cuando se refiere al reino de Dios y su justicia, a la 'Paz de Cristo' en el 'reino de Cristo'? ¿Era lo mismo hace 2000 años que hoy? ¿qué les hizo retirarse con el rabo entre las piernas a los enviados de los fariseos tras oir a Aquél que con su lúcida respuesta acreditó su título de Maestro?

Puede que esencialmente el gran debate que divide todavía a la humanidad hoy día radique en la siguiente disyuntiva ¿Es la vida una fatal maldición pasajera de la que simplemente hay que extraer el más conveniente rédito, o se trata más bien de la experiencia práctica para nosotros como seres multidimensionales, una experiencia de desprendimiento (de ego), una experiencia trascendible, reveladora de un potencial de eternidad que porta implícito una misión: la asunción de responsabilidades, la sanación de la parte inconsciente (amnésica) de la mente? 

¿cómo dejar de tenerle miedo a la vida, dejar de abrigar la creencia, profundamente arraigada en el subconsciente, en la profunda soledad, en el abandono como testigo fatal e ineludible que los humanos nos legamos en herencia generación tras generación?

La solución parece seguir estando en las palabras sabias pronunciadas hace 2000 años:  "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios."

Una vez te rindas a tu condición de 'creado' y sueltes la pesada losa de la ancestral culpa autoimpuesta, arraigada en la firme creencia de que tu y tus antepasados causásteis la desaparición de Dios (en realidad la de los Elohims, desaparecidos por motivos ajenos a ti, homo sapiens sapiens), entonces  nada tendrás que temer del César (ni por supuesto del verdadero Dios, esa energía masculina/femenina motora y creadora de todo lo que existe en  los multicosmos y de la que formas parte) 

Si persistes en renegar de tu naturaleza eterna, el César de turno se encargará sin darse cuenta (sin ser consciente) de lo que hace, bajo la apariencia de otras motivaciones de apretarte las tuercas temporales, dejando demostrado, así, que el poder temporal, la oscuridad terrenal, sirve inconscientemente a un propósito más elevado: provocar el despertar del inconsciente colectivo de la amnesia respecto de su verdadera naturaleza, amnesia en la que se halla sumido.
La vida es una secuencia frenética de parpadeos que, ligados, ofrecen la percepción, la ilusión, de realidad. 

"Tras la vida y el sueño, está lo más importante: el despertar" Antonio Machado.

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