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miércoles, 14 de marzo de 2018

Per donar (II)

-Nuestra realidad, este caótico y aleatorio mundo, tiene sin duda que ser un reflejo del estado de nuestra mente a nivel colectivo. Me he resistido mucho, pero ya no me caben dudas de que esa resistencia es la raíz del problema.
-De acuerdo. Partamos de esa base. Pero convendrás que describir el problema no tiene mérito a estas alturas. Es como decirle a alguien que se está ahogando en alta mar que nade, que sus angustias son fruto de su imaginación.
-¿Entonces? ¿Cuál es la solución?
-La cuestión es cómo utilizar la mente para que vea (y contagie) felicidad en lugar de tristeza y agonía.
-¿Vivir el aquí y ahora sin miedos?
-Sin miedos significa que dejas el miedo. Y para "dejarlo" tienes previamente que reconocer que existe...que lo "tienes". De lo contrario no hay motivo para afirmar que hay que vivir sin miedo. Solo quien quiere salvarse busca y encuentra un madero al que agarrarse.
-Entiendo, tendré que confesar que tengo miedo...aunque esto me da mucha vergüenza (y ésta me causa aún más miedo)
-La vergüenza...ya hemos ubicado otra faceta del obstáculo. ¿por qué te da más miedo la vergüenza?
-Me da miedo mostrar mi fragilidad, quedarme 'en carne viva', sola, expuesta al ridículo (que a tantos divierte menos a mi) y no saber salir del pozo...
-Quizá ya estás en ese pozo y tan solo experimentas el vértigo de enfrentarlo, de...abrir por fin los ojos y aceptarlo. No hay más infierno que aquél en el que tememos caer.
-Entonces ¿a qué tenemos miedo básicamente?
-Básicamente a la carencia. Miedo a que nos falte lo necesario...(el aire, el alimento, el calor, la ternura...la vida!
-Convendrás que en un planeta donde hay abundancia para todo el mundo, la única amenaza pasa por que otras personas se apropien de tu cuota de abundancia. Que te priven de todo eso que has puesto en tu lista de cosas imprescindibles. En el fondo es miedo a lo que otros semejantes (personas) puedan hacerte.
-O los gobiernos, o los bancos...
-No te engañes, por muy altas que sean las esferas, al fin y a la postre son personas, como tu, las que toman decisiones que puedan intimidarte y hasta atemorizarte.
-¿Por qué lo hacen? ¿porqué otros quieren atemorizarme?
-Porque te ven (perciben) como una amenaza. Es la única razón radical, debajo de la montaña de excusas que puedan poner.
-¿Qué amenaza puedo constituir yo, que solo pido un lugar que ocupar en paz en este tiempo...?
-Paz...mmm. Para que te vean como una amenaza basta que hayas constituido tal amenaza, aunque solo sea por el mero hecho de existir como ser humano. Tu mera presencia puede constituir motivo de intranquilidad para aquellos que tienen algo que defender (status) y consecuentemente reaccionan causándote miedo a ti, que eres la amenaza identificada por ellos.
-Pero insisto, tengo derecho a ocupar un lugar, no?
-Por supuesto. Pero eso es la teoría. En la práctica, ellos tienen miedo de ti (y tu de ellos: Homo homini Lupus). Los que tienen muchos recursos (argucias) temen perderlos...
-Y los que tenemos poco solo nos queda irritarnos...¿tengo que pedirles perdón por existir? Sería el colmo.
-No. Tienes que perdonarles por su visión, por haberte visto (percibido) como una amenaza y consecuentemente haberte "hecho la vida imposible", cuando no eras -ni sigues siendo-una amenaza (sino todo lo contrario), NO ES ESO CIERTO? 
-...Bueno, quizá tengan algún motivo...A lo peor no soy tan distinto de ellos. ¿Entonces les pido perdón y ya está? y ellos, ¿no me lo tendrían que pedir a mi?
-Ahí está el quid. No esperes a que te lo pidan. Adelántate. Ofréceles tu perdón cada vez que te ataquen. No se lo esperarán. Y lo que más desestabiliza a una mente enferma es que suceda lo que no espera.

jueves, 15 de octubre de 2015

Sorry (I)

-Creo que he cometido algunos errores con algunas personas en mi vida. Y por mucho que intento dejar atrás el remordimiento, la culpa, ésta me persigue; hasta en los sueños...
-¿Has probado a disculparte?
-Sí, ya les he pedido perdón. Pero ¿cuántas veces hay que pedir perdón para que sea efectivo?
-Hasta que sientas que ya es suficiente. Hasta que estés en paz. No se trata de cantidad sino de calidad.
-Ya, pero cuándo sientes que es suficiente? Las personas a las que hice daño me han retirado el saludo. Yo ya me digo que ese es su problema; pero es que...
-...la culpa te persigue hasta en tus sueños. Quizá lo que suceda es que no te hayas disculpado contigo mismo. Quizá estés escabullendo esa responsabilidad.
-¿Conmigo?
-Claro. En todo error cometido hay dos partes afectadas: la víctima y el causante. De hecho ambos sois víctimas. Y ambas mereceis, debeis ser perdonadas. Lo ideal es que sea recíprocramente...Pero si, cuando pides perdón, aquél a quien heriste no te disculpa, o lo hace de boca, pero de hecho actúa como si no te hubiera perdonado (queda resentido, ese es efectivamente su problema), entonces la situación sigue quedando 'coja', irresuelta, por tu parte. Si no la atiendes se instala en tu subconsciente. Y tus pesadillas son una de las habitaciones preferidas donde se refugia.
Tu mereces ser perdonado también. ¿y qué mejor perdón que el que provenga de ti mismo? De hecho es muy probable que ellos no te perdonen hasta que tu no lo hagas contigo mismo. El cielo tiene esas cosas...Y ésas son las disculpas más difíciles de dar, o de aceptar según se mire.
-¿Y qué hago? ¿me digo a mi mismo 'me perdono'? o ¿'te perdono'? ¿Cuándo sabré que me he perdonado?¿cómo sabré que el perdón ha tenido efecto?
-Sólo cuando hagas las paces contigo mismo. Para eso debes descender al pozo de tus lamentos. Sólo alli encontrarás los motivos razonables, las causas justificables que te condujeron a obrar hirientemente con tus semejantes. Cuando descubras que detrás de tu violencia hay verdad, que tenías motivos sobrados para tu irascibilidad y los afrontes (caiga de su pedestal quien deba caer) con tus sanadoras lágrimas, sólo entonces quedarás en paz. Pero esa paz está tapada por tu intelectualidad, por infinitos argumentos y tu capacidad analítica que necesita sopesar permanentemente pros y contras, juzgar, etiquetar. Tienes un arsenal bien armado de excusas para no afrontar la esencia del desasosiego cronificado, el que te empuja a herir a tus semejantes, a ir escupiendo a diestro y siniestro (sobretodo a siniestro). Y las excusas se amparan en el miedo, el pánico a no sobrevivir cuando enfrentes lo que se esconde tras ellas. En el fondo tienes terror a ti mismo, a lo que pueda sucederte cuando descubras lo que oculta tu violencia, a tu reacción. Y no es en vano, pues esa reacción te es totalmente desconocida. Con razón tememos solamente aquello que desconocemos..
La buena noticia es que es más terrorífica la idea que tu miedo imagina que lo que realmente se oculta tras el velo que has fabricado para ocultar aquello de lo que te avergüenzas.

jueves, 26 de mayo de 2011

Emociones, sentimientos e instintos

"La vida está llena de cambios. Todos son buenos pero no siempre son fáciles." (Anónimo)

Está muy de moda hablar y escribir sobre inteligencia emocional, dos conceptos (inteligencia y emoción) cuya interconexión cuya obviedad, por real que sea, no se ha comprendido todavía del todo.
Tratando de discriminar entre dos conceptos tan indistintamente utilizados como son la culpa y responsabilidad llegué a la conclusión de que existe una secuencia que los vincula: Los nudos de la culpa cargada acerca de eventos pasados impiden conectar con la responsabilidad de la acción presente y desplegar la acción que se deriva de la libertad que la responsabilidad conlleva. 
El rencor, dicen los psicólogos, es un enojo profundo y persistente que no ha podido ser resuelto, liberado; un resentimiento arraigado (apegado, reprimido, atascado) que, por obra de dicho atasco, trastorna el natural desarrollo de la mente y desequilibra (enferma) al cuerpo físico. Hasta aquí todo claro. 
El rencor es, pues, un resentimiento, un enojo profundo que devora por dentro al sujeto que lo reprime, es decir a quien no se rinde a su natural manifestación.
Recuerdo el relato fantástico de Rick Steves que viajó a Iran y se desplazaba por la ciudad en taxi. Contaba que allí el caos circulatorio es espantoso en términos occidentales, claro. Pero hay muy pocos accidentes de tráfico. Yendo a bordo de un taxo, al llegar a un atasco, frustrante sin duda, el taxista que conducía se puso a gritar 'muerte al tráfico'. Rick le preguntó:
-¿Muerte al tráfico? Creía que tu maldición iría dirigida a Israel o a mi país los Estados Unidos.
-Esta vez es muerte al tráfico. En Irán estamos acostumbrados a maldecir cualquier cosa para poder liberarnos de la frustración. No vamos más allá de eso. No pasamos de las palabras. Pero las palabras son liberadoras...



Todos conocemos a estas alturas ya las consecuencias somáticas de tragarse las palabras que necesitan ser dichas en caliente.
Vienen comúnmente acompañadas de cambios orgánicos (fisiológicos y endocrinos)


· vergüenza

· timidez

· melancolía (depresión)

· frustración

· rabia

· timidez

· rencor

· pereza

…resentimientos que devoran por dentro y que provocan, debido a su ocultamiento, el deterioro celular.

Las emociones, afirman los expertos, son descritas como reacciones incontroladas frente a impactos externos, ante el entorno. Reacciones desconectadas del verdadero foco del resentimiento que, lejos de 'liberar' la presión, conducen por la senda de la cólera, descentran y agotan al sujeto victimizado hasta convertirlo en una sombra de si mismo...

Las emociones se situan en el tercer chackra, el del plexo solar, centro energético vinculado la zona del esternón (justo encima del ombligo). Solemos tocarnos esa parte del cuerpo cuando acumulamos resentimiento, cuando un miedo (no vinculado con la supervivencia sino ante la reacción de otro ser humano) nos atenaza.

El curpo físico humano está constituido de un 70 % de agua. El Dr. Masaru Emoto colaboró a la comprensión del proceso por el que las moléculas de agua congelada (hielo) ofrecen a la vista formas más o menos armoniosas dependiendo de la paz (o ausencia de ésta) del sujeto o de la comunidad de sujetos (familia, vecindario, ciudad, país…) que la contengan y consuman…







Pero entonces ¿qué son los sentimientos? ¿Son otra cosa distinta? y ¿cómo se expresan naturalmente? ¿Cómo evitar que se transformen en emociones atascadas, es decir en 'resentimientos'? Una vez detectados los resentimientos, ¿cómo hacer para evitar que detonen una enfermedad en el cuerpo físico?



Los sentimientos son estados afectivos complejos, intrínsecos, permanentes –siempre en función de la particular e intransferible sensibilidad del sujeto que los experimenta,
A diferencia de las emociones, no hay estímulos externos que provoquen el surgimiento de los sentimientos. Surgen en un momento, inexplicablemente, sin razón aparente, de los ignotos dominios del interior de cada persona. Se dice, no obstante, que afloran y que progresivamente incrementan su intensidad, accionados al desplegarse un invisible puente que une al alma humana con su naturaleza trascendente. 
Los sentimientos forman parte de la 'huella' personal e intransferible de cada ser. Suelen ser estados difíciles de integrar en la vida cotidiana precisamente porque no atienden a reglas o dictámenes psicológicos de expertos; no encajan en los parámetros conductuales que los estudiosos de la Psiqué tienen catalogados. No son tampoco, sin duda, explicables por parte del sujeto que los vivencia, aunque comúnmente (y curiosamente) se los aloja físicamente –por así decirlo – en la zona del corazón…

Por paradójico que suene, la aceptación e integración de los mismos en el entorno de la vida cotidiana conduce al equilibrio del individuo y a una ampliada concepción de su papel en la sociedad, en la acepción más amplia de este término.
No se puede exterminar los sentimientos (rubor, tristeza, ensoñación, amor, amistad, compasión, fe…), pero sí podemos autocensurárnoslos en la medida en que seamos ridiculizados por exponerlos. Generalmente la censura provendrá del discurso intelectual (es decir la razón) ajeno (más tarde el propio también), que los cataloga como ridícula y desconcertantemente fantasiosos. Ya sabemos que la mente (Psiqué/Ego) tiene una desmedida tendencia a etiquetar todo aquello que no puede medir, decodificar o clasificar.

Una vez que la negación tiene lugar –y los suficientes recursos racionales son desplegados por el mismo sujeto-paciente para mantener sus sentimientos a buen recaudo (protegidos cree él, aunque en realidad están literalmente secuestrados)– es entonces cuando podemos hablar de conflicto emocional.

La emoción, consecuentemente, es un 'estallido de incomprensión', una explosión de la olla a presión que nos construimos para almacenar forzadamente esos sentimientos nuestros que nuestro entorno no acepta. La emoción surge como consecuencia de un impacto externo que amenaza la integridad de los sentimientos. Las emociones son, pues, erupciones liberadoras que actúan a modo de válvulas de escape frente a los atentados que sufre la caja de pandora en la que mantenemos secuestrados nuestros sentimientos. Lo que sucede es que la expresión emocional puede ser dañina para terceros (sobretodo si se trata de niños).
Se trata, por lo tanto, de reacciones surgidas en el entorno de la interactividad social, ya sea en circunstancias de instrucción o simplemente de interacción con el entorno cotidiano. Un accidente/incidente de circulación puede desatar una emoción. Una separación, la noticia de la muerte de un ser querido, un despido, un deshaucio…

"Me contaba Marta, una amiga divorciada recientemente, que no podía evitar sentir rencor por su ex pareja. Y sin embargo fue ella la que tomó la decisión de separarse. Curiosamente por la misma razón por la que decidió emparejarse con él: era un mujeriego, un chico malo e indomable ante sus propios padres y frente al sistema, el rebelde idolatrado en su círculo de adeptos. De jovencita, a Marta le atraían los 'chicos malos', los truhanes y rebeldes. Secretamente albergaba, por supuesto, la esperanza de atribuirse el mérito de reconvertirlo en un 'chico bueno', en un hombre responsable, y un buen padre para sus hijos. Se olvidó, sin embargo de incluir en es particular carta a los reyes magos que fuese una pareja equilibrada y afectuosa. Sus futuras cuñadas le advertían que se iba a estrellar. Ellas lo conocían desde la infancia y sabían que 'no tenía remedio'. No importaba. La atracción por esa personalidad tan irreverente superaba a su capacidad de discernimiento, ese 'sentido común' acerca de cuya conveniencia sus padres tanto le habían hablado. Cuanto más le hablaron, más quiso conocer el lado oscuro…El retorno de lo reprimido lo llaman los expertos.
Ahora estaba enfadada. No con él, sino consigo misma. Con esa niña que fue y que pasó por el tubo de un engaño que no supo ver. Porque su orgullo le había hecho 'malgastar' (como ella repetía) los diez mejores años de su vida. A los dos ya se había dado cuenta pero tardó ocho en tomar la decisión."

Cuando mi hija de cinco años se pone triste porque, habiéndome sacado de mis casillas, he alzado mi voz más allá de lo tolerable por sus tímpanos, manifiesta un sentimiento de tristeza. He aprendido a disculparme. Soy un adulto y su salud emocional depende de lo equilibradas que estén mi mente, cuerpo y emociones. Nunca le reprocho sus estallidos de incomprensión (sus emociones) ni trato de distraerla de manifestarlos, pues yo tengo los mios propios y sé ahora que son parte del juego de la vida. Cuanto más me permito expresarlos, más vivo, curiosamente, me siento.


Todos cometemos errores y no siempre con un propósito intencional, porque las circunstancias, la ignorancia o la inconciencia pueden llevarnos a tomar las decisiones incorrectas y perjudicar a otros.
Muchos sienten que defraudan a sus amigos e incluso a sus padres, hermanos, cónyuges o hijos; y cada ofensa puede generar un profundo dolor y en una herida que nunca cicatriza. Hay hermanos que no se hablan desde hace más de treinta años; amigos que se distancian para siempre; hijos que no ven a sus padres y padres que no ven a sus hijos durante muchos años. Estos son casos comunes; y luego están aquellos que ante una afrenta hacen justicia con su propia mano y son capaces de quitarle la vida a alguien cercano, muchas veces sólo por dinero.
Las interacciones tóxicas con nuestro entorno nos transforman en seres aislados y amargados y además nos enferman.
Perdonar es el gesto que nos reconcilia no sólo con el otro sino esencialmente con nosotros mismos. La comprensión es el conocimiento que nos permite sentir compasión. Y la compasión es el sentimiento que genera amor.
A veces se pierde la oportunidad de perdonar porque ya es tarde y esa persona ya no está en este mundo; y esta circunstancia puede generar culpa y depresión.


Convivir con alguien implica asumir que 'otra' persona intrínsecamente diferente a nosotros forma parte de nuestro mundo cotidiano en un nivel muy íntimo. Y el otro nunca será como esperamos que sea, de modo que es altamente probable que alguna vez nos defraude.
No es necesario frecuentar a quien por alguna razón nos lastima, pero tampoco nos libera borrarlo de un plumazo de la vida, como un tumor al que se ataca con quimioterapia; porque huir de (reprimir) de las emociones (resentimientos) como el odio o el rencor nos convierte en esclavos de ellas , y ese resentimiento nos arruinará la vida.
Lo que más puede molestar es la culpa que se siente cuando se cree haber sido el causante del conflicto; por haber tolerado demasiado tiempo un maltrato, o por haber sido débil para evitar que nos sigan lastimando. No se trata entonces sólo de perdonar al otro sino también de perdonarnos a nosotros mismos, aceptando que somos humanos y que eso implica que todos somos capaces de cometer errores. No importa las veces que nos hayan defraudado, es indispensable confiar, tener fe en la vida, en nosotros mismos y también en los demás, para poder seguir viviendo. Tener fe en fuerzas invisibles que operan y regulan la existencia más allá de nuestra intervención es la clave para aceptar el río de la vida y dejarse llevar por él. Es cuando todo cambia y lo que ayer nos pareció terrible hoy podemos considerarlo sin importancia; y es necesario saber que también nosotros somos capaces de defraudar y de herir a los demás, a veces sin saberlo.
Cuando alguien nos defrauda (abandona, humilla, etc.) –y eso nos pasó a todos al nacer y aterrizar en este mundo cruel y despiadado– indefectiblemente acabamos creyendo que todas las personas que desde entonces encontremos en nuestro camino suponen una amenaza y actuarán del mismo modo. metemos a toda la gente en el saco de la sospecha y les atribuimos similares cualidades y defectos. Las creencias, sea cual sea el sistema que las ampare (religión, política,…) tienen el poder de echar raíces en el subconsciente de la Psyque y alienar el correcto discernimiento de la mente consciente.
Si algo nos molesta del otro, dicen los expertos, es importante enfrentar la situación y decírselo, expresarle los sentimientos que genera en nosotros su conducta, sin necesidad de cortar la comunicación, sin guardarle rencor. Lo que no explican los psicólogos es como conseguir llevar esta tarea a cabo. Por qué sus pacientes entienden esto pero no consiguen llevarlo a la práctica.
Muchas personas, distanciadas durante muchos años por motivo de conflictos afectivos, no aciertan a recordar la razón que originó el distanciamiento. Si consiguen recordarla, a pesar de darse cuenta de que nada tiene ya la misma importancia que entonces, no consiguen dar el primer paso para lo que los expertos recomiendan: la reconciliación. Y es que mucha gente confunde reconciliación con claudicación. "Debéis llevaros bien" les dicen. Sois hermanos/cuñados, hijos y padres, etc…Nada. Es superior a sus fuerzas.
La mayoría ignora que muchas enfermedades se relacionan con el rencor y el resentimiento, porque son heridas que creamos en la mente, que incapaces de cicatrizarlas, acaban haciéndose carne (somatizan).
Existen también los rencores generacionales, antiguas heridas (políticas, familiares…) de otras épocas, de aún antes de haber nacido. Resentimientos que se heredan, que no se quieren dejar atrás, y que se convierten en un lastre que mantienen enfrentados a los miembros de una familia, los habitantes de una ciudad, de una nación…a los fieles de un dogma religioso.
Perdonar es limpiar el alma y el cuerpo de impurezas. Eso todos lo sabemos, porque ya pocos discuten el vínculo entre el cáncer y el resentimiento. Pero ¿qué es realmente perdonar? Todos deseamos recuperar el sueño, eliminar las pesadillas, lograr la paz interior, elevar lnuestra autoestima, crecer integralmente y por supuesto repartir amor, eso que tan felices nos hace cuando tenemos la esporádica oportunidad de manifestarlo.
¿Por qué perdonar es algo acerca de cuyo beneficio moral todos estamos de acuerdo, y sin embargo pocos consiguen experimentar? ¿Cómo se alcanza el genuino estado de Ataraxia, esa disposición del ánimo propuesta por los epicúreos, estoicos y escépticos, gracias a la cual un sujeto alcanza el equilibrio emocional, tranquilidad, serenidad e imperturbabilidad en relación con el alma, la razón y los sentimientos?