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lunes, 25 de enero de 2016

Por qué muere tanta gente de cáncer?

-¿Por qué muere tanta gente de cáncer? Gente incluso (sobretodo) que presumía de ser 'creativa' o incluso personas acreditadas como verdaderos artistas por su entorno.
-La ciencia actualmente está redoblando esfuerzos por hallar remedios al cáncer, pero ni por asomo le merece la más mínima consideración, tras décadas de infructuosos esfuerzos, indagar en otra veta documentativa que pueda hacer luz al respecto: las causas de la enfermedad.
¿Que por qué muere tanta gente de cáncer? Existe una relación muy íntima entre el modo en que nacemos y el modo en que morimos y retrotraernos al instante del parto ofrece muchas pistas. En primer lugar tenemos la manipulación del feto durante el parto (fórceps,...). Por no hablar de los consejos médicos, inexplicablemente aún vigentes:

-¿Puedo beber alcohol estando embarazada, Doctor?
-Sí, claro, un par de copas no le harán daño al bebé.

Y vaya si lo hacen...; El alcohol ingerido por la mujer gestante, que se filtra al caudal sanguíneo, causa mareos y desorientación al feto, al extremo que le dificultarán el trabajo de abandonar el útero materno. Lo mismo en el caso de una madre fumadora. Ambas adicciones son profundamente perjudiciales para el feto y consecuentemente para el futuro adulto.  La carga de dolor involucrada en el esfuerzo, el que el feto debe hacer por nacer, no se integra en el sistema (el bebé es obviamente demasiado frágil para asimilar el trauma de un parto doloroso) sobretodo si éste se prolonga más allá de lo tolerable. En lugar de ello, el feto apela a la química de su cerebro para que éste acuda en su rescate, por supuesto con una solución de emergencia.
-¿Cómo?
-Ordenando la adición de un grupo metilo (-CH3) a una molécula. En biología del desarrollo, la metilación es el principal mecanismo epigenético (ya sabes epi=gr. "alrededor de"). La solución de emergencia que aporta la metilación consiste en el silenciamiento de los genes. Tal medida tiene obviamente efectos secundarios al 'rescate', pero muy directos tambvién pues provoca alteraciones en la transcripción genética (sin necesidad de que se produzca una alteración en la secuencia del ADN) siendo uno de los mecanismos responsables de la plasticidad fenotípica. También pueden ser metilados los productos de los genes, es decir, las proteínas, regulándose (alterándose) así también su función.
-Pero qué significa esto en un lenguaje más coloquial?
-Pues que la química cerebral almacena el dolor, lo aparca. No lo elimina. [Nada puede ser eliminado, tan solo integrado. Has de convertir a tu peor enemigo en tu mejor aliado]. El dolor permanece presente aunque en estado latente: su voz censurada comienza a hacer estragos en todo el sistema desde el momento del nacimiento. Lo hace elevando los niveles de cortisol añadiendo marcadores metilos a la experiencia.  También incrementa los niveles de adrenalina de modo que el sistema biológico se ve forzado a entrar en modo hiperactivo como defensa ante el sufrimiento. Por supuesto que el feto no se da cuenta de que todo esto está teniendo lugar en su interior, pues está sucediendo mucho antes de poder disponer de capacidad cognitiva para poder expresarlo.
Cuanto más temprana es la huella del trauma natal, mayor es la devastación que ocasiona. Todo el proceso se inicia en los niveles más profundos del cerebro, el encéfalo o tronco raquídeo cerebral. Aquí es donde se gestionan las reacciones más instintivas. Esa es la parte más profunda del cerebro (le sigue el cerebro límbico y finalmente tenemos el "nuevo" (300 mil años) cerebro cognitivo (neocórtex). En el encéfalo es donde se identifica el dolor atravesado por el feto. La incapacidad de gestionar ese dolor por parte del feto/bebé se traducirá, en adelante, en agonía vital; La tristeza se interpretará en clave de desesperanzadas tendencias suicidas, el enfado en ira. En resumen la forma de reaccionar que se presumen en los seres exclusivamente dotados de cerebro 'reptil' (tiburones, serpientes...)

Todos podemos atravesar por un desencanto amoroso, un rechazo o la pérdida de un ser amado en la vida adulta. Y eso puede ocasionar profunda tristeza y hasta angustia, muy legítimas reacciones. Pero si cada vez que tales circunstancias acaecen, en el sujeto se desencadena una depresión suicida entonces estamos ante un caso de trauma severo en un estadio muy tierno de la infancia, incluso antes.  Un grave dolor sufrido durante la gestación, que es cuando los niveles cerebrales más profundos gobiernan las respuestas del ser gestado y donde el sistema nervioso parasimpático lleva el timón, puede producir graves depresiones una vez alumbrado el feto.  Una madre que fuma sin cesar o ingiere drogas o simplemente está afectada por una depresión crónica [un embarazo en tales circunstancias no debería extrañar que se hubiese producido contra su voluntad. N. del T.]), tendrá consecuencias en el desarrollo del feto.  En resumen, cualquier evento que bloquee las respuestas normales inducirá al bebé a suprimir su desarrollo genético.  Esto es especialmente cierto cuando, durante el parto, la salida del canal uterino queda bloqueada [exceso de epidural que impide a la madre cooperar en el alumbraamiento. N. del T.] y el bebé se ve forzado a luchar  quedando exhausto e incapaz de nacer por su propios medios. En adelante, el adulto en que se convierta tendrá siempre en mente que la vida es una lucha y así lo expresará a la mínima oportunidad que tenga.
El cuerpo del feto naciente se resigna a la fatalidad, la muerte [que es lo que acaecía -no hace tantas décadas- cuando las muertes en la sala de partos eran habituales, tanto entre los neonatos como de las madres gestantes].  Sin embargo los esfuerzos del feto resignado son hoy reemplazados por los de la comadrona. Finalmente el bebé, agotado y amoratado, es extraído de la matriz de su madre. Un par de violentos cachetazos y el vuelve el aliento, "el alma regresa". Todos se congratulan. Pero la huella de la derrota ha quedado grabada. El resultado será una personalidad parasimpática: pasiva, derrotada, incapaz de expresar agresividad o de encontrar un lugar en la vida. No solo eso sino que verá amenazas para su integridad en circunstancias peregrinas que para otras personas no entrañan mayor relevancia.
Cuando el cáncer se manifiesta, transcurridas algunas décadas (cada vez menos), el sistema no está haciendo otra cosa que reaccionar del mismo modo que el bebé hizo cuando abandonó toda esperanza de ver la luz.  Y sin embargo, igual que en la escena de un crimen un buen investigador forense puede determinar las circunstancias del fallecimiento, también en la enfermedad están todas las claves para desentrañar el nudo que conduce a la muerte; lamentablemente demasiado a menudo miramos en la dirección equivocada, embarcándonos en investigaciones muy sesudas destinadas a encontrar el método más eficaz y aséptico para combatir lo que no comprendemos. Lo combatimos (quimioterapia, cannabis...) sin darnos cuenta de que estamos acelerando la mortalidad, pero nunca nos aproximamos a su fuente. Ésta permanece escondida, consignada en la parte más profunda de nuestra memoria cerebral, tanto que simplemente no podemos ni imaginar qué es lo que salió mal, qué es lo que nos tiene postrados con una enfermedad degenerativa celular. Pero una cosa está clara: la fotografía del trauma se esconde en el encéfalo y en ese baúl de memoria es donde debemos ir a buscar.

El cuerpo arrastra consigo sus recuerdos, nos ofrece continuamente pistas -que nos negamos repetidamente a ver- para que podamos revertir la degeneración.  Revivir el trauma ocultado es reintegrarate, reconciliarte con las heridas de tu cuerpo.  Negar la evidencia es plasmar el mito de Fausto.
Solo una terapia integral conducente a la expresión de los sentimientos que conecte todas las partes del cerebro puede ofrecer una solución. La Terapia Primal del Dr. Janov, su descubridor, es la solución.
Una vez identificada y reconocida, en el sistema, la pulsión autodestructiva, el cuerpo se relaja automáticamente y los niveles de aadrenalina se normalizan.

La sanidad reclama reacción ante el trauma, pero no podemos reaccionar si no sabemos que ocurrió, de hecho está ocurriendo de nuevo.  Consciencia total no es otra cosa que dar respuesta salvadora. Se trata de gritar lo que duele, lo que no te gustó, lo que dolió (pero no pudiste expresar en su momento porque simplemente te quedaste sin fuerzas para hacerlo). La rebeldía expresada catárquicamente en un contexto de contención terapéutica es el camino para reconocer el dolor. Para ello es esencial que el terapeuta esté desprovisto de necesidad de emitir juicios cognitivos-intelectuales, tan habituales entre los profesionales de la salud mental, y que solo responden a su propio narcisismo irresuelto.

Ahora sabemos que la huella traumática está instigada por la metilación: un grupo metilo es añadido al genoma para restringir la expresión de sus genes. Es una estrategia defensiva numantina, que sin duda tiene las consecuencias que hemos descrito. Una célula cambia al entrar en juego el grupo metilo y las reacciones químicas no se hacen esperar: reducción de niveles de hidrógeno, infusión metílica, etc. La metilación deja una herencia grabada a fuego. Una herencia genética destructiva (que se transmitirá a los herederos genéticos). Responsabilidad es sanar esa herencia, para devolverle la cordura al sistema, al mapa del genoma. Lo que siempre fue atribuido a la fatalidad genética ahora no deja lugar a dudas que se origina en una alteración circunstancial de dicho legado genético. Algo que la ciencia calificó como imposible no hace tanto empieza a ser aceptado.

La Epigenética afecta las funciones del aparato del estrés, lo que cientificamente se denomina Eje Hipotálamo-Pituitario-adrenal (HPA) http://www.bago.com/BagoArg/Biblio/psiqweb547.htm, un parte compleja del sistema neuroendocrino que gestiona las reacciones frente al estrés e influye muchos procesos corporales, incluida la digestión, el sistema inmunitario, el almacenamiento y gasto energético. Los cambios en el genoma que alteran la actividad y desarrollo genético conducen a tendencias suicidas que llamamos enfermedades como el Cancer y el Alzheimer. El gen NR3C1 es el encargado de alertarnos, galvanizar los químicos que nos ayudan a atravesar las tempestades. Cuando este gen queda inoperativo (en virtud de la metilación), disminuye la capacidad del individuo para adaptarse, para hallar felicidad en su circunstancia. Entonces el cuerpo se comporta como si estuviera constantemente bajo los efectos del estrés (paranoias), viendo amenazas por todas partes...la antesala del cáncer. Hoy está probado que el estrés crónico conduce al cáncer. Las marcas de metilación nos avisan que la enfermedad se está gestando, que un trauma sucedió y que el sistema ha desplegado un sistema de hipervigilancia que lo deja exhausto. Hipervigilancia ante el temor de que un peligro que, habiendo ya sucedió una vez (durante el parto o la gestación), se repita de nuevo. Para cuando el tumor ha hecho metástasis ya es demasiado tarde.
 
Fuente: http://www.arthurjanov.com/
Traducción: Lars Quetglas 

- De acuerdo, las mujeres embarazadas no deben fumar ni beber, pero ¿cómo enfrenta un enfermo terminal su situación? ¿Cómo enfrento yo la irreversibilidad de la enfermedad de un amigo que se está muriendo?
-Ese es otro tema. Todo un arte. Para eso deberías leer los fenomenales aportes que hizo Elisabeth Kübler-Ross acerca de cómo morir en paz.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Depresión y TDA (I)

Los Centros de Prevención y Control de enfermedades han informado recientemente de un alarmante incremento del número de suicidios entre personas de mediana edad en los EEUU., especialmente hombres en la franja de 50 años que vieron incrementada en un 50% la tendencia entre 1999 y 2010 (MMWR, 2013). En total el suicidio ha sobrepasado a a los accidentes de tránsito como causa de muerte en los EEUU. En los países desarrollados, ahora mismo iguala los porcentajes de cáncer e infartos en la franja de edad 15-50. En el mundo entero el suicidio se está cobrando más vidas que las guerras, asesinatos y desastres naturales conjuntamente (Newsweek, 'La epidemia suicida', 2013). Y todavíaa los profesionales de la salud mental luchan por explicar las causas. En un artículo del NYT, expertos citaron múltiples factores, incluyendo la crisis económica, el incrementado acceso a drogas otrora ilegales. La causa real, no obstante, se les escapa porque estsá oculta en el pasado remoto de las víctimas.

La depresión ha sido considerada, incluso en círculos profesionales del academicismo psicológico, como una patología inclasificable, la más enigmática de las enfermedades mentales catalogadas. Hoy en día el tratamiento administrado más habitualmente a un deprimido es también el más sencillo y que requiere de menos esfuerzos: antidepresivos. Pero cuando ni las drogas sintéticas surten efecto ya, algunos psiquiatras están recurriendo a una antigua solución extraída de las mismas películas de terror: terapia de electroshock. Un tratamiento que está testimoniando un revival de su antaña aceptación en la comunidad terapéutica, aunque bajo un diferente apelativo: Terapia Electroconvulsiva (ECT), un procedimiento que administran algunas clínicas privadas amparadas bajo su prestigio. Nada nuevo bajo el sol en ese aspecto. Una técnica considerada eficaz y moderna que pretende reconectar circuitos neuronales interrumpidos o perturbados de modo rápido y aséptico similar a la intervención endoscópica. Mismo perro, distinto collar, como se suele decir.
Paralela y afortunadamente se atisban aires de cambio, y algunos líderes en el campo de la investigación reconocen que la Psicología en tanto que profesión médica, precisa de una revisión radical de sus postulados, un lavado integral. A este respecto, la División de Psicología Clínica de la Asociación Británica de Psicología (The British Psychological Association) declaró en un reciente simposio que seguir considerando que las enfermedades mentales tienen una causa estrictamente biológica era contraproducente. Que no existe evidencia científica en absoluto de que los actuales diagnósticos psiquiátricos tales como la esquizofrenia y el desorden bipolar sean válidos o ni siquiera útiles. "Muy al contrario, –declaró su portavoz– existe un aplastante volumen de evidencias que apuntan a que las patologías mentales están fundamentadas en una compleja mezcla de circunstancias psicológicas y sociológicas íntimamente intrincadas que impactaron en el paciente de modo traumático en un momento presuntamente muy inicial de su existencia. Para resumir: Abandono, pobreza, discriminación y abuso. Todo ello sazonado con la imposibilidad de asimilar el natural duelo que todo trauma requiere para su adecuada integración", afirmó la Dra. Lucy Johnstone, una psicóloga clínica que redactó el borrador de esta provocativa declaración. (Jamie Doward, The Observer, 12 de mayo de 2013).

Lo que yo vengo proponiendo es un cambio total de perspectiva no solo respecto del diagnóstico de estas aflicciones sino un cambio radical en su tratamiento. Necesitamos urgentemente reidear el marco de nuestro pensamiento al respecto y reconocer que la incógnita a desvelar en la ecuación es el "por qué". Sistemáticamente hemos escabullido el 'quid' de la cuestión fundamental ¿POR QUÉ se deprimen las personas? Es decir, ¿dónde y cuándo se origina la depresión?

Desde que publiqué por primera vez (1970) mi libro "El Grito Primal: la cura para la neurosis", su subtítulo fue sorprendentemente duramente criticado. Atreverme a utilizar el término 'cura' me valió muchos improperios de parte de colegas de la profesión, puesto que hasta la fecha NADIE había osado introducir esa palabra en la terminología psicológica. La Psicología hasta entonces nadaba en un mar de autosuficiencia intelectual que abastecía a los doctos de postulados distantemente protegidos del desinformado escrutinio público. Y es que hasta entonces se hacían terapias que no solo no podían curar, sino que para ser honestos ni siquiera se concebían para curar. Y cuando aparecí yo afirmando haber dado con la solución al dilema, se lanzaron contra mi yugular.
Sanación solo es un término ridículo y hasta ignominioso para quién nunca ha considerado que la sanación de un oaciente sea la meta en el terreno de las patologías mentales. En el nombre no solo de la Ciencia sino de la fraternidad no podemos seguir eludiendo ya la cura como meta, por esotérico o inabarcable que ese término nos suene. Apuntar a la utopía es la única vía para acabar encontrando solución a cualquier entelequia [recordemos que vulgarmente hemos otorgado a este término el significado de "inalcanzable" o sin sentido, pero etimilógicamente proviene del griego ἐντελέχεια (entelejeia), combinación de enteles (‘completo’), telos (‘fin’, ‘propósito’) y echein (‘tener’). La palabra fue creada por el mismo Aristóteles, siendo posible traducirla como ‘tener un fin en si mismo’].

Si no apuntamos a la verdadera meta inmanente en nuestra profesión seguiríamos faltando a la parte más fundamental del juramento hipocrático al que nos debemos. Me atrevo a decir que la sanación es un estado que debe ser buscado, tanto por el terapeuta como obviamente por el mismo paciente, intrépidamente, con coraje y resolución, por mucho que el pensamiento colectivo desestime tal tarea. Se lo debemos a nuestros semejantes, esos millones de seres humanos que sufren de depresión sumidos en la desesperanza de hallar una salida a la sombría oscuridad en la que se refugian...y todo refugio implica en alguna medida una abstracción del consenso.
Pongamos que alguien no puede conciliar el sueño. Yo propongo que como profesionales apuntemos a atender al mismo periodo de gestación de dicho paciente y percatarnos de que allí se halla la clave del estrés presente del insomne, el mismo estrés que su madre gestante acarreó. Si tenemos dificultades para dormir ahora, es muy probable que nuestra madre padeciese de estrés durante el embarazo. Sea porque vivió en condiciones estresantes (guerra, de crisis económica, abandono de su pareja) o porque tomó demasiados estimulantes sintéticos (café, coca cola, anfetaminas, cocaína...) con los que disimular su tendencia depresiva, con los que 'olvidar' un trauma inasumible por SU consciencia. El resultado es el mismo. (¿A quién interesa en las altas esferas que el tráfico de estupefacientes mantenga su fluidez? Ese es un tema por supuesto de otro debate, pero intuimos que involucra a estamentos e instituciones de los que uno jamás hubiera sospechado...)
El organismo reacciona, indudablemente pues, frente al estrés. Y durante la gestación una madre, estresada debido a factores externos agresivos paradigmáticos, acaba ineludiblemente sembrando –por supuesto sin una intención consciente– tendencias depresivas en su feto. ¿Cómo? El feto reacciona frente a la sobreexcitación que involuntariamente la madre le está inoculando tratando por todos los medios de bloquear la funcionalidad de los suficientes puentes que protejan su poderoso, pero ciertamente vulnerable "Palacio de amor", reconvirtiéndolo en amurallado bastión. Y todo ya digo como consecuencia del inasumible estrés al que está siendo sometido. Poco a poco la mente, decantada hacia el hemisferio derecho se irá encerrando en su torre, a la espera del regreso del príncipe rescatador (un mito codificado en los cuentos infantiles de príncipes y princesas) que le ofrezca la necesaria contención para permitirse expresar los sentimientos contenidos que, en tal que no-nato, obviamente no puede expresar. Toda Princesa (hemisferio derecho), independientemente del sexo físico de que esté revestida anhela el equilibrio con su otra mitad, su "media naranja", es decir el hemisferio izquierdo errante y batallador, huido en combate en busca del dragón (circunstancias del entorno amenazante). Esta opción es también conocida como la solución escapista (imitativa) a la que atiende la testosterona ante el mismo impacto, devastador para ambos hemisferios en su germinal estadio evolutivo.
Las tendencias depresivas que se desprenden de tal epopeya, gestada in utero, pueden tener –y de hecho tendrán– en ambos casos repercusiones imperecederas, duraderas de por vida, si no son afrontadas y SANADAS. Esto es un hecho.
En un estudio de la Universidad de Tillburg (Hollanda) no publicado realizado sobre 40 niños de ocho años de edad a quienes se había administrado cortisol, o medicación similar, durante su gestación en el útero materno, reveló que se desenvolvían más dificultosamente de lo normal en índices clave de comportamiento social. Su Coeficiente de inteligencia era inferior e igualmente lo era su nivel de concentración y atención.
Cuando observamos a niños diagnosticados con Trastorno de Déficit de Atención (TDA) debemos prestar atención a este estudio. El déficit de atención es sobretodo, una distracción de los procesos cerebrales originado en impactos muy fuertes a edades muy tempranas procedentes de actitudes autolesivas de una madre sobreexcitada, una mujer que haya optado por la vía hipertensiva de supervivencia ante eventos inasumibles por su consciencia. Algo ciertamente lamentable. Sin embargo algo más lamentable sucede: esa hipertensión se repercute en el feto que recibe igualmente un impacto de sobreexcitación (anfetaminas, colas, cocaína, LSD) por vía sanguínea. hipertensión que va a sobreestimular al nuevo ser que se desarrolla en su vientre. La hiperactivación se registrará en el cerebro del feto.
¿Qué sucede? Al nacer no podrá enfocarse fácilmente en una cosa ya que hay demasiado "tráfico" en su cerebro. Esas tempranas experiencias tendrán, repito, una consecuencia de por vida. Un sello que nunca permanece inerte. No es inocuo. Se activa y reactiva detonado desde la mente inconsciente, incapacitándonos para relajarnos. Estos 40 niños fueron "programados" en la matriz materna para liberar más hormonas de estrés a lo largo de sus vidas. El estrés (del inglés stress, ‘tensión’) ya lo sabemos, es una reacción fisiológica del organismo en el que entran en juego diversos mecanismos de defensa para afrontar una situación que se percibe como amenazante o de demanda incrementada.
Dicho estudio también reveló que el estrés materno sufrido entre la 12ª y 22ª semanas de gestación afectaba de modo clave a las funciones emocionales y cognitivas durante los 20 años siguientes de vida del neonato. Así que, en conclusión, la vida uterina es crítica para el resto de la vida y es la clave de tras la que se halla cualquier tendencia depresiva posterior. El estudio continua afirmando que "incrementados niveles de hormonas anti estrés en el útero materno juegan un papel mucho mayor del imaginado hasta ahora en el desarrollo de la patología mental."
El daño, que puede ser permanente, salvo que el futuro adulto decida reconocer su estado alterado (un peldaño de mérito sin duda), se revestirá en modo de alta presión sanguínea, tendencia a alteraciones cardíacas y, en mi opinión, al mismo Alzheimer.
Arthur Janov (blog)
Traducción: Lars Quetglas

¿Qué es un enfermo mental? Reconozcámoslo, ¿acaso no lo somos todos un poco? Nadie "se salva" de este calificativo en mayor o menor medida, salvo cuando se sana. No hay salvación sin sanación. Pero ¿salvación de qué? ¿Es posible un mundo con una mente colectiva equilibrada? Muchos se preguntarán si el equilibrio es algo deseable. En vista del gusto a los altibajos y al frenesí a los que muchos se han aficionado, podríamos afirmar que no todos desean ser salvos. La paz tan anhelada por unos, puede llegar a ser una amenaza para quien se mueve a gusto entre aguas turbulentas. A fin de cuentas este mundo da la impresión de caminar hacia un precipicio, un caos global. Pero créanme si les digo que esta percepción solo es válida para quienes permanecen escépticos ante la sanación como meta factible, para quienes no anhelan el sabor de las mieles de la Libertad. No importa. Estamos de camino hacia ello. Todos juntos. Todos los caminos, por tortuosos que parezcan, conducen indefectiblemente hacia una meta. Cualquier nudo tiene codificada la solución a su desenredo.