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lunes, 14 de febrero de 2011

Un mar de lágrimas

No llores, le decían a una buena amiga de pequeña, cada vez que sentía tristeza. Ya fuese por que se le había roto el brazo a su oso de peluche, o porque era testigo desconsolado de las peleas de sus padres que se amenazaban recíprocramente con abandonar el hogar para realizar los sueños que nunca pudieron cumplir y que el compromiso de compartir una vida con alguien y la responsabilidad de criar a los hijos les habían arrebatado.
Se te ve tan fea cuando lloras, repetía su abuela, que era la única que comprendía el desamparo de la pequeña (porque era el mismo que ella misma había sufrido en su tierna infancia). Llorar era tabú en aquella casa. Una casa habitada por descendientes de inmigrantes que habían cruzado el Atlántico procedentes de las dos penínsulas mediterráneas tan brillantemente retratadas por Berlanga y Fellini. Huyendo de la miseria, buscando un lugar en el mundo que les ayudase a dignificarse como seres humanos y que les ofreciese el legítimo pan suyo de cada día que el cruel mundo insistía en negarles.
Su madre la vestía de varón, pues dar a luz a un niño fue su deseo frustrado. Ya te puedes imaginar el panorama. Para mirar atrás y excarvar en dramas generacionales, mejor tirar de la saga de Scorsese "El Padrino". Allí está todo explicado. La quintaesencia del drama de la vida.

Y ¿De qué sirve llorar? ¿Soluciona algo?, me repite un amigo, psicólogo sistémico, experto en dinámicas familiares distorsionadas. Abundar en el sufrimiento no hace más que desconectar al individuo de la realidad de su día a día. Aprender a salir a flote y ver el lado positivo de las cosas es lo que nos ha hecho progresar como civilización.

–Y sin embargo las hay (generalmente mujeres) que no pueden dejar de conmoverse siendo testigos del nacimiento de un vástago, o escuchándoles recitar su primera poesía, o reviviendo la emoción que transmite la escena aquella en la que Rick (Humphrey Bogart) espera en vano en la estación a Ilsa (Ingrid Bergman). O cuando ambos personajes se reencuentran en la misma Casablanca, o cuando el destino los vuelve a separar al final de la película.
Dicen que los estrógenos elevan el colesterol bueno y por eso las mujeres están 'programadas' para ser más longevas gracias a la liberación emocional que confiere la periódica evacuación hematológica. Un periodo regulado por el ciclo lunar, íntimamente ligado a un estado de incontrolable e irreprimible desconsuelo que las lágrimas testimonian.

–¿Entonces la testosterona es un 'castigo'?

– No, en absoluto. Es una hermosa herencia genética. Es la dinamo interna que nos ha permitido, como especie, expandir las fronteras del conocimiento, explorar los confines del universo, tomar la iniciativa y echar pa'lante ante cualquier disyuntiva u obstáculo. Pero…

–¿Pero?

–Como todo, tiene su lado oscuro. Demasiado 'Yin' nos ha vuelto insensibles y desconectados de la capacidad de empatía con el sufrimiento. La testosterona, abusada de forma adictiva, conlleva la sed de dominación sobre la contraparte, el Yan. El poder crea imperios, pero el poder sin medida corrompe al poderoso en la misma medida.

–¿entonces? ¿Cuál es la solución? ¿Someter al tirano? ¿Destronarlo? ¿Regresar a una tiranía femenina?

–La solución está dentro de cada uno. Todos alojamos la simiente de la dualidad. Todos tenemos una herencia y provenimos de una estirpe polarizada. Cada cual es su medida ha aportado dominación o sometimiento. Durante milenios masculino y femenino han pugnado por la supremacía, todos hemos sido tiranos y esclavos. Hemos experimentado sobradamente las consecuencias de la dictadura, como víctimas y como verdugos. Ahora llega el momento de la reconciliación. No es una decisión que haya que tomar. Está llegando sin que haya necesidad de debatirlo. Simplemente está aquí. Estaba escrito desde hace milenios. Es momento del despertar a la realidad de que todos estamos hechos de lo mismo. Tan solo hemos interpretado los papeles que mejor han servido para nuestro propósito dentro de un plan global que es esta magnífica representación llamada la vida. Es tiempo de bajar las armas, esta vez de verdad, y de abrir los corazones a lo inesperado, aceptando, cada cual desde su esfera de dominio, y dejando que los acontecimientos se desencadenen. Tiempo de aceptar que por encima de los pequeños guiones que hemos interpretado en nuestras esferas, generación tras generación, existe un argumento más amplio y vasto, en perfecta consonancia con las leyes que rigen las órbitas de los planetas, las mismas que regulan la biología a niveles moleculares, celulares y subatómicos.

–¿Y por qué ahora y no antes?

–Creerás que estoy fuera de mis cabales…y te daré toda la razón. Estar fuera de mis cabales es lo que me permite decirte que todo el caos, 'desorden' y desestructuración que a TODOS los niveles está teniendo lugar, entra dentro de la lógica más aplastante desde la perspectiva del argumento de la existencia. Puede parecer errático mi discurso porque el precario lenguaje que nuestro intelecto ha desarrollado para comunicarnos no satisface los requerimientos expresivos para transmitir lo que trato de transmitir. No existe la culpa. Nadie es culpable de nada.

Estrógenos contra testosterona. Esa ha sido la batalla, la dinámica que ha extendido la tela de araña con la que hemos creado y percibido el mundo creado. Sístole y diástole macrocósmica en un corazón más amplio que el honorable músculo cardíaco. Hemos alcanzado la adolescencia como especie. Homínidos, Neanderthales, Homo Sapiens, Homo Sapiens-Sapiens…y ahora Homo-Consciens. Llega el momento de salir del nido de papá-mamá: religiones, instituciones políticas, medios de comunicación, banca…todos han formado parte de un gran aparato de control sobre el rebaño. Pero ahora el rebaño se emancipa. Y ya no precisa de pastores, reyes o agencias de comunicación que distorsionen la oferta informativa a su capricho. La sabiduría está dentro de cada uno. Dios está en todas partes y dentro de cada uno. Porque cada uno somos Dios. La raza humana está lista colectivamente para asimilar un escenario más vasto y espectacular del que ha constituido hasta ahora nuestro amado planeta Tierra. Otros mundos, otras civilizaciones, un sinfín de hermanos más allá de las estrellas conocidas, esperan con los brazos abiertos a la emancipada humanidad.

–Y entonces, el caos, la crisis?

–La resistencia es fuerte. Los sentidos físicos se resisten a perder su hegemonía. La lógica y los paradigmas antiguos se resisten a perder protagonismo y ceder su trono a la telepatía, la clarividencia, la concepción no lineal del tiempo, la percepción extrasensorial en definitiva, y a la realidad de una existencia 'desprovista' de tiempo tal como lo conocemos. La bronca, el sarcasmo, la violencia, la rebelión, justicia-injusticia, día-noche, ayer-mañana, mejor-peor,…la concepción de la realidad desde perspectivas duales y polarizadas están dejando de tener sentido en un mundo en que nunca como antes, los matices habían tenido más importancia. Lo queramos o no, una nueva perspectiva más amplia se está adueñando de nuestra óptica. Los niños de hoy están preparados para eso, lo tiene incorporado de serie', por eso entran en conflicto con la 'vieja escuela'. No son ellos a los que hay que seguir metiendo en cintura. Somos nosotros, los adultos los que hemos de liberarnos de los corsés antiguos y empezar a sintonizar con la frecuencia que las nuevas almas están trayendo y arraigando en la Tierra.

–pero mucha gente tiene miedo al futuro.

–No. Tienen miedo al pasado. El futuro no existe. 'Caminante no hay camino, se hace camino al andar…". No se puede temer al campo de probabilidades que es lo no acontecido. El miedo al futuro está arraigado en el desarraigo y desamparo pasados, que al no liberarse generan patrones de conducta acostumbrados al desamparo, por lo que no se ve más que desamparo y abandono en potencia por donde se transite. Y las acritudes no sanadas necesitan una vía de escape (rebelión). Y los que aún se agarran al poder y al rol de pastores del rebaño hallan en la rebeldía la contraparte necesaria para desplegar el poco arsenal que les queda.

Abandónate al río de la vida y restitúyete tu capacidad de asombro ante la incertidumbre. Tu fuerza para afrontar el mar de probabilidades que el presente brinda. Verás que no hace falta seguir luchando (necesitando tener la razón a toda costa, destronando a tiranos, alertando y denunciando la corrupción, combatiendo las regulaciones limitantes, persiguiendo quimeras extenuantes, probándolo todo sin saborear nada…)

Todo esto pasará (porque tenía que pasar). Así se ha aprendido en este plano de existencia.
Ahora es tiempo de responsabilidad para con uno mismo. Tiempo de mirar hacia adentro y revisar daños, reparar vías de agua y sanar heridas antiguas. Tiempo de presenciar como cicatrizan los corazones. Tiempo de dejar de juzgarnos. Tiempo de amar sin mirar a quien.



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