Quizá creamos que la fuente de toda disputa este plano/Planeta entre facciones opuestas se debe al interés de unos, más privilegiados materialmente, por dominar a otros menos favorecidos, o al menos para perpetuar cualquier desigualdad ya existente. Pero eso no dejaría de ser una perspectiva un tanto maniquea, en cuya adhesión se ha fundamentado la llamada lucha de clases, aceptada desde el advenimiento del marxismo. En el fondo esta lucha estaba destinada a perpetuar precísamente las desigualdades que afirmaba combatir. Para que alguien necesite someter a otro, es preciso que esa intención esté arraigada en la desconfianza. Y quien desconfía de alguien, necesita fabricar argumentos sostenibles mediáticamente con los que sustentar sus ocultas y verdaderas acciones dominadoras.
Detrás de la falta de confianza se esconde ineludiblemente el secretismo, la tendencia planificada a ocultar algo cuyo alumbramiento desestabilizaría el statu quo imperante.
Cuando sientes confianza en alguien todos los acuerdos son posibles, pero si hay desconfianza puedes apostar la vida a que alguna de las partes (si no ambas) tiene algo que ocultar. Y quien algo oculta siente vergüenza, habitualmente maquillada con los ropajes del orgullo, ese recurrente comodín al que nos hemos acostumbrado a apelar cuando nos sentimos entre la espada y la pared.
Hay muchas emociones involucradas en la olla diaria de la convivencia, y la madre de todas ellas, la raíz que engloba todos los ocultamientos y censuras, la que no entiende de razonamientos o análisis es una y muy clara: el miedo. Pero ¿Miedo a qué?
Ya sé, dirás que no tienes miedo. Y mentirás. Y agradecerás que te llame mentiroso porque es mejor que llamarte psicópata. Todos tenemos miedo. Si no seríamos unos alegres suicidas (por no hablar del dolor que probablemente ocasionaríamos al exponer a seres queridos a situaciones de riesgo real). Pero hay dos tipos de miedo. El miedo a lo conocido, mejor dicho lo recordado/consciente y el miedo a lo olvidado/inconsciente. La diferencia entre ambos es básicamente una. El miedo a lo que conoces no "desata" tu violencia. Esa respuesta es solo propia de quien no comprende algo y reacciona con lo último que le queda, como los gatos acorralados.
El miedo ante el riesgo conocido, ergo asumible, te permite adaptarte a las circunstancias. Es un mecanismo que alerta acerca de las amenazas reales, poniendo automáticamente en marcha un mecanismo propicio de supervivencia ("el cielo se oscurece y se avecina un vendaval=me refugio"; "un virus irrumpe en mi aparato digestivo=relajo mi dieta y permito que mi sistema inmunológico se ponga en funcionamiento sin obstaculizarlo", etc...). Si estás convaleciente, no tienes miedo, simplemente estás tomando medidas para reajustar tu cuerpo físico al entorno.
Pero hay un miedo que derriba, en lugar de fortalecer, tus defensas naturales. El miedo a lo desconocido, mejor dicho, a lo olvidado, pues nada es desconocido, tan solo vamos recordando, poco a poco, lo que siempre hemos sabido pero una vez "decidimos" olvidar...)
El miedo a lo olvidado es muy poderoso y se nutre de todas las pequeñas circunstancias que la vida te presenta. ¿Pero por qué se nutre? ¿Por qué necesita crecer? Muy sencillo, porque en un nivel profundo de tu psiquis deseas reactivar tu memoria. El miedo a lo desconocido es un mecanismo natural para adquirir conocimiento. Un mecanismo que acepta el riesgo en su decidida búsqueda de pistas en el camino, símbolos que despejen la confusión inicial y rescaten el "recuerdo madre", un episodio o conjunto de ellos que son responsables de la activación de la sensación de desamparo que inunda la cotidiana exstencia. Por paradójico que suene (y por mucho que nos inflemos a azúcares refinados y alcohol (via habitual de escape de las personas depresivas) o a alimentos con exceso de sodio (propio de las personas coléricas), en el fondo no queremos olvidar sino recordar.
Huir del miedo (negarlo) es la prueba de que lo "tenemos". Digamos que estamos programados para activar la solución aunque parezca que huimos de ella. El miedo a lo desconocido paraliza bien toda capacidad de respuesta (incluida la risa) o bien desata, como decimos, un frenético y desproporcionado despliegue de medios para impedir que tal amenaza fructifique. Temer a algo intangible (la suciedad doméstica, la inseguridad ciudadana, un atentado terrorista, el hambre, un meteorito, el alzheimer...), que en pura lógica no pone en peligro nuestra subsistencia ahora, es la prueba de que hubo una vez un evento, olvidado obviamente, que sacudió inesperadamente nuestra capacidad de salvaguarda. Un evento vinculado al abandono emocional, el confinamiento o abiertamente a una agresión física en una etapa de nuestra existencia lo suficientemente frágil como para no estar lo suficientemente provistos de las adecuadas defensas (la mayor de ellas precisamente la confianza). Una etapa que naturalmente ya habrás ubicado en el tiempo: la infancia.
"En mi vida hay ocasiones en que siento como si la tristeza fuese excesivamente abrumadora. ¿No te pasa a ti también? Las cosas no salen como yo quiero: tengo un conflicto con alguien, o me asusta lo que pueda pasar (o lo que no pase) en el futuro. En momentos así la vida puede ser muy dolorosa. Estuve en la India en 2001. Un personaje perteneciente a la casta de los brahmanes me dijo: "Pensar mucho, dolor de cabeza" Y es cierto, pensar duele. Sucede cuando la mente, empujada por la presión de una situación incómoda o dolorosa, inicia un interminable peregrinaje en busca de personas, objetos o circunstancias que anestesien el sufrimiento que esos instantes provocan, cosas (bebida, actividades físicas límites), que nos hagan sentir mejor, que nos hagan olvidar, aunque solo sea por un instante ese malestar profundamente arraigado, que los conflictos presentes insisten en despertarnos. Lo que sucede es que esas pseudocuras, no hacen sino postergar la verdadera sanación. Son 'huidas hacia adelante'. Hace unos años que empecé a asimilar que frente a esas circunstancias desagradables podía optar por: 1. Enfurecerme. Enfrentarme intelectual (cinismo, sarcasmo…) o físicamente (es nunca fue mi fuerte) a la circunstancia agresora. 2. zambullirme en el sufrimiento, interpretando el papel de víctima. Esta fue la opción por la que 'opté' desde mi infancia, aunque realmente no la escogí por descarte pues la primera ni siquiera la contemplé. …en ambos casos se trata de oponer resistencia.
3. Aceptar las circunstancias o eventos como 'maestros', lecciones con las que la vida me obsequia, y de las que puedo licuar, con la alquimia necesaria, la esencia de un aprendizaje. El dolor es pasajero, pero el miedo a dejarme llevar por la corriente puede eternizarse. Tanto como el tiempo que me resista a aceptar.
No hace mucho que he decidido aprender a 'leer' la lección que me ofrece tercera vía. ¿cómo llevar a cabo esto? Escribí hace tiempo sobre este particular aquí.
Aceptarse, sobre esto escribió Paul Anka una hermosa canción…
Los acontecimientos fluyen sin parar. El mundo se desmorona. Y tú un día te sientes el rey, al día siguiente eres el blanco en la diana de quien sea. Un día todo va sobre ruedas. Al día siguiente todo se desmadra. Un día crees que eres alguien estupendo, querido y respetado, y al día siguiente te sientes un fracaso. O simplemente no pasa lo que quisieras que sucediese. Eso también puede provocar tu insatisfacción.
He aprendido que las circunstancias y las situaciones forman parte de la experiencia humana. No puedes pretender pasar por la vida, el tiempo que te vaya a llevar, pretendiendo evitar el sufrimiento. Sin embargo, lo que puedo cambiar es mi modo de percibirlo. Para que ese 'cambio' se opere es necesario que ocurra un 'milagro'...Y ese milagro consiste en entregarse a un poder mayor que yo mismo, a la convicción de que nada lo que sucede está librado al azar. Nada sucede por casualidad sino que una energía 'total', lo rige todo, desde un dominio invisible. Fue cuando empecé a 'confiar' y pedir que los milagros sucediesen. Empecé por lo más simple: pedir una plaza de aparcamiento en un lugar aparentemente difícil. Lo pedía con suficiente confianza y antelación como para que el milagro pudiese 'cocinarse' operarse con la necesaria sincronicidad, es decir, que el conductor del vehículo aparcado en el lugar donde yo finalmente iba a estacionarme, pudiese captar mi señal. Y sucedía. Los milagros suceden. No hay que darles mayor importancia. He aprendido que no hay que venerar esas circunstancias. Simplemente ocurren cuando estás abierto a los milagros. A veces sigo cayendo en la tentación de creer que yo puedo arreglármelas solo, que no necesito a nadie. Que siempre he estado 'solo' porque la vida me enseñó a no confiar en nada ni nadie (igual que le sucedió a mis padres y a los suyos, etc, etc…). Es entonces cuando la vida me da una lección en forma de bofetada emocional. Si estoy lo suficientemente despierto, me arrodillo simbólicamente (a veces incluso literalmente) y me entrego a la 'causalidad' de todo acontecer. Me rindo y abrazo las circunstancias tal como vienen. Maravillosamente es cuando dejo de sentirme 'mal'. He aprendido que eso es volver al amor (algunos lo llaman felicidad, da igual)
Siempre oí decir que Dios es amor, pero jamás comprendí qué significaba eso exactamente. Ahora que he empezado a estudiar 'un curso de milagros', he descubierto varias cosas sobre Dios: 1. El amor es la fuerza que siempre me ha acompañado desde que existo, fuera o no consciente de ella, y está dentro de mi 2. Ir a por el amor (ser consciente de que ese es el motor de mi vida) depende solo de mi. 3. Cuando me aparto del amor, sufro.
Lo que se describe a continuación es un burdo intento de acertar a expresar con palabras la consciencia de una realidad que escapa al catalogante dominio de nuestra forma de comunicar.
Nuestras almas fueron objeto de un nacimiento desde el vacío o útero cósmico, dimensión donde la unión, cohesión y unidad era todo lo experimentable. La dualidad no había nacido. En tal estado de consciencia no existía "yo" o "el otro". La fuente de Todo lo que Es, la budista nube de Consciencia unificada de la que todos procedemos, deseaba crear experiencia y que ésta se reflejase, cual espejo, en si misma para poder recrearse en su creatividad expansiva y explorar los confines del universo. Esa es la razón por la que la energía primigenia decidió experimentar la dualidad, creando las polaridades (energías) masculina y femenina, la positividad y la negatividad, Yin y Yan. Y con todo, cada parte contenía una porción de la parte opuesta.
Es difícil para la mayoría de nosotros concebir sexualidad y sacralidad en el mismo contexto. La verdad acerca de la Creación, la Sexualidad y el Despertar ha sido distorsionada y secretamente almacenada en el guardarropa durante miles de años. Existe un completo espectro de expresividad a nuestra disposición, desde una experiencia sexual arraigada en un chackra inferior, desde la que se puede experimentar éxtasis, fusión de almas, trascendencia y unificación de lo físico con aspectos multidimensionales. La razón principal por la que este abanico de experiencias no halla una vía para manifestarse en muchos de nosotros, se halla en el bloqueo de nuestro campo energético. Un corazón cerrado e incapaz por ello de 'sentir', es producto de la elevación de muros defensivos tras los que tuvimos que parapetarnos para defendernos del mundo al que vimos (y muchos siguen viendo) como una permanente fuente de agresiones. Dicha actitud es consecuencia de patrones mentales (pensamientos) que nuestros ancestros distorsionaron y que nos legaron en inevitable herencia. Nos hallamos desconectados de nuestra inocencia original desde que decidimos que para sobrevivir y luchar por un sitio ("ganarás tu pan con el sudor de tu frente /parirás con dolor"…) había que optar entre:
1. Dejar al margen los escrúpulos e incorporar unas herramientas válidas (carisma, narcisismo, seducción,…) que, aún no siendo sino máscaras –alienantes a la larga–, nos proveían de un salvoconducto para interactuar con los demás y –¿por qué no?– ejercer un dominio sobre ellos para obtener lo que de otro modo sabíamos que no conseguiríamos. Esa desconexión consciente nos permitió salir 'afuera' en búsqueda de los límites de lo conocido. Una voraz carrera de la que la inmensa mayoría no consigue todavía bajarse…
2. zambullirnos en el océano de remilgos (sufrimientos) y convertirlos en nuestro 'modus vivendi', nuestra seña de identidad, viviendo de 'dar pena' e inspirar caridad en los demás. La consecuencia de ello fue enchufamos adictivamente a aquellas personas cuyas carismática energías transmitían la seguridad (y dominio) que nuestra nueva y remilgada personalidad (máscara) necesitaba para poner en marcha su neurótico juego de atracción-repulsión (te quiero-te odio)
Y es que de neurosis están infestadas las mentes de los humanos.
En verdad, lo que andamos buscando por todas partes, sin darnos cuenta por supuesto (inconscientemente), es nuestra naturaleza esencial, la peculiaridad de nuestra específica e intransferible vibración del alma. Cuando conocemos a alguien en quien percibimos un intenso atractivo, es decir, cuando contactamos con la alta frecuencia vibratoria de 'otra' alma (elevadas cualidades: independencia, libertad, etc…), lo que está realmente sucediendo es que vemos reflejado en esa 'otra' alma el alto rango de frecuencias vibratorias (amor) que sin saberlo (ser conscientes) atesoramos y que una parte de nosotros identifica como 'vagamente familiar'. Y digo vagamente porque, a fuerza de haber sido censuradas (no aceptadas) dichas cualidades en nosotros, las tuvimos que bloquear y apartar de nuestra consciencia. Y es que la libertad manifestada por un niño es la más irreverente de las manifestaciones cuando el sistema establecido la aborrece como si fuera un atentado al orden establecido.
El 'otro' funciona, pues, de espejo en el que percibimos una energía atractivamente familiar. Y ese reflejo nos complace sin percatarnos de que responde a nuestra propia vibración. Nos volvemos adictos a un espejo sin ser conscientes de que lo que vemos reflejado somos nosotros mismos. Eso ocurre debido a que hemos desacreditado como entes amables y dignos de amor. Hemos descartado en nosotros el reconocimiento de esas cualidades (vibraciones) debido al rechazo sufrido en la infancia en el contexto de su espontánea manifestación. Los niños traen al mundo lo que los adultos han olvidado de si mismos. Exige un acto de enorme responsabilidad hacer frente a esa supresión –y su contexto histórico– y acreditar las altas frecuencias del niño como las de un maestro venido a traer la transparente verdad al mar de desesperanza en el que naufragamos. Los niños son ese soplo de aire fresco, ese remanso de cordura con el que periódicamente se nos obsequia para que recordemos quienes fuimos…
Ahora bien, lo que inicialmente nos atrae intensamente de esa otra alma 'espejante' es también lo que termina por producirnos repulsión. Es decir, acabamos reconociendo también en esa otra alma las bajas frecuencias vibratorias que también atesoramos pero que nos producen rechazo pues aprendimos de nuestros ancestros que deben ser recriminadas y juzgadas. Al no haber sido aceptados tal como éramos, con todo el completo abanico de vibraciones, nos vemos obligados a aprender a humillarnos y, consecuentemente, transportamos la humillación a nuestros descendientes (o subordinados) con el fin de descargar ese peso insoportable que nos vemos obligados a cargar sobre nuestros hombros el día de nuestra infancia en que dramáticamente tomamos consciencia de que mamá y papá no nos aceptaban 'tal como veníamos de fábrica'. En este sentido relacionarse en este planeta como seres humanos es algo así como un inconsciente juego del perro y el gato, un vínculo de amor-odio, atracción-repulsión, que ha gobernado nuestras vidas desde el inicio de la humanidad. Creernos insuficientemente dotados como para satisfacer las expectativas de nuestros progenitores, paradójicamente es lo que nos hace buscar la mejor actualización en el mercado. La buena noticia es, no solo que esa pulsión inconsciente ha sido parte de las reglas de juego determinadas por la Fuente de energía (Dios, electricidad, etc…) de la que todos provenimos, para experimentarse a si misma creando (expandiendo sus fronteras) sino que ese reglamento ya ha dejado de estar en vigor. Está obsoleto.
Las rupturas se producen cuando, no habiendo aprendido a ser tolerantes con esa parte de nosotros por la que se nos humilló, acabamos mostrando una insuperable intolerancia hacia aquél/aquella alma por la que inicialmente nos sentimos atraídos.
En el inicio nuestras almas nacieron plenas de inocencia y pureza. Y nosotros pudimos experimentar todas las facetas de la vida con ojos maravillados, capacitados para percatarnos de la magia, de la alegría y del aprecio.
La urgencia de fundirnos (re-unirnos) con esa inocencia y pureza, está intrincadamente entrelazada en el tejido de nuestra esencia. Quiere esto decir que el impulso original de unión nace del profundo deseo del amante (YIN) y del amado (YAN) de (volver a) ser Uno tras haber experimentado la separación. La magnética atracción o impulso de unión, como expresión de adoración y amorosa sumisión cuando estamos realmente en comunión con nuestro compañero/a del alma, se produce a todos los niveles: corazón, cuerpo, mente y alma. La fusión manifestada recrea la Creación misma y funde las energías masculina y femenina en una única consciencia. El pensamiento no tiene cabida en este contexto. Se trata de la natural y espontánea progresión de tu alma durante su viaje evolutivo.
Abrirse a este tipo de experiencia depende de la personal capacidad para cultivar la alegría, ser capaz de maravillarse por todo en la vida. Cuando verdaderamente te observas a ti mismo y tu vida como algo sagrado, puedes conseguir estados profundos de consciencia mirando en los ojos del amado (tus semejantes) y experimentar tu eternidad reflejada en ellos. Pero para observarte como algo sagrado debes aceptar que una vez te consideraste inválido, insuficiente para tus exigentes, descuidados, desequilibrados, esquizofrénicos, intelectuales, en todo caso ausentes progenitores. Revivir esa fase olvidada de tu pasado y escondida en la consigna del teatro de tu vida, es tu salvoconducto para tu liberación verdadera, para regresar a ti mismo/a, ese ser que sabe que la alegría es nuestro estado natural y el amor nuestra verdadera esencia.
Sutra 4: Sólo el amor disipa el odio.
En este mundo el odio nunca ha disipado al odio. Sólo el amor disipa al odio. Esta es la ley, ancestral e inagotable. (Budha).
La luz disipa la oscuridad, y la oscuridad es el odio. ¿Cómo ganar la luz? A trvés de la meditación. Deja tu mente en blanco. desapégate de los resultados que generan odio. Gana el silencio, así entrará la luz en tí y el odio te será indiferente. Estamos muy acostumbrados a odiar en nuestra vida, y eso sólo refleja nuestra insatisfacción por haber firmado un contrato que después de los años reconocemos lesivo: el contrato del Ego, del condicionamiento, del sometimiento a las normas de otros. Vaciemos la mente, busquemos el origen de nuestro odio, y encontraremos la paz. La gran sorpresa será descubrir que no odiamos a los demás sino a nosotros mismos.
Sutra 5: ¿Cómo puedes pelearte?
Tú también pasarás a mejor vida. ¿Cómo puedes pelearte? (Budha).
La vida es muy corta como para gastarla inutilmente peleando. Mejor usa tu tiempo y tu energía en meditar para ganar la felicidad. Transfórmate en luz entrando en el silencio de la mente. En la muerte todos nos nivelamos; ¿a qué pelear entonces? ¿Qué ganamos con desperdiciar de este modo nuestras energías?
Recibo este texto de una amiga, que lo atribuye a un ser multidimensional, quizá el mismo Jesús de Galilea:
Només vos deman que vos estimeu
Tan solo os pido que os améis
No fan falta altres lleis, altres ritus;
No se precisan otras leyes, otros ritos
Que vos estimeu els uns als altres,
Que os améis los unos a los otros
Que multipliqueu les trobades, les tendreses,
Que multipliquéis los encuentros, las muestras de ternura
les abraçades i les besades.
Los abrazos, los besos
Només vull que vos beseu,
Tan solo quiero que os beséis
i que poseu en comú el que teniu, el que sou.
Y que pongáis al servicio de la comunidad lo que tenéis, lo que sois
Que parleu, que vos entengueu.
Que habléis, que os entendáis
Vull que vos estimeu.
Deseo que os améis
Vull, amics meus, que vos serviu.
Quiero, amigos, que os sirváis
Que vos renteu els peus els uns als altres,
Que os lavéis los pies los unos a los otros
que vos acompanyeu, i vos ajudeu a caminar.
Que os acompañéis y os ayudéis a caminar
Que cureu les ferides,
Que curéis las heridas
que vos perdoneu i que no deixeu ningú tot sol.
que os perdonéis y que no dejéis a nadie solo
Donau-vos temps, dedicau-vos espai.
Daos tiempo y dedicaos espacio
Regalau-vos qualque coseta: un detall, un gest,
Regalaos cualquier cosita, un detalle, un gesto
com a signe d’amistat i presència.
Como signo de amistad y presencia
Ja només val l’amor.
Ya solo vale el amor
Però, fes-ho des de dintre i amb una condició,
pero hazlo desde adentro y con una condición
que cal tenir en compte:
que conviene tener muy presente
Estimau-vos, serviu-vos com Jo ho vaig fer amb vosaltres.
Amaos, servíos, como yo lo hice con vosotros
I res més.
Eso es todo
Es realmente conmovedor por su simpleza y claridad. Se diría el mensaje de un niño en virtud de la inocencia que exudan estas palabras. Y es que parece a simple vista muy obvio que 'amaos los unos a los otros, como yo os he amado' (Juan 13, 34) es la solución a tanta confusión. Que el amor todo lo cura lo sabemos todos, aunque a veces lo obvio es lo más difícil de ver, al igual que para contemplar la belleza de las proporciones de una obra arquitectónica conviene tomar distancia. Muchas veces debemos pasar por el mal trago de ver cómo un ser querido se distancia (largo viaje, muerte…) para recordar los buenos momentos pasados en su presencia.
Pero luego durante el día, he estado reflexionando sobre todo esto y me ha asaltado una duda: ¿qué es el amor? Quiero decir, ¿sabe verdaderamente el común de las personas en qué consiste verdaderamente amar? Abrazarse, besarse, hablarse, entenderse, curarse las heridas…todo esto son acciones sin duda muy loables a la vista de cualquiera, pero eres capaz de amar incondicionalmente?… si fuera tan sencillo todo como simplemente ponerse a 'hacer' esos actos amorosos, hace siglos que el mundo sería diferente, verdad?.
Y no me refiero a la evidencia de que hay gente en este mundo evidentemente violenta a ojos vista, no ya incapaces de hacer una 'buena acción' sino personas en perpetua disposición a causar calamidad y desasosiego en su entorno de influencia, personas manifiestamente agresivas. No no me refiero a los que sin pensarlo dos veces etiquetarías de inherentemente malvado (y te arrepentirías a la larga), sino a todos aquellos que presumen de hacer buenas acciones, los que actúan con corrección política, llenando titulares de medios de comunicación y apareciendo en hospitales y escenarios de tragedias, prestos a confortar a los que sufren –con cámaras y micrófonos, luces y taquígrafos– y que en realidad ocultan tras ellas una necesidad de hacerse notar, de que se les vea y reconozca por tales acciones. En definitiva, hacen el bien 'mirando a quien' terminando por escenificar un altruismo patológico o como lo define certeramente Barbara Oakley, una "amabilidad de sangre fría", esa que representan no solo muchas autoridades, gobernantes y monarcas, vestidos de luto de cara a la galería, conscientes de que su acto de presencia va a tener el adecuado eco y repercusión en la opinión pública gracias a los complacientes medios de comunicación, sino –y eso es lo más perturbador– personas de a pie, como tu y yo, que sin darnos cuenta tenemos gestos y actitudes automáticas que se activan en determinadas circunstancias. Una madre me comentó hace unos días que no conseguía que su hija de 7 años durmiese en su propia cama. La madre llevaba dos años divorciada y la emoción de desamparo provocada por el abandono de su pareja había, decía, repercutido en la niña que no quería dormir sola. Ella por amor –decía– había aceptado permitir que su hija durmiera con ella. A fin de cuentas era su hija y la amaba…Pero algo dentro de ella la hacía sentirse incómoda. Se sentía 'prisionera' del supuesto acto amoroso, porque no conseguía reconducir la situación. Y se sentía incómoda. Cuando la enfrenté con la perspectiva diametralmente opuesta de que probablemente ella misma (la madre) estaba utilizando a su hija como osito de peluche para soportar mejor su propio abandono en el contexto del divorcio, no tuvo más remedio que aceptar que estaba manipulando a su hija para anestesiar su propio dolor.
Inesperadamente ello la ayudó a conectar con el abandono sufrido en su propia infancia, donde sus padres –a su vez extraviados emocionalmente por su propio desequilibrio emocional– la habían esclavizado obligándola a trabajar fregando suelos desde los 7 años y negándole, por si ello no fuera suficiente 'castigo', el acceso a estudios más allá de la enseñanza obligatoria (que por entonces concluía a la edad de 14 años). Aguantar, compasivamente, la mirada a los ojos de quien sufre ayuda a curar. La catarsis fue incontenible. Y la consecuente sensación de liberación fue proporcional a la erupción emocional.
La madre aprendió a contarle un cuento y a despedirse de su hija a la hora de dormir. Ahora la niña duerme sola. Y la madre ya no se engaña a si misma.
¿Qué es lo que compulsivamente nos impide disfrutar esos felices momentos cuando están sucediendo y sin embargo tendemos a rememorarlos lastimeramente cuando la memoria se los lleva?
"Que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda" (Mt 6, 3)
Independientemente de que creas o no que esta cita proviene de aquél a quien fue atribuida y al que llamaron el Cristo, estarás de acuerdo en que, por lo menos, tiene miga. ¿Qué querrá decir? ¿Acaso que debes mantener riguroso secretismo acerca de las acciones realizadas con una mano (intención), un secretismo que te ampare para poder ser libre de comportarte todo lo contradictoriamente que las veleidades coyunturales te permitan/inciten, mostrando una intención opuesta a la inicial en una situación similar, justificando la ambigüedad de principios como norma? El refranero popular es siempre muy ilustrativo y en este caso me viene a la memoria "a Dios rogando y con el mazo dando." Las contradicciones son evidentes a ojos de los espectadores (sobretodo de los niños y animales), pero el actor de las mismas generalmente consigue autoengañarse, como le sucedía al emperador desnudo en el famoso cuento de Hans Cristian Andersen. Hizo falta que un humano con la mente limpia dijese abierta y públicamente lo que nadie veía o se atrevía a decir.
Personalmente siempre he preferido entender este encriptado pasaje del evangelio de Mateo como una clave para comprender que mantener el anonimato tras una buena acción es síntoma de grandeza humana. Las buenas acciones lo son aún más si tras realizarlas, rehuyes los flashes del reconocimiento.
"Amarás a tu prój(x)imo como a ti mismo" (Mc 12, 29-31)
Aquí estamos frente a la madre de todos los corderos.
1. Amarás a tu próximo…
Próximo sin duda significa aquél que tengas más cerca de ti. La jota (j) es fonéticamente heredera de la equis (x) (Mexico/Mejico) lo mismo que la hache (h) lo es de la efe (f) evidente en ciertos arcaísmos (filio/hijo; fierro/hierro) Y ¿quién más cercano a uno que los miembros de la propia familia, aquellos a los que aparentemente no (recordamos que) hemos escogido?
2. Como a ti mismo. Es decir, tal (del mismo modo que) como tu te amas.
Este argumento implica que para amar, primero hay que amarse a uno mismo, de lo contrario cualquier gesto amoroso, por política o socialmente 'correcto' que aparente ser, no constituirá sino una falacia, un engaño, pues es obvio que nadie puede enseñar nada a nadie si no ha adquirido previamente el conocimiento que se propone y dispone a dispensar. De igual modo no puedes pretender saciar la sed de un sediento si tu copa no está llena y tú mismo te has saciado de su contenido.
Y aquí viene la raíz del problema: ¿que podría llevarnos a mentirnos, a autoengañarnos –sin darnos cuenta de ello, por supuesto– tratando de ayudar a otros sin tener la 'licencia' necesaria para ello? ¿Qué nos empuja a querer dar de beber a los sedientos, obviando la necesidad propia de saciarnos previamente? Sin duda que aquí entra en juego el papel que juega ese concepto tan freudiano del inconsciente. Actuar fuera de la consciencia es el mejor salvoconducto para manipular las circunstancias y las personas envueltas, sin darnos cuenta de las oculta trama que desde el inconsciente hemos urdido, siempre en la creencia que se está obrando bien…Y es que de no hacerlo nos etiquetaban de egoístas y nos culpaban por pensar primero en nosotros, antes que en los demás…Una manipulación tan maquiavélica que quien la haya inventado arderá hasta las cenizas antes de redimirse. Y todo ello sin olvidar del daño producido a la propia integridad como consecuencia de esos actos inconscientes de patológico altruismo. "El infierno está lleno de buenas intenciones"es un refrán que suele ser malinterpretado en el sentido de que no bastan los buenos propósitos sino van acompañadas de las consecuentes acciones. Personalmente me permito discrepar de esta visión. Quizá fuese más apropiado decir que hay intenciones consideradas "políticamente" correctas, es decir, aceptadas como adecuadas por la colectividad, pero que han demostrado ser perniciosas, una vez constatadas las manifiestamente nocivas consecuenciasderivadas de su puesta en práctica. Hay personas que creen que hay que decir siempre y en cualquier caso la verdad, sin importar el contexto ni contemplar la posibilidad de que la audiencia (público objetivo) contemplada no esté todavía preparada para asimilar el contenido de la 'verdad' en cuestión. Decir esto, sin duda molestará todos aquellos que tengan, como digo, como lema "la verdad ante todo", los mismos que se contradicen al omitir revelar a sus hijos la verdadera identidad de los actores que interpretan el papel de Magos de Oriente en la cabalgata del 5 de enero, víspera de la festividad de Reyes. Y es que también se puede mentir por amor. Los niños agradecerán que la 'magia' que les permitía identificar a actores con los personajes interpretados, les haya sido preservada hasta que circunstancias personales e intransferibles, a las que todos tarde o temprano nos vemos enfrentados, hayan desencadenado el despertar de su propia consciencia al abandonar la niñez.
Amar es saber escuchar y comprender, a veces sin decir una palabra.
"Dominar el silencio es más difícil que gestionar la palabra." una cita atribuida aGeorge Clemenceau, algo que se asemeja bastante al anónimo "Soy dueño de mis silencios y esclavo de mis palabras"
Dicho esto, no hay duda de que Lennon/McCartney tenían razón cuando compusieron este sencillo himno