¿Cómo fue que llegamos aquí?, ¿de dónde brota la difusa pero incontenible sensación de que el verdadero extraterrestre no es un ser exterior a nosotros sino el mismo ser humano?
Las generaciones se suceden una tras otra entregándose el testigo de su frustración por no saber resolver el enigma que atenaza a la misma humanidad: su creciente sensación de desubicación respecto del resto de especies y formas de vida que, pueblan este mundo al que llamamos planeta Tierra, y que demuestran estar, a diferencia de nosotros, equilibrada y armónicamente integradas en él. ¿Somos producto de millones de años de lenta evolución o Darwin estaba completamente equivocado y las teorías creacionistas están en lo cierto y la presencia humana sobre la Tierra no va más que los 6000 años que separan Babilonia de Hollywood?. Ambas teorías, hoy más enfrentadas que nunca, si cabe, exponen la cúspide del neurótico conflicto existencial que padece la especie humana. ¿Merecemos habitar este planeta?
La muy lastrante -y ya insoportable para muchos- sensación de culpabilidad cargada desde el advenimiento de la consciencia ecológica que nos acusa (y condena) como indiscutibles alteradores del ordenado y armónico ecosistema que nos rodea reclama una liberación, una solución, que ahora va más allá del freudiano psicoanálisis e incluso las terapias sistémicas. Una solución que -por mucho que se repita nunca tendrá el suficiente eco- pasa por reorientar la focalidad para "redescubrir el universo interior" alejado de (taponado por...) los narcisistas aspavientos de nuestro secular narcisismo. Una propuesta que sin duda lleva casi 70 años en cartel desde aquellos maravillosos años 60 del pasado siglo, y que altera sobremanera y consecuentemente puso desde entonces en modo defensivo a la parte pragmática (intelectual) de la que el hombre "desarrollado y civilizado" está dotado: el ego.
El hombre moderno (homo sapiens sapiens) ha sembrado desde su patente desconexión/inestabilidad física, mental, emocional (y consecuentemente espiritual) caos y desorden sobre la realidad del mundo en el que reside. Un delirio que los últimos 50 años ha visto alcanzar picos inverosímiles con el advenimiento de la tecnológica virtualidad cargada de dispositivos destinados a favorecer la desconexión. Una desconexión que lejos de suponer un alivio a su desequilibrio lo empantanan más si cabe en su intento de evadirse de su particular infierno. Una febril carrera a otros mundos desde uno que el hombre civilizado presiente como ajeno, un lugar al que íntimamente considera que no pertenece, donde considera haber "sido puesto" contra su voluntad. Un mundo extraño con cuyas amenazantes y fascinantes diferencias (biodiversidad) ha experimentado y manipulado científicamente, pero con las que todavía no ha logrado confraternizar. Un mundo que aún no termina de percibir como enteramente familiar en virtud del vago anhelo de querer "regresar a casa"...
El drama del despertar a la conciencia unificadora de nuestra pertenencia ancestral por parte materna (evolución) a este mundo y al mismo tiempo por vía de la intervención puntual y escalonada por parte masculina (Creación) pasa inevitablemente por sentir (femenino/hemisferio cerebral derecho) en toda su magnitud la agresiva repercusión (masculino) generada al siempre agradecido y generoso entorno que nos aloja (aloha). Un sentimiento que pesa sobremanera en la aturdida mente de una creciente parte de los individuos, entre los que te encuentras sin duda tu, querido lector. El despertar del sueño/pesadilla y el consecuente acceso a la consciencia completa no está siendo fácil. Nadie dijo que fuera a serlo, verdad?...
Del amplio abanico de ramificaciones que se derivan del conflicto existencial emerge uno, por no decir el principal, entorno a los que orbita el crítico drama que como especie nos compete: la sexualidad.
El mismo conflicto actual respecto del significado de las relaciones sexuales entre los individuos testimonia fehacientemente la confusión de la especie humana entorno a su verdadero origen y su "razón de ser". Un conflicto que lejos de apaciguarse afortunadamente parece converger hacia el mismo epicentro del seismo, cuya realidad, por censurada que haya permanecido, no puede seguir ya más oculta. Y ya sabemos que el único lugar y momento donde se está "a salvo " de los vaivenes y desequilibrios que el despetar a la verdad oculta conlleva es el mismo vórtice del huracán. Y hacia allí/aquí (adentro) nos estamos dirigiendo indefectiblemente.
El drama de la Creación y los relatos/registros pasados de tiempos de revelación futura están ampliamente descritos, aunque a penas están siendo adecuadamente atendidos ni mucho menos comprendidos o asimilados. De todas maneras "la comida está servida". Sólo nos falta, por así decirlo, decidir ocupar el lugar que nos corresponde en el banquete de la revelación (Apokalypsis) y recordar qué cubierto corresponde a cada plato...
En la actualidad, si bien existe un hilo de luz haciéndose paso en la oscuridad en lo que concierne a las relaciones sexuales, éstas siguen siendo estrictamente físicas. Se conciben como la unión de dos cuerpos físicos. A veces, cada vez con mayor encono, entran en juego las naturalezas (bagages) emocionales de ambos individuos, lo cual acaba generando conflictos que disparan la tensión de dicho encuentro. Conflictos de intereses que son o bien combatidos o bien eludidos pero rara vez integrados. En cualquier caso el sexo se asume como una vía de liberación de tensiones que de otro modo ciertamente amenazan con implosionar.
En muchas ocasiones, durante el encuentro de dos cuerpos físicos, una de las polaridades implicadas permanece impávida, como inerte, fría (frígida) y desinteresada físicamente (frigidez, flaccidez) si bien su plano emocional está altamente activo, mientras que su compañero/partenaire se halla emocionalmente desconectado y lógicamente concentrado en exclusiva en su descarga (liberación) física. Ese es el perfecto y habitual caldo para encender la sempiterna chispa de la discordia ("tu no me quieres/respetas/buscas lo que todos...). Sin embargo rara vez sucede que la danza de los cuerpos y las emociones armonizadas dejen paso al encuentro sexual de las mentes, lo cual es el anhelo de ambas mitades (masculino/empírico-femenino/sentimental) por fundirse en el perfecto abrazo, integrador del eternizante conflicto que los distancia. Rara vez se unen dos mentes durante el acto de la cópula sexual, en fusión realmente coordinadora y colaboradora de los tres planos esenciales (físico, emocional y mental...hay muchos más) , lo cual es, a estas alturas, verdaderamente triste. Una perspectiva que astrológicamente tiene ya una fecha de caducidad. Está llegando el tiempo en que esa idea caduca de concebir la fusión sexual sea desterrada. Y nos estamos dando cuenta. Las relaciones están cambiando pues los paradigmas pasados ya no se sostienen. La respuesta está flotando en el viento...
Cuando la unión de las dos mitades (padre-madre, vida-forma de vida, Yan-Yin, pragmatismo-intuición, intelecto-sentimiento...) sean correctamente integradas en los tres planos esenciales y concluyamos que creacionismo y evolucionismo no son sino las dos caras (no opuestas sino ocultas y enfrentadas hasta ahora) de la MISMA moneda, entonces tendremos resuelto no solo el problema sexual sino que testimoniaremos la restitución de la relación marital sagrada, la auténtica unión de las mitades separadas. Mientras tanto "la nave va" y discurrimos por los (inevitables?) y finales meandros del río de la vida decididos irremediable-mente a abocar al mar de la integración anhelada: el amor.
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