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martes, 7 de febrero de 2012

Madre nuestra

Madre nuestra que estás en la Tierra,

a tu abrazo nos entregamos.

Santificado sea tu nombre

y venga a nosotros tu reino.

Hagase tu voluntad,

así en los mares como en los cerros.

El pan nuestro de cada día, te lo agradecemos hoy.

Y disculpa nuestra ignorancia pasada,

así como nosotros disculpamos a los que te ignoran.

Ayudanos a mantener viva nuestra memoria

Y no nos dejes caer en el olvido.


Amén

 

lunes, 6 de febrero de 2012

Aceptar el perdón (IV)

¿Qué es el perdón? ¿Acaso "te perdono" o "perdóname" son simples expresiones que en el preciso momento de ser pronunciadas "hacen magia"? El perdón es algo que se da y se recibe, pero ¿no será que lo efectivo realmente es sentirlo? Forgive me...o...I'm sorry dicen los anglófonos ¿Qué hay realmente detrás de estas expresiones?¿Qué queremos decir cuando pedimos disculpas, cuando pedimos perdón?

Cuando alguien pierde a un familiar próximo (prójimo), decimos que 'le acompañamos en el sentimiento'. Pero ¿Qué es verdaderamente eso? ¿Es lo mismo que compadecerse? ¿Hay que sentir lo mismo que el afectado –en este caso por la pérdida?

Definición de compasión según Wikipedia: «La compasión (del latín cumpassio, calco semántico o traducción del vocablo griego συμπάθεια (sympathia), palabra compuesta de συν πάσχω + = συμπάσχω, literalmente "sufrir juntos", "tratar con emociones ...", es un sentimiento humano que se manifiesta a partir del sufrimento de otro ser. Más intensa que la empatía, la compasión describe el entendimiento del estado emocional de otro, y es con frecuencia combinada con un deseo de aliviar o reducir su sufrimiento

Si para sentir comasión por alguien, es decir sentir simpatía por esa persona, es necesario ser capaz de ponerse en su lugar, entonces estaremos de acuerdo en que es necesario comprender el origen del sufrimiento que padece. Ponerse en su lugar no significa "sufrir con", sino comprender, porque se ha sufrido de igual modo. Es decir, tener consciencia de que la fuente del sufrimiento ajeno no solo no es diferente de la propia, sino que es la misma para todos. Solo cuando interiorizamos esto, podemos transmitir nuestra paz, ese necesario consuelo que quien sufre tanto agradece en momentos de pesadumbre. Nuestra paz consuela no porque estemos 'dando algo' que el otro no tiene...sino porque el otro ve en nosotros el reflejo de su propio potencial, su propia paz escondida en el pozo del sufrimiento. Para poder ponerse en el lugar de quien padece, sin que el sufrimiento ajeno lo embargue a uno y nos descentre, es condición imprescindible haber estado previamente 'en su piel', es decir, haber pasado por el estadio del sufrimiento y haberlo exorcizado, haber renacido de las propias cenizas. ¿Cómo se consigue eso? Obviamente aquí entramos en el terreno del lenguaje emocional, difícilmente explicable con palabras. En resumen te diría que consiste en haber 'tocado fondo', haber llegado hasta la base del aparentemente inconsolable pozo del sufrimiento y haberlo iluminado con la antorcha del corazón, única vía para completar el necesario exorcismo de los aterradores monstruos que allí habitan, los miedos de los que huye compulsiva y frenéticamente nuestro ego.

Sentir simpatía por alguien es más que simplemente sentirte bien en presencia de o recordando a alguien. Simpatía es comprender el origen del sufrimiento e incluso acompañar a tu amigo en su particular 'descenso a los infiernos', ese camino al que todos estamos abocados, tarde o temprano, y que emprendemos gradual y voluntariamente o traumática y vertiginosamente, en ambos casis empujados por las circunstancias. Para poder limpiar las cloacas de nuestra mente y alcanzar la libertad tan anhelada, es ineludible parar las máquinas y 'descaminar' el transitado sendero de la demencia y el frenesí, afrontando que la llave de la paz la tenemos nosotros. La paz, una habitación que está en nuestro interior y que clama por ser liberada. Esa habitación oscura desde donde funcionan todos nuestros automatismos no es otra que la parte inconsciente de la mente. No es fácil acceder a esa habitación y lograr iluminarla puesto que tu propio ego realiza a diario esfuerzos titánicos para disuadirte de emprender esa tarea. Muchos han intentado exorcizar sus fantasmas por diversos métodos (hipnosis regresiva, electroshocks...) pero todos fallan porque se dejan de lado el 'sherpa' ineludible en esta expedición: la consciencia.

Puedes ir, sin embargo, al funeral del padre de un amigo, sin haber pasado personalmente, todavía, por la experiencia de perder a tu padre. Y nuestra mera presencia, el formalismo de 'estar', está más alla de constituir un mero ritual, sino que se convierte en una ceremonia de esencial comprensión, un instante de lucidez en el que compartimos algo que no se puede explicar con palabras, pero que es muy sentido. Un cierto anhelo de trascendencia flota en el aire en toda ceremonia funeraria, que se eleva por encima de las creencias religiosas o perspectivas filosóficas. En un funeral todos nos sentimos, aunque sea durante un instante, sobrecogidos, nos quedamos sin palabras y sin embargo nos miramos y comprendemos...comprendemos que existe una fuerza mas vasta que rebasa cualquier entendimiento intelectual. Una fuerza que sabemos que es compasiva y amorosa.

El otro dia, me encontré por la calle con una mujer que evidenciaba todos los signos de estar pasando un mal momento. Sentada en un banco de una de las vias peatonales de mi pequeña ciudad, lloraba amargamente. Me fijé que tenía a sus pies un par de bolsas del supermercado, una de las cuales se había roto. Un tarro de mermelada y una botella de aceite desparramadas sobre la acera evidenciaban lo que había pasado. Me acerqué a ella y le pregunté qué le sucedía...Me miró protegiéndose del sol que le llegaba desde mis espaldas.

no es nada, no importa.

a mi sí me importa, le dije.

Me miró con cara entre escéptica y sorprendida pero, curiosamente, no me pidió que me fuera...seguramente se encontraba al límite de sus fuerzas y mi mera presencia le transmitió la confianza, la valentía de abrirse a sus emociones...

Mis hijos no vienen a verme...Estoy sola. Mi marido murió hace un par de años. Estoy cuidando de mi hermana gemela que, también está sola y ahora tiene un cancer que no tiene cura. Mi mundo se derrumba...

Mientras se secaba los ojos y los mocos con un pañuelo, por un instante creí que era el momento, mi deber, mi obligación de consolarla. Escuché la voz de mi ego diciendo, «hagamos de buen samaritano (lo que yo 'pensaba' que era eso) digámosle algunas palabras que la conforten, que le suban la autoestima, que le ayuden a seguir soportando su "cruz". Hazle ver que hay otros que están aun peor que ella, que el mundo está en guerra permanente, que hay injusticias por todas partes, que en definitiva vea el lado bueno del asunto: tiene salud y puede reencontrarse con su hermana (de la que, segun me cuenta, habia estado distanciada mucho tiempo por diversos motivos que ahora no vienen al caso). Esa es tu misión, me decía esa voz. Para eso has venido. Es lo que más te gusta hacer...ayudar a los demás.

Sin embargo escuché otra voz, a la que afortunadamente decidí hacer caso (en detrimento de la anterior). Una voz que me decía que estar ahí, simplemente sentado junto a ella, con todos los sentidos puestos en escucharla, era todo lo que ella –y yo– necesitábamos en ese momento. No pedía que nadie le solventase nada. Simplemente alguien que fuera testigo de su estado de ánimo, alguien con quien poder abrirse, sin juicios, sin consejos... Y es que muchas veces todo lo que hace falta es saber que, a pesar de las dificultades, no estás sol@...

Así lo hice. Hice caso de mi intuición, la misma que me había conducido hasta ella esa mañana. Hice un paréntesis en mi agenda matinal. Le pregunté algo que no esperaba...

–¿Es Ud. De aquí?

Fue como tirar del hilo de un ovillo...Esta es la historia de la vida de esta mujer, de sus vicisitudes y de sus lamentos inconfesados...

«No. Nací en un pueblecito de la costa sur de...

Seguirá...

 

 

 

 

 

 

Aceptar el perdón (III)

(...Viene de aquí)

Un día descubrí que en el perdón de todas mis culpas anteriormente mencionadas que me he impuesto, es decir, que he aceptado provenientes de mi entorno (familia, escuela, trabajo...) radicaba la necesidad que ha motivado todos mis actos compulsivos en la vida. Pero tambien sé ahora que es la clave para mi libertad. Andaba como pollo descabezado en busca de una redención a mi sentimiento de culpabilidad. No era libre porque me percibía como un ser culpable, inválido (no- valido), egoísta...me decía. En realidad todo eso eran simplemente calificativos con los que yo me etiquetaba. Pero su lastre era desproporcionado. ¿Pero por qué? ¿Por qué me trataba tan mal? ¿Era verdaderamente merecedor de ello? ¿Por qué nunca lograba alcanzar la ansiada meta, por qué no podía de una vez por todas llegar a ser el hijo perfecto, el que nunca diese problemas a sus padres, que nunca llorase por las noches cuando no lo cogen en brazos o lo dejan en la helada casa de su sorda tía cuando ellos se van a bailar, el que se come religiosamente todo lo que le ponen en el plato aunque este repleto de tóxicos aditivos, que sonríe a todo el mundo -incluso a la odiosa abuela- ? Lo se, ahora suena ridiculo. Lo cierto es que me esforcé tanto en ser como ellos querían que fuese, que simplemente me olvidé de quien era.

Fue tan frenética la búsqueda de la mirada de mi madre que creo que me 'pasé de rosca' y acabé viendo en la mirada hipnótica y penetrante de las mujeres que se cruzaban en mi camino, a los mismos ojos de mi madre. En los esquivos pechos de ellas veía los ansiados pezones de mi progenitora, los que solo pude degustar durante dos meses. Es gracioso (ahora) la medida en que conseguimos distorsionar nuestra integridad con tal de agradar a los demás. Entonces no era gracioso.

Sin embargo, nunca era suficiente para ellos, que se obstinaban en ponerme cada vez el listón más elevado. No me extraña. Dicen que les das la uña y te cogen el brazo...Cuando creía que ya lo había dado todo -y aun así seguían sin estar satisfechos (a juzgar por el poco interés que yo y mis circunstancias despertábamos en ellos)- van y anuncian que seremos uno más en la familia. Yo que todavía esperaba que ellos se fijaran en mi con los genuinos y amorosos ojos del corazón -aunque solo fuese una vez-, ahora tenía que superar otro obstáculo, aprender responsabilidad, la que se me suponía, como hijo mayor, por mi hermano pequeño. Uau, ser responsable! ¿Cómo se consigue eso? Me preguntaba. Es igual, lo lograré. Y seguro que de ésta me matriculo cum laude. Cambiaré pañales, prepararé biberones y dejaré ya siquiera de insinuar que preciso de su atención. Y esos estúpidos dibujos que tanto me gusta hacer (y más aun mostrarles a ellos) los tiraré todos a la basura...todo sacrificio será bueno para que ellos vean lo buen hijo y hermano mayor que puedo ser. Seguro que así acaban reconociendome. 

Ni con esas.

Otra gota que peligrosamente llenaba mi personal vaso de la desesperación era la de las odiosas comparaciones. Sucedía cuando te comparaban con alguien, generalmente otro niño ya fuese pariente tuyo o no. Mi padre tenía la fea costumbre de expresar públicamente su predilección por las niñas. "haremos una cosa, decía a las hijas de sus amigos cuando íbamos a visitarles, vosotras os venís conmigo y los nuestros (mi hermano y yo) se quedan con vuestros papas, ¿De acuerdo?. Por supuesto que se trataba de una broma, pero cuando eres niño el cinismo o el sarcasmo no suelen ser tu fuerte. Además, ¿Que tendría de extraño creerse literalmente esas palabras, teniendo en cuenta el patente desdén que en la intimidad del hogar le despertábamos a nuestro padre. Por lo demas, ya aviso Freud acerca del modo en que el inconsciente se libera por medio de estados, afines en su esencia, como son el sueño y los chistes.

Mi padre nunca me puso la mano encima, y sobre el papel debería sentirme un privilegiado. Mis traumas probablemente no pueden compararse a las experiencias de otros niños con fortuna dispar. Pero, de nuevo, ¿para qué sirven las odiosas comparaciones sino para hacerte comulgar con ruedas de molinos? ¿acaso era menos legítima mi desolación? Si pensase eso estaría librando y sentenciando a este mundo a los designios del azar, atribuyendo los sincronizados mecanismos que rigen la dinamica del universo a la pura casualidad. Y tengo poderosas razones para no hacerlo. Cuando habiendo sido objeto de comparaciones, te percibes a ti mismo como un ser carente en alguna medida de ciertos atributos innatos que tus padres elogian en otros niños, te resignas a la convicción, no de que ellos tengan un fallo de percepción (que seria lo LOGICO pensar como adulto equilibrado) sino de que tu tienes un fallo 'de serie' del que te consideras (quien sino?) inconscientemente culpable. 

A los 14 años mi padre empezó a mandarnos a la misa de las 11 los sabados antes del almuerzo. No recuerdo por qué él mismo no nos acompañaba. Ibamos con Miguel, un vecino y el más aplicado de su clase. Murió  tres años despues, a los 17, de un tumor cerebral. Me dijo en sueños, meses después, que no había logrado soportar el cumulo de expectativas que su familia siempre había tenido en él. Que la cabeza literalmente le había explotado. Yo mismo estuve por entonces tentado a resignarme a la desviada idea de que 'tenía' un pecado originalCon la iglesia hemos topado. Ahí es cuando entra en juego el interesante asunto de la religión. Durante un tiempo fui adoctrinada víctima de lo que se decía por allí, que la iglesia era la única institución capacitada para activar el proceso de re-ligarte con la amorosa fuerza del perdón.

Aceptar el perdón (II)

...Viene de aquí.

Es cierto que los padres merecen ser perdonados. En realidad no solo los padres sino todos nosotros, hijos, padres, madres, todos hemos venido a este mundo en este preciso momento para ser perdonados, para aceptar el perdón...¿De quien? ¿Perdonados por quien? Por nosotros mismos. Es hora de reconciliarnos.

Me perdono, me disculpo y con ello me libero de la pesada carga de las culpas que yo mismo me impuse (no soy lo suficientemente buen padre, no he sido suficientemente buen marido/esposa/pareja/compañer@, no soy suficientemente previsor, disciplinada, ordenada, complaciente en la cama, comprensiva con mis hijos, eficiente en el trabajo...) Ya no tengo mas ganas de seguir haciendo (consciente o inconscientemente) escarnio de mi autoestima. Me digo a mi mismo: basta ya de autoflagelarme. Siento que me debo algo, aunque...no consigo averiguar el qué. Como tu, me he pasado la vida tratando de salir a flote. Buscando algo con lo que calmarme. Siempre conservé la intuición de que merecía sentirme realizado. Me llegué a convencer de que mi realización sucederia como consecuencia de la obtención de una titulación académica, de una posición y prestigio social, de un acreditadamente mejorado swing del que poder presumir en mis partidas de golf, en definitiva del reconocimiento de los que me he ido rodeando. Los que me han rodeado...claro! ¿Por que no incluir en ese lote a mis padres? En realidad ellos siempre fueron la primera y ultima meta de mi obsesiva búsqueda. No he querido darme cuenta. Ellos eran los seres a quien yo mas amaba, a los que llegue a idolatrar.

Empezando por el principio, hubo una época breve de mi vida, como todos la tuvimos, en que no tuve ojos sino para mi madre. Necesitaba su mirada clavada en mi mientras estaba despierto, incluso sentirla aun cuando durmiese. Mis ojos necesitaban contactar con sus ojos, mi gusto era el suyo, mi cuerpo necesitaba su tacto, mi olfato clamaba por su olor. Su boca y labios besandome y sonriendome. No era mucha pretensión, verdad? Lo cierto es que si eso hubiera sucedido tal como lo relato, la siguiente etapa, la de la exploración y el descubrimiento, operada tras la caída de los primeros dientes, hubiera sido coser y cantar. Pero no fue. 

Atención exclusiva. Eso era todo lo que mi existencia necesitaba en ese tiempo. Ni más...ni menos. En fin. Supongo que eso es a lo que llaman ser egoísta...pero, ¿Qué tenía de malo ser egoísta entonces? Era lo natural. Todos los niños lo son. ¿Y cuándo dejamos de ser niños?, quiero decir, ¿Hasta cuando es normal ser egoista y cuando se convierte en una estrategia adictiva? 

Ella hizo lo que quiso, que no fue más que lo que supo o pudo. Y lo comprendo AHORA. Comprendo que mis expectativas acerca de su dedicación no casasen en el mismo grado, medida e intensidad con las suyas, y aunque no dudo que ella considera haber sido una buena madre (la tuya quizá presuma de haber sido la mejor...) algo siempre me ha dicho que comprender es una cosa y aceptar es otra. Comprender es algo que hacen los adultos con su intelecto, pero aceptar es algo que solo puede obrar quien esta en contacto con sus emociones...

Mi terapeuta gestalt me dice que tengo que aceptar, que lo sano es despedirse de la infancia perdonandola y olvidandola. Que ese obstinado sentimiento de que algo te falta es insano y que no va a hacer sino entorpecer tus vínculos y situaciones cotidianas... Sin embargo había hasta hace bien poco, algo dentro de mi que obstinadamente me impedía aceptar. Algo (pongamos...una energía) que percibo como una parte de mi y que siento tiene necesidad de unirse a mi, pero que no consigo reintegrar. Y esa parte que reconozco en mi me dice que lo que sucede es que NO COMPRENDIÓ en aquel momento de tanta necesidad la falta de voluntad, la incapacidad, la desidia (llamalo como quieras...) la ausencia de mi madre, su distancia, su enfado y frustración (AHORA, perfecta, merecida y justificablemente aceptables y perdonables). No puedo soslayar que esa parte de mi, que ejerce un poderoso y muy básico foco de atención, me dice que necesita expresar esa incomprensión, me pide a gritos ser atendida. Una voz en mi interior, cuyo natural reclamo en algún momento tuvo que ser acallado, una parte de mi que desde aquel momento inicial de mi existencia se tuvo que vender al mejor postor...tuvo que 'prostituirse' con tal de calmar la sed de sensorialidad y afectividad no satisfechas, para las que el sujeto de deseo inicial, la madre, por razones perfectamente comprensibles HOY, no estuvo disponible ENTONCES. 

Hubo un tiempo en que creí estar completamente loco a juzgar por las reacciones de las personas de mi entorno. Con argumentos perfectamente lógicos y razonables, desmontaban cualquier exposición mía respecto a mi interno diálogo con esa parte de mi, que ninguno de ellos acertaba a identificar o tan siquiera comprender. Curiosamente era yo quien ahora empezaba a comprender algo que ellos no. No solo no comprendían sino que lo ridiculizaban. Algo que entonces (en mi infancia) no comprendí, pero para lo que ellos (padres, amigos, novias, profesores) hallaban perfecta explicación, comprendían y aceptaban sin más. En mi busqueda adictiva de sustitutivos sucedaneos que calmasen mi ansiedad, mi necesidad oculta, probablemente al borde ya de la locura, di con un libro de Carl Jung en el que el prestigioso investigador de la Psyche humana mencionaba lo que el bautizó como 'niño interno'. 

"Tu visión devendrá más clara solamente cuando mires dentro de tu corazón y descubras a tu niño interno herido... Aquel que mira afuera, sueña. Quién mira en su interior, despierta"

Fue mi ferrea voluntad de continuar urgando en ello lo que sin duda atrajo mágicamente la aparición de personas en mi vida que daban fe de la realidad oculta tras esa etiqueta. Gente que me dijo que si, que el niño interno es real, aunque su existencia no sea demostrable científicamente. Durante un tiempo me sentí menos loco, aunque solo fuese porque era agradable sentirse rodeado de gente tan 'loca' como uno. Sin embargo, mi insistencia y ganas de profundizar en el tema me condujo a descubrir (o quiza re-descubrir) un camino, una perspectiva que hubiese deseado compartir con mis padres en perfecta sintonía y armonía durante los años en que la convivencia era posible, pero a la que ellos, ignorantes entonces, permanecieron ajenos, probablemente porque no la recordaban...

domingo, 5 de febrero de 2012

Confesiones de un homosexual (I)

¿Quien es Jack? (extraído de Amazon)
Jack nació en el seno de una familia trabajadora en 1932, en el norte industrial de Inglaterra. Terminó sus estudios secundarios, pero al no poder pagar estudios superiores se alistó en el ejército a los 18. A los 21, Tras haber conseguido un trabajo en la sanidad pública, se vió envuelto en un arresto y fue acusado de actividades homosexuales, tras lo cual decidió irse con todo lo que tenía en el bolsillo (menos de una libra) a la capital (Londres) donde su condición sexual pasaría sin duda más desapercibida. Consiguió ser admitido en The Royal Academy of Dramatic Art in 1959. Tras mucha lucha decidió abandonar el mundo del teatro y se fue a vivir la experiencia hippie en la mágica isla de Ibiza. Allí, en 1973, tuvo acceso a la lectura de un libro que le cambiaría la vida: The Primal Scream (El grito Primal). Los locales le conocieron como 'screaming Jack' ('Jack de los gritos'). Más tarde (1981) decidió irse a Los Angeles a hacer la terapia decrita en el libro (Primal Institute). Desde entonces lleva una vida más plena de sentimiento y sanación. Esta es una traducción de una entrada en el blog del Dr. Janov:

"Soy un homosexual confeso. Admito públicamente que mi sexualidad no es la 'normal' [por el contexto no relaciona 'normalidad' exclusivamente con factores estadísticos]. Sin embargo no me siento a disgusto con mi tendencia sexual y a pesar de contar con algunas pistas acerca de qué pudo hallarse en la raíz de mi orientación sexual, no he profundizado en ellas lo suficiente como para que el rumbo de mi sexualidad haya variado un ápice. A mi edad (80) ya no espero -ni deseo- que eso suceda.
No obstante mi caso podría considerarse como excepcional. Desde mi temprana infancia, sabía que era 'diferente', aunque nunca imaginé lo que esa diferencia supondría hasta que alcancé la pubertad.. Para entonces ya me había aceptado completamente y estaba experimentando plenamente mi sexualidad. Durante mi adolescencia conocí a otras personas con la misma tendencia sexual que yo y puedo decir que disfruté de experiencias sexuales con otros hombres en el mismo grado e intensidad que otros chicos lo hicieron desde su tendencia 'normal' (heterosexual). Lo que sucedió fue que fui más allá y desarrollé una adicción sexual que, aunque fluyó paralelamente a una cierta senda de éxito, también me causó conflictos con la ley en varias ocasiones. No obstante pude llevar una vida razonablemente feliz. Quiero decir que tuve varias relaciones afectivas duraderas (2, 4, 5, 7 y la actual que ya dura 30 años).
Habiendo cumplido los veinte años aprendí a ser honesto, abierto y directo tanto en lo concerniente a mi sexualidad como en otros aspecto de mi vida. Fui arrestado a los 21 [no explica las razones], y puesto que ocupaba un cargo en la  autoridad sanitaria local, fui portada de los medios de prensa locales.
[Por el contexto del relato parece ser que el arresto estuviera relacionado con una cierta 'caza de brujas']
Aunque todos mis hermanos (todos menores que yo) estaban al corriente de mi homosexualidad, mis padres quedaron espantados al conocer de mi sexualidad por medio de la prensa. Imaginate el impacto. Me dijeron que me fuera de casa.

Me fui a vivir a Londres y allí me labré una carrera en el mundo del teatro, donde a nadie importaba mi tendencia sexual. Esa fue mi ruta hacia la libertad y la independencia. Finalmente pude hacer las paces con mis padres y me aceptaron.
Debo decir que yo francamente nunca alentaría a nadie a experimentar con relaciones homosexuales a menos que yo estuviera totalmente convencido de su condición homosexual (gay). Como homosexual, tengo serias dudas respecto a la bisexualidad como orientación sexual, si bien este es un asunto sobre cuya comprensión todavía queda mucho por aprender y estudiar. Tras haber leído "el Grito Primal" en 1973 , supe que mi sexualidad no era la normal (sea lo que sea lo que consideramos como 'normalidad'). Sin embargo no busqué una terapia para 'curarme' de mi orientación sexual, sino para hallar un modo de sentir la vida, de vivirla de un modo más auténtico. Por eso me fui a Los Ángeles a hacer esta terapia. 
¿Hubiera sido mejor no haber tenido experiencias traumáticas en mi vida? Sin duda. Pero he aquí que sucedieron. No puedes borrar tu pasado.

Verás, Art, siento que mi vida dio un vuelco como consecuencia de la lectura de tu libro y sé que soy desde entonces -y seré durante el resto de mi vida- un ser con una increiblemente incrementada capacidad de sentir. No te podré estar suficientemente agradecido por lo que he crecido gracias a la terapia que valientemente has desarrollado desde entonces. Muchos me conocen como un freak tuyo. No me importa lo mas mínimo lo que piensen los demás. Y en eso radica mi felicidad. Eso también te lo debo a ti.
No albergo ningun odio en general. Tan solo tengo mucho que reprochar a la religión por haber demonizado la homosexualidad, y a los gobiernos y otras instituciones por reivindicarla. Pareciese que ambos se hubiesen confabulado para exprimir en la escena pública este debate con la intención de atizar el fuego de la discordia (con no se qué oscuras intenciones) en un asunto que ya tiene suficiente carga emocional en el terreno familiar-personal.
Quisiera, para terminar, ilustrar esto con una anécdota personal. Hace algún tiempo tuve un encuentro con una docena (mas o menos) de obreros en el parque frente a mi casa. Ellos se habían apercibido de mi condición gay y estaban tratando de mofarse de mi. Me dirigí hacia ellos rápidamente y les pregunté si eran heteros y estaban casados, a lo que todos respondieron jactanciosamente que si. A continuación les pregunte si tenían hijos. Todos contestaron alegremente que si. Les señale con el dedo entonces y les dije elevando el tono de voz: "id con mucho, mucho cuidado. Quizá vuestros hijos sean gays sin que lo sepáis". Todos respondieron "los míos no". Entonces les conteste "Eso es exactamente lo que mi padre siempre decía: nunca habrá maricas en mi casa. Y ¿Sabéis que? Sin saberlo tenía al marica más redomado en su propia casa: Yo". 
Se fueron y nunca más me molestaron en el tiempo que duraron las obras frente a mi casa."

Jack Waddington,
Comentario a la entrada del blog de Arthur Janov: on homosexuality as normal variant of human sexuality.


Post Scriptum: (26/08/12)
Extraído de Rafapal.com
Hola Rafapal, leí tu articulo del profesor y viendo los comentarios del enlace que
pusiste, mira lo que me encontré.

Ana Heart
Soy mujer, lesbiana, y estoy en total desacuerdo con adoptar o intentar traer hijos
al mundo para que vivan junto con mi pareja homosexual, no es ideal, no es bueno ni
deseable, aunque ambas partes de la pareja sean personas decentes y cultas. ser
homosexual no se nace, tampoco se elige, son conductas porvenientes de una fractura
mental provocada desde la niñez por desviaciones en la dinamica familiar. ya existen
terapias para superarlo, insisto, soy lo que soy sin ser culpable, pero si puedo
decidir que un hijo mio no lleve la cruz que llevo yo por ser diferente, ojala la
comunidad de psiquiatras q apoyan semejante aberracion (lo de tener familia con
hijos siendo gay) entiendan de una vez que no es sano, no podemos decidir una vida
de paria para nuestros descendientes.

sábado, 4 de febrero de 2012

Aceptar el perdon (I)

Después de tratar denodadamente (neuróticamente) y por todos los medios de hacer del mundo que te rodea un lugar mas amable y habitable, has llegado a la conclusion de que la enquistada y recalcitrante violencia que impregna las mentes de las personas que lo habitan no conjuga definitivamente con las condiciones en las que desearías vivir en este mundo. Tus padres también lo aborrecen (o aborrecieron si ya no se encuentran aquí). No has visto mas que desesperación a tu alrededor. Incluso en el contexto de esos eventos que consideramos felices -el nacimiento de un hijo, un cumpleaños, una boda, unas vacaciones soñadas...- has acabado presenciando alguna escena que te ha desencantado. Lo curioso es que los demas, aunque no lo creas, sienten lo mismo. Al verte tan decaid@, te han dicho sin embargo, que no hagas una montaña de un grano de arena, que la vida es así, que de lo que se trata es de sobrevivir y rendirte a la aceptación de que si bien todo lo que sientes tiene un fundamento, no tiene remedio, de que te irá mejor si tratas de sacarle el máximo jugo, el mayor rendimiento a las situaciones del aquí y el ahora. Que lo mejor que puedes hacer con tu doliente condición es olvidar y perdonar...y así has transitado hasta ahora por este valle de lagrimas, tratando de resignarte a lo malo conocido... Sin embargo no logras abstraerte de tu perenne falta de sosiego, de paz interior. No solo eso sino que involuntariamente la acabas transfiriendo en mayor o menor medida, a las diferentes situaciones cotidianas que se te presenta. Para ti el aqui y el ahora es demasiado calamitoso, demasiado insoportable. Como alma en pena andas de aqui para alla, emparejandote y separandote, de ocupacion en ocupacion, llegando hasta a desesperarte buscando alguna suerte de redención que nunca parece llegar...

Si este no es tu caso habras dejado a estas alturas de leer. Si por el contrario te sientes identificad@ con el parrafo anterior, puedes dejar de leer ahora mismo, de lo contrario te arriesgas a que tu ego salga lastimado.

Un Curso de Milagros, te ofrece la redención que andas buscando, la oportunidad de rendirte a ser perdonado, a liberarte de la pesada y atenazante carga de la culpa y el miedo, esas energías que te gobiernan como tiranos desde que tienes uso de razón. Aceptar el perdón es una actitud de responsabilidad que implica aceptar por supuesto que has cometido errores...pero en ningún modo significa que seas culpable. Un error solo se convierte en enquistada equivocación -afirmaba el sabio Solonsi te niegas a corregirlo, es decir si te niegas a disculparte, y a aceptar con ello el perdón no solo de la víctima de tu error, sino principalmente de ti mism@, el/la principal perjudicad@ al haber obrado inconscientemente contra natura. Reconocer haber obrado inconscientemente en el presente implica automáticamente una toma de conciencia respecto del origen de la misma inconsciencia. Aunque esto te parezca un trabalenguas, es tan coherente -y poco relativo- que convierte la afirmación de que 2+2 es 4 en una conjetura.

Dis-culparse es una muy honrosa actitud ante el reconocimiento del error cometido, que tiene como recompensa verse automáticamente exonerado de la culpa auto impuesta (nadie te echa la culpa a menos que tu la aceptes). Cuando no te dis-culpas estás obligandote a cargar una pesada losa sobre tus espaldas, la de in-culparte. El peso de la culpa es esa lastrente carga que escondemos en nuestra mente inconsciente, ese doble fondo de nuestra Psyche desde donde nos dedicamos a juzgarnos implacablemente, convirtiendonos en almas en pena a la búsqueda paradojicamente de eso precisamente que inicialmente hemos rechazado, el perdón. Y el perdón esta destinado a alcanzarnos. Por mucho que lo esquivemos, siempre tratará de ser atendido.

Sabes que la capacidad de perdonar es un don que aceptan solo uns pocos. Y solo puede perdonar quien ya se haya perdonado a si mismo, se haya exonerado de toda culpa, es decir quien ya no se siente culpable. 

-pero yo no me siento culpable de nada y no necesito perdonar a nadie...

-vaya, vaya, la curiosidad mató al gato, dicen. Di por sentado que no ibas a continuar leyendo, y sin embargo aquí estás. Bienvenido en cualquier caso. Sé que tu aparente intención de sabotear este texto no es más que una máscara tras la que se esconde un ser que busca ser perdonado. No eres tan psicótico como pretendes aparentar.

Es muy sencillo pedir perdón y a la vez muy difícil. Para pedir perdón, antes hay que conectar con el orgullo que lo obstaculiza. ¿Qué te impide pedir perdón? ¿De qué te defiendes tras tu coraza de orgullo? ¿Qué es lo que fue herido y de cuyo dolor no sentido has necesitado defenderte a ultranza? ¿De qué recuerdo doloroso huyes?

Quien está libre de toda culpa es quien ha despejado el orgullo de su mente, e incorpora y te brinda la maravillosa energía del perdón. Son muy pocos los que a lo largo de la historia han podido perdonar a sus semejantes. Buda, Krsna, Jesus, Noé, Quetzalcoatl, Viracocha fueron, entre otros, avatares de renombre de una misma entidad, consciente de su amor por toda la humanidad a la que consideraba su fraternidad, sus hermanos. 

Tu mismo fuiste quien se cerró a disponer libremente de la energía inagotable que te anima: el amor. Por eso vagas por el mundo íntimamente des-animado (si bien te esfuerzas enconadamente por disimularlo, y bien que lo consigues a los ojos ajenos, aunque no a los tuyos propios). Tras el desánimo o el orgullo se esconde la frustración de haberte visto obligado a cerrarte al amor, para poder defenderlo del insoportable caudal de violencia que presenciaste y que impregna el mundo que habitas. Cuando el miedo a perder tu propio amor fue insoportable, cuando el riesgo a ser herido de muerte fue más que patente, decidiste poner a tu niño interno a buen recaudo. Se lo entregaste a un usurero en la consigna del teatro de la vida. A cambio te entregó un disfraz con el que poder 'funcionar' en este mundo en las condiciones que éste desgraciadamente reclamaba. Desde entonces andas no obstante buscando tu inconsciente redención. El ego te ha permitido sobrevivir y subsistir en este mundo de códigos y símbolos, que no son sino cualidades propias del estado de sueñoPedid y se os dará, dijo Jesús, el Cristo. 

Atraemos inconscientemente todo aquello de lo que huimos. Nuestros mas temidas pesadillas no son sino llamadas desesperadas de atención por parte de nuestro inconsciente para que acudamos a su rescate. Despertemos pues a la consciencia de quienes somos y atraeremos inmediatamente el perdón, la redención tan anhelada.

 Los errores no los cometiste tu, sino tu ego con el que te viste obligado a disfrazarte. Tu no necesitas ser perdonado puesto que eres hijo de Dios, amado por toda la eternidad. Es tu ignorancia, tu inconsciencia respecto a esa realidad, tu ego el que pide redención. La culpa es una energía emponzoñante que nos hemos inventado para hallar una pseudo sensatez dentro del caos y sinsentido que vemos en el mundo. Guerras, destrucción, odio, envidias. El mundo quiere convencerte de que te conviene resignarte (aceptar, dicen) al desaliento generalizado, que forma parte de los avatares de la vida. Lo que te va a dar paz es, dice el patriarcado, aceptar todo tal y como se presenta.

Acepta el perdón de tu Ser más elevado (Higher Self)  y serás capaz de perdonar, no solo a tus padres sino a toda la humanidad. Cuanta mayor sea tu convicción al respecto, más estarás cooperando en la sagrada tarea de elevar las vibraciones de la madre Tierra en el esperado y deseado ascenso dimensional. Quieres perdonar. Es lo que mas deseas hacer. Libera tu inconsciente de lo que te ata a el, y el perdón llegara tanto para ti como para el resto del mundo.

viernes, 3 de febrero de 2012

A propósito de las monedas

 Acabo de terminar de leer el libro de Joan Garriga Bacardi "¿Dónde están las monedas?"que una amiga me ha dejado (gracias, Sonia). Éstas son las conclusiones que he sacado. Me atrevo a compartirlas contigo, si tienes a bien aceptarlas.

Este post, que es casi un ensayo, está dirigido a todo aquel que haya leido "¿Dónde estan las monedas?" y desee conocer una perspectiva complementaria en muchos aspectos a la de Joan Garriga respecto de la resolución de los conflictos transgeneracionales. La perspectiva que con toda modestia ofrezco tiene la intención de estimular una visión acerca del conflicto intergeneracional -percibido y juzgado por el establishment patriarcal como de inútil y hasta cruel estadio de rebeldía y enfado con los padres. Está modestamente dirigido a quien quiera asomarse al lado oscuro y reprimido de la mente, oculto tras la presunta, y a mi parecer erroneamente calificada, tiranía infantil actual. Tras este ensayo he escrito un relato que quizá te pueda interesar.

* si no has leido el interesante librito (no te asustes, es tan breve como mi propio post), lo he encontrado aquí

 ... ...

Todo quien haya leido este popular cuento para adultos, reconocerá el mensaje (la agenda) que contiene. "Perdonar a tus padres te permite perdonarte a ti mismo." Permíteme que empiece este ensayo en clave de humor. Hará mas llevadero y fácil enfrentar el contenido de este post, amén de servir de ilustrativo aperitivo a mi diatriba.


- El otro día, decidí llevar a la práctica el 'consejo' del libro de Joan Garriga –me cuenta Amélie una buena amiga que vive en España– y decidí ir a ver a mi madre que vive en Francia. Ambas se saludaron al reencontrarse en el aeropuerto.

-hola mamá.

-hola hija!

Tras un corto viaje en coche, durante el que Aurore se interesó por el estado de ánimo de su hija, sabedora de los difíciles momentos por los que su hija estaba atravesando como consecuencia de su ruptura matrimonial, llegaron al antiguo domicilio familiar. Ambas pasaron a la cocina donde su madre se ofreció para preparar una infusión. Aurore ya es viuda y vive con sus tres gatos en un céntrico barrio de París.

- Mamá, quiero decirte algo...

- ¿Qué, Amélie?

- Te perdono.

- ¿Cómo dices?

- lo que oyes. Te perdono.

- ¿Pero que te he hecho yo que necesite ser perdonado? Te lo he dado todo...

...

Amélie está pasando un proceso de separación matrimonial muy doloroso, hijos de por medio incluidos. El umbral de tolerancia ante los abusos físicos y las humillaciones recibidas de quien hasta hace pocos meses era su pareja, su marido, se había ido rebajando con los años hasta hacer insoportable la convivencia. (Su madre siempre le había alentado a aceptar y resignarse, aduciendo que el papel de las mujeres constituye el cimiento de la institución familiar y que 'perder la fe en el amor' era perder la esperanza de vivir. Last but not least, le recordaba todos los privilegios económicos  a que habia accedido como consecuencia de la muy desahogada posición de su entonces marido. Ahora que la decisión de separarse estaba tomada, el consejo de mamá era olvidar y mirar hacia adelante...)Descartada la opción inicial de acudir a una terapia de pareja ante la rotunda negativa de él, Amélie decide buscar algún otro tipo de terapia con el fin de hallar una solución al sempiterno caos de su vida, una vida jalonada con diversas relaciones de pareja en las que ella siempre interpretaba el rol de sumisa, en contraposición al rol dominante que indefectiblemente ostentaban todos sus novios y dos últimos maridos. El terapeuta había dicho: -no será fácil, pues tendremos que trabajar con tu inconsciente.

Hace una semana –continuó Amelie tras una pausa– durante el transcurso de una sesión de una terapia emocional muy particular, conecté con un recuerdo que yo misma me forcé a ocultar en lo más profundo de mi inconsciente...algo que pasó hace mucho tiempo. Rescatar ese recuerdo me ha permitido vislumbrar la luz al final del túnel. Verás mamá, he decidido perdonar tu connivencia con papá cuando, a sabiendas de que él se levantaba de vuestra cama por las noches para ir a la mía y abusar de mi, tú no hacías nada para defenderme. Te perdono a pesar de haber callado y con ello haber otorgado, porque no sabías lo que hacías, mejor dicho, lo que estabas dejando de hacer.  Ya he hecho las paces internamente con papá, allá donde esté (ya fallecido: se suicidó) y ahora vengo a traerte mi perdón. Iba s preguntarte si lo aceptas, pero en realidad esa sería una pregunta retórica porque mi perdón es incondicional. Lo aceptes o no, te perdono. No me ha hecho falta que papá estuviera 'vivo', aquí entre nosotros. Ha bastado con disculparme a mi misma por haberme culpado. Llegué a convencerme de que yo le había provocado de alguna manera, de que yo había hecho algo mal. Cualquier cosa para soportar y asimilar la insoportable situación. He llegado a sanarme sacándome la culpa. He encontrado la redención que tanto andé buscando en todas mis parejas, en mi misma. Ver el fondo del pozo de mis ansiedades, me ha capacitado para exonerarme de toda la culpa que cargué en mis hombros. No tengo la culpa de nada. Ya no necesito seguir reprochándote nada en el presente, pues he sacado a la luz toda mi rabia contenida. He hecho las paces con mi pasado. Ya no necesito buscarme a un hombre autoritario o violento al que entregar mi vida. Ya no sigo buscando inconscientemente a Papá en otros hombres que se le parecen, tratando de que me quieran por lo que soy. Se que valgo mucho y lo merezco todo. Ahora te traigo mi perdón para que utilices su energía para sanarte a ti misma. Eso es todo.

No voy a perder el tiempo ofreciendote la respuesta de Aurore, si es que la hubo. Tu mism@ puedes escoger la que más resuene con tu estado de ánimo. 

Si eres efectivamente de los que ya han leído el libro de Joan Garriga, te voy a plantear esta pregunta: ¿Consideras tu que el hijo tenía un motivo para haber sido desagradecido con las monedas recibidas de sus padres en un sueño? ¿Crees que las rechazó sencillamente por "un deseo personal de su pequeño yo" fruto de no haber aceptado, caprichosamente, a sus padres tal como eran? Yo opino que para rechazar las monedas de tus padres, tiene que mediar un motivo de peso. Un peso insoportable si me apuras. Nadie siente deseos aleatorios (caprichosos) de rechazar las monedas procedentes de aquellos a quienes más amas (y que supuestamente más te aman) a menos que descubra que tras esas monedas hay una falsedad oculta, que tal generosidad no es desinteresada; A menos que ese hijo o hija descubra que tras esas monedas se aloja un interés oculto, precisamente lo opuesto a la generosidad desinteresada y la carencia de expectativas que todo progenitor supuestamente debe albergar respecto de sus hijos. Nadie rechaza unas monedas a menos que se percate fehacientemente de que están...'sucias'.

Los adolescentes son expertos en identificar el tarro de las vergüenzas, por llamativa y seductora que aparente ser su etiqueta. Todos, incluso los que ya somos padres, hemos sido adolescentes. Sabemos a lo que me refiero. ¿Como distingue un hijo lo que es auténtico de lo que es falso e interesado? Muy sencillo. Porque los niños tienen mas cercano en la memoria el recuerdo de la genuina y desinteresada naturaleza de la energía que les anima: el amor. ¿Por qué crees que la adolescencia es la etapa de crecimiento en la que nos solemos comprometer con causas utopistas, altruistas y sin ánimo de lucro? Sencillamente por la razón de que sabemos que el amor no pide contraprestaciones, no pide ser remunerado, sino que entiende la reciprocidad como una dinámica natural, no forzada. Como adolescentes (literalmente los que adolecen...qué palabra tan inapropiada, verdad?) sabíamos que lo natural es ser amado y correspondido. 

La adolescencia está íntimamente conectada con el ímpetu y la experimentación, la sed insaciable de conocer lo inaccesible hasta entonces, lo prohibido. Destapar tabúes. Es una pulsion irreprimible. Y esa sabiduría, que a pesar de todo conservan en mayor medida que los adultos en virtud a su proximidad a la fuente, es el rasero por el que son capaces de medir la autenticidad de la falsedad. 

Recuerdo la historia de un amigo de adolescencia que harto de escuchar de su padre que le debía la vida, le obsequió por su aniversario con una bolsita que contenía el semen obtenido tras haberse masturbado. 

- Toma Papá. Te devuelvo lo que me diste. Ya no te debo nada. Estamos en paz.

 Cuando un hijo, tenga la edad que tenga, le devuelve a sus padres las monedas de la vida que recibió, está siendo honesto consigo mismo al devolverle un dinero que considera que no ha sido ganado honestamente. Y no por ello está juzgando a sus progenitores por haber estado ciegos al origen de las monedas (que ellos mismos recibieron en herencia de sus propios padres y cuyo valor nunca se atrevieron a cuestionar) sino que está poniendo sobre las cartas sobre la mesa, brindando la posibilidad de que ellos a su vez revisen la procedencia de dichas monedas. Que eso sea percibido como una actitud beligerante no es de extrañar. Quien permanece ajeno a sus emociones, percibe inequívocamente la actitudes asertivas como amenazantes. Afortunadamente los tiempos estan constantemente cambiando y llamar a las cosas por su nombre ya no es etiquetado como una agresión.

- Cariño, papá te quiere mucho, y esto que estamos haciendo es prueba de mi amor, pero no se lo digas a nadie, que sea nuestro secreto, vale? (confesión verídica de una mujer adulta al rescatar de su amnesia, un episodio de abuso físico)


 Tras 17 o 20 años de confusión afectiva, las personas despertamos, entre otras cosas, a la hipocresía en que el comportamiento adulto siempre ha consistido, a la realidad de que las monedas recibidas estaban manchadas de mentiras, de que eran monedas de chocolate sin ningún valor real. Despertamos al dolor de habernos sentido engañados. El ímpetu afianzado de la fase evolutiva que atraviesan los adolescentes les empuja, con la fuerza de un torbellino, a ser honestos y a expresar sus sentimientos genuinos, no los sucedáneos que -ahora se dan cuenta- tuvieron que manifestar (besar a la odiosa abuela sarcástica...) o reprimir (me hubiese gustado mostrarle a mi papa, cuando regresaba del trabajo, lo bien que canto, pero estaba siempre demasiado cansado para escucharme...) para contentar, agradar y, en definitiva, hacer sentir bien a sus padres y demas adultos de su orbita familiar, que no eran sino seres frustrados con su propio pasado.

En estos precisis momentos de la historia de la humanidad, todos podemos identificarnos con este adolescente a punto de salir del cascarón, independientemente de cual sea nuestra edad física. Arropado por el coraje de haber sido capaz de expresar su disconformidad con la usura padecida, es capaz de poner los puntos sobre las íes, sabedor de que con ello no está agrediendo a sus padres sino impartiéndoles una lección sanadora –que ellos aceptaran o no– que no es otra cosa que la misión que justamente vienen (vinimos) a realizar los hijos cuando tomamos la decisión de encarnarnos en la tierra y nacer en el seno del hogar escogido. La era de acuario aloja en su seno la semilla del desapego, la independencia y la autonomía de las almas.

La reacción del patriarcado está siendo ya feroz en muchos casos, si bien dispone de recursos muy sutiles para reconducir y canalizar las ansias de libertad de todo quien reconozca haberse sentido prisionero y desee volar fuera del nido. Uno de esos recursos es la trampa de la colectivización. Intencionalmente buscará modos de estimular la legítima ira y la cólera en beneficio de sus propios intereses. Todo con tal de confundir. No hay más que observar la verdad oculta tras los llamados procesos revolucionarios (las recientes 'primaveras árabes' incluidas) que jalonan la historia. Ninguno de ellos ha conseguido nada salvo beneficiar los intereses del patriarcado.

Los padres integrados armónicamente en su rol, no se 'empequeñecen' si sus hijos rechazan sus monedas. Los aman a pesar de ello. Unos padres con un balance emocional equilibrado, que se sienten cuestinados o incluso rechazados por un hijo, automaticamente se preguntaran "¿qué hicimos para merecer esto?". 

A todos nos llega tarde o temprano la hora de hacer examen de conciencia, lo que implica indagar en el cuaderno de bitácora y reconocer los errores cometidos. Si dichos errores han herido a terceros (los hijos en este caso), lo sano y natural es pedir perdón. Es entonces cuando el perdón se torna efectivo. "pedid y se os dará". 

Decía el sabio griego Solon -y creo que lo he mencionado en alguna otra ocasión en este blog- que un error no se convierte en una equivocación a menos que quien lo ha cometido se niegue a corregirlo.

 Abordar la solucion al conflicto entre padres e hijos desde la exclusiva óptica de la aceptacion de la sangre que corre por nuestras venas como el inevitable legado de la matriz transgeneracional, fruto de la herencia genética, es no haber comprendido la naturaleza trascendental de la épica odisea que como humanos hemos experimentado en este planeta, ni el significado de la Consciencia. La vida no es un regalo que te dan los padres, y los seres humanos no necesitamos ser tutelados ni estar sujetos a ningún tipo de tutoría, ya sea de la parte de los transmisores de la herencia genética (progenitores) o de parte de instituciones publicas y otros organismos nacionales o supranacionales. 

All you need is love cantaron los Beatles. Todo cuanto necesitas es amor. Pero, ¿Sabemos realmente que es el amor? El control, la manipulación (celos) y todas las actitudes erróneas enquistadas en el día a día, originadas en el abandono sufrido en la mas tierna infancia, son contempladas por sus autores como genuinos actos de amor. Exorcizar dicha confusión mental, con ayuda de mucho amor y compasión, es erradicarla de la herencia emocional que de otro modo corres el riesgo de legar INCONSCIENTEMENTE a tus hijos. Al hacer efectivo el necesario reset de las estructuras intelectuales heredadas, sanamos al mundo y permitimos el reinicio de un nuevo ciclo de generaciones desprovisto de la lacra de dolor, miedo y represión. Se trata de rescatar la paz interna escondida en la trastienda de nuestra mente inconsciente y devolverle la dignidad a ese/a niño/a asustado/a entregandole el timón de nuestra nave que, de ahora en adelante va a ser manejada desde el corazón y no ya mas desde el reducto de las emociones desatadas o desde la tiranía mental. 

Volver a sembrar el mundo con la paz y el amor empieza por uno mismo con un combinado de dosis iguales de asertividad y ataraxia, estadio básico desde donde se puede perdonar. Sin restitución de la dignidad no hay perdón posible. Pidele si no a cualquiera de los adeptos al movimiento 15-M que perdone al mas corrupto de los políticos. Hazlo y luego me lo cuentas...

Para restaurar el amor por nuestro linaje no ya familiar sino como especie) no es imprescindible que nuestros ancestros asuman la autoría de los abusos cometidos. Para manifestar genuina compasión, no ya por los padres sino por el conjunto de la humanidad, basta con hacer la responsable 'revisión de daños' que todo accidente reclama. Imaginate que tras la colisión de dos vehículos en la ruta, los supervivientes, en lugar de disculparse mutuamente y ponerse en manos de los médicos y enfermeros, se empezasen a agredir entre ellos ante la mirada atónita del conductor de la ambulancia, el enfermero y los agentes de policía. Eso es precisamente hemos hecho en el mundo hasta ahora.

En la naturaleza de un niño esta amar incondicionalmente a sus padres y aceptar sus errores (y no repetirlos o huir de ellos inconscientemente) si observa en sus progenitores la capacidad de examinar sus consciencias, de disculparse y de hacer propósito de enmienda. En caso contrario, un niño aprende que el comportamiento psicótico de unos padres que predican una cosa pero obran (y no se arrepienten) de otra, es lo normal. Y ese, y no otro, es el germen de la rabia, el rencor y el desamor en este mundo, de nuestra negación a volver a amar. Nos hirieron y cuales escorpiones nos hacemos daño cerrandonos al amor, negandonos la manifestación del tesoro que poseemos: el amor. 

No somos ciertamente víctimas del abandono sufrido, sino de nuestra decisión de cerrarnos al amor, la fuerza vital que todo lo anima. Al negarnos a amar, nos des-animamos, decidimos morir lentamente. Perdonarnos es la meta. Perdonar al mundo es el camino. Rescatar el dolor reprimido es el via crucis. Para alcanzar dicha meta es imprescindible sentir plenamente el dolor anestesiado. El dolor que automáticamente reprimimos en el momento de ser incomprensiblemente abusados por aquellos a quienes mas amábamos, y que supuestamente mas debian querernos y demostrarlo, nuestros padres. Somos víctimas de nosotros mismos. Sembramos dolor por donde quiera que vayamos, por acción u omisión. Es inevitable mientras los recuerdos dolorosos del pasado no sean traídos conscientemente al presente. Darse cuenta, tomar consciencia de la represión ejercida sobre uno mismo y SENTIRLA es la puerta de regreso al amor, al perdón.

 La idea de sacrificarnos por nuestros padres, en la creencia falsa de que asi les salvaremos, proviene de nuestro miedo a sentir dolor por el abandono que sufrimos cuando nos SENTIMOS entonces abandonados. Se trata de una cuasi servil vinculación con los padres y abuelos, alimentada típicamente desde  las sociedades meridionales (en contraposición a las nordicas). No se trata de una "debilidad" que haya que combatir, sino una adicción que debe ser reconocida y sentidas las implicaciones que conllevó al hijo generarse tales compulsiones. Nadie, NADIE tiene la autoridad para calificar de irrelevantes las heridas del alma.

 Dice que el amor necesita orden para fluir con dicha. Orden es una palabra con muchos matices y acepciones muchas de las cuales connotan épocas de la historia de amargo recuerdo. Dicho esto, si entendemos orden como armonía y equilibrio, convendremos que para que el amor fluya con dicha, los padres deben de ejercer de tales, no de amigos. Con eso queda dicho todo. Eso implica por supuesto no inmiscuirse en los asuntos de sus hijos. Honrar a los padres no es un mandato que deba figurar en un decálogo  de normas morales, sino que sucederá naturalmente siempre que un niño se sienta bien recibido y todas sus necesidades sean colmadas en los primeros años de existencia. Es ley de vida. Los padres se honran a si mismos honrando a sus hijos y siendo plenamente consecuentes con su decisión de traerles al mundo. Tomate unos segundos para sentir esto...

 No honramos a los padres haciendo algo bueno con nuestra vida. Esa es una óptica ciertamente maniquea. Los derroteros que tome la vida de una persona son personales e intransferibles y no constituyen una deshonra para sus padres si el resultado no les complace. El amor es no se engrie, es indulgente en el más amplio sentido del término. El deber de un padre es no poner trabas ni convertirse en un obstáculo para el sano desarrollo del potencial del ser que coyunturalmente llama su hijo. El apego a los títulos (madre, padre, hijo) impide observarnos como miembros de una gran fraternidad, parte de un todo que como un gigantesco terron de azucar, cíclicamente se disuelve para experimentar diferentes grados de dualidad. Luego se vuelve a aglutinar a la conclusión de dicho ciclo. Y un ciclo esta concluyendo ahora.

 Existe una secuencia natural en la cadena afectiva generacional de amor. Y esta secuencia transgeneracional no escrita manda que los padres amen desinteresadamente a sus hijos, para que los hijos puedan amar desinteresadamente a los suyos y asi ad infinitum... Amar es todo un arte que consiste en caminar sobre la delgada línea que separa el apego del abandono. Eso implica no generar en los hijos inconscientes dependencias o desarraigos. Ni secuestrar el afecto de nuestros hijos por medio de inconscientes estratagemas, ni abandonarlos a su suerte para que así espabilen antes. No es fácil amar en este mundo. Nadie dijo que lo seria. Lo fácil es herir en el intento. Pero hay un método mágico que todo lo cura: el perdón. Ser perdonado por un hijo es la transformación más sublime por la que un padre puede pasar. Libera al padre del pasado y al hijo del resentimiento acumulado. Todo se solventa pidiendo disculpas. Algo tan sencillo como eso y sin embargo tan poco usual...Ser perdonado es ser dís-culpado, es decir exonerado de toda culpa.

 Lo siento mucho. No sabia lo que hacia. En verdad te amo.

¿Me disculpas? Gracias.

 

La terapia primal no busca retrobar el abrazo paterno nunca recibido, sino experimentar el dolor reprimido. Dicha represión se opera de modo inconsciente y es la causa de todas las neurosis o comportamientos adictivos inconscientes, que tienen como efecto la negación del amor en forma de:

-actos violentos con uno mismo o con los demas

-represión de los sentimientos ajenos

-censura de la expresión vital propia y ajena

-deriva beligerante

-tendencia a percibir cualquier inconveniente u obstáculo desde una óptica del enfrentamiento y por medio del combate...

 Es cierto que nos atamos a aquello que rechazamos. Sucede que el rechazo está anclado en un lugar no integrado de la mente, el inconsciente. Para dejar de huir es imperativo abrir las ventanas del subsuelo de nuestra psiquis. Igual que recordar una herida no es algo que uno se proponga sino que acaba sucediendo incluso a su pesar (los muertos siempre acaban saliendo a flote en el lago de las ocultas verguenzas), de igual modo perdonar a los padres no es algo que uno se proponga voluntariamente, sino que constituye un acto genuino de amor por el conjunto de la especie humana. Digamos que es la consecuencia natural cuando el dolor reprimido es canalizado adecuadamente hacia el exterior y los intersticios del alma que ocupaba son debidamente purificados. Nadie quiere perdonar a sus padres si no sabe qué es lo que debe/quiere perdonarles (esto que suena tan obvio parece tener dificultades en ser asimilado). Una vez sentido el dolor no expresado en la infancia por medio de la expresión emocional, y comprendidas luego, en el presente, las razones que les empujaron entonces a nuestros padres a abusar, manipular o abandonarnos cuando mas les necesitábamos, solo entonces somos capaces de perdonarles -incluso aunque no estén presentes físicamente o ya hubieren decedido. Solo entonces podemos decir abierta y confiadamente si a la vida, si a lo que cada momento nos traiga. Si no media esa catarsis, la aceptacion es pura entelequia y gimnasia mental.

Para decir con toda la alegría SI, es imprescindible haber sabido decir NO con el mismo grado de convicción y asertividad. Y una niña violada, incapaz de decir no a su padre o familiar cercano, no puede perdonar hasta que, alcanzada la madurez, sea capaz de decir y sentir NO en el presente, desde el fondo de su estómago, lubricando dicha expresión con sus lágrimas.. 

 La totalidad se compone de las partes. Del mismo modo la luz para ser aceptada y emitida precisa de la aceptación de los polos opuestos que la componen, positivo y negativo, masculino y femenino, si y no. Solo se puede experimentar la síntesis cuando se sublima la experiencia de los opuestos. La sombra es bella en la medida que nos remite al anhelo por experimentar la luz. El malestar se nutre de la resistencia a experimentar el dolor. Por eso aceptamos y sufragamos un sistema sanitario destinado a mitigar el dolor a cualquier precio.  Por eso ese sistema está totalmente caduco y obsoleto a estas alturas. Y negar el dolor tiene consecuencias mas trágicas que la experiencia del mismo.

No existe tal dictadura filial como contraposicion a las pasadas dictaduras  patriarcales. Quien perciba los cambios como amenazantes estará evidenciando un miedo a la venganza. Y ya dijimos que atraemos todo aquello que tememos que suceda. Y todo lo que tememos no es sino el reflejo de lo inconscientemente reprimido. De nuevo la solucion pasa por rescatar del inconsciente todos los miedos que alli se esconden. Los que saben que han abusado de su poder (sobre sus hijos, sus súbditos, sus feligreses...) perciben el despertar actual de la consciencia independiente en el mundo como la amenaza de una futura tiranía filial. Solo quien ha sido tirano en el pasado puede etiquetar de igual modo a los espíritus jovenes que tratan de abrirse paso y mostrar a la humanidad el camino de la integridad. Y por espiritus jovenes me refiero ya sabes a quien, no exclusivamente a quie es joven porque lo revele la fecha de tu documento de identidad...

Cree el ladrón que todos son de su condición, reza un dicho. Los opresores contemplan dos modos de enfrentar el despertar del rebaño. Una consiste en juzgar y reprimir con más ahínco. Esta es una modalidad aceptada por ellos mismos como caduca e inefectiva a todas luces y por ello ha sido descartada. La segunda, más sibilina y sutil, es la que actualmente están operando las fuerzas que actuan desde la testosterona: patrocinar y alentar la imparable catarsis colectiva utilzandola en interes propio, a sabiendas de que la colectivización de la rabia, inicialmente percibidas como atractivas, acaban inequívocamente por marear la perdiz, diluyendo desde la burocrática gestión asamblearia el poder concentrado del enfado individual. Es el maquiavélico "Divide y vencerás", expresado en su máximo exponente.  

 Estamos atravesando una natural y necesaria catarsis que solo se entiende extrapolandola a la escena de un conflicto intergeneracional, el experimentado en el núcleo familiar cuando el hijo comunica que desea abandonar el nido. Todos los espíritus jóvenes se regocijan ante el colapso del sistema. Quienes por el contrario perciben el nuevo escenario como inseguro y amenazante forman parte de las fuerzas represoras.  Es obvio que el establishment patriarcal tiene serias dificultades en reconocer que privaron a sus hijos de lo mas básico, el amor, ya sea por medio de actitudes abusivas y opresivas o a traves del abandono al que han sometido a sus vástagos. Tienen serias dificultades en admitir que ello tuvo unos efectos devastadores en sus hijos. Estoy hablando, como intuirás, de las dependencias adictivas de opiáceos sintéticos, con las que mitigar y reprimir el a la larga incontenible dolor por el desamor padecido. Ese desamor que curiosamente es el mismo que sus progenitores tuvieron a su vez que reprimir por medio del ejercicio de una paternidad ya severa y autoritaria ya laxa y desprovista de la necesaria contención que todo ser humano precisa durante los meses inmediatamente posteriores al nacimiento. Y en esas dificultades radica su desconexión con su propia fuente de energia amorosa.

 Conectar con el reino de los sentimientos cohartados y liberar las emociones contenidas es un proceso de reversión del estado de hipnosis a que nos vimos obligados a inducirnos, so pena de morir prematura o incluso súbitamente. Nadie operó eso en nosotros, sino que fue un recurso que todos aceptamos tacitamente en la medida que el consenso general así lo había dispuesto. Lo hicimos para sobrevivir en este mundo de desamparo. Y esta reversión voluntariamente aceptada es el acto más legítimo que todo ser humano puede hacer. Y este acto no necesariamente obliga a entrar en conflicto en el cotidiano vinculo con los padres. La actitud de permanente reproche en la -repito- fatídicamente llamados adolescentes (que yo votaría por renombrar: independituros, 'los que van a ser independientes') es resignadamente aceptada por los padres, entre otras cosas porque en su fuero interno saben que es un proceso natural de rebeldia por el que ellos mismos atravesaron. Ahora bien cuando este proceso no ha conducido, por diversas causas que desglosare en otro post, a la natural metamorfosis niño-adulto, es cuando el enfado y la rabia se enquistan en el ahora permanente adolescente (síndrome de Peter Pan) revestido de adulto y se despliega todo un abanico de personajes que oscilan desde a) la tenaz e indomable rebeldía del apátrida confeso (James Dean) hasta z) la perversa tiranía de los oligarcas ocultos tras las escena mediática (pon tu el ejemplo si lo deseas...). El abanico incluye toda una gama de matices acertadamente desglosados y analizados ya por multiples y reconocidos autores (Anatomia del Espiritu. Caroline Myss) y sobre cuyo trabajo dejare que tu mism@ te documentes.

Si ese rescate es percibido como amenazante, es asunto del presuntamente amenazado evaluar y asumir las razones de dicha perspectiva. Nadie tiene razones objetivas para sentirse amenazado porque su hijo o hija trate de investigar en su pasado para hallar el instrumental con el que suturarse las heridas sangrantes que arrastra. Y dicho instrumental se halla en cada una de las escenas traumáticas. Quien considere que rescatar las emociones reprimidas pretende como meta no aceptar a los padres, no ha comprendido el proceso mencionado en absoluto. No se trata de desgañitarse para justificar el malestar por lo no recibido y así eternizar lo oposición, el rencor. Se trata de llegar al origen del dolor no sentido, con el fin de integrarlo en la consciencia, como parte indisoluble de uno mismo. Es el derecho inalienable a recuperar la integridad. Un deber, una responsabilidad sagrada para con uno mismo. Algo así como recuperar las páginas perdidas y nunca leidas del propio cuaderno de bitacora, el libro de la historia personal de cada uno. Honrar (perdonar) a los antepasados y por ende al origen ancestral de la especie humana es algo que solo pueden hacer plenamente conscientes quienes han sentido el contenido de las paginas una vez perdidas y ahora retrobadas de este libro personal. Quien teme esto esta tomando partido sin darse cuenta por esos padres adoptivos que tratan por todos los medios de disuadir -por medio de todo un abanico de estratagemas- a sus hijos adoptivos en su intento por conocer sus verdaderos orígenes. Si no has visto la película Rapunzel (en español "Enredados"), quizá sea este el momento...


El estado bipolar de la princesa Rapunzel, extrapolado al contexto más amplio del presente estadio de la humanidad, es la fase tan abominada, temida y sutilmente censurada por los patrocinadores y el autor de "¿Donde están las monedas?" y todo aquel que se adhiera a su mensaje. Rapunzel somos todos, tu, yo, incluso tus padres. Pero si niegas esto, tarde o temprano acabaras justificando el rol de su madrastra. Liberar el inconsciente de su cueva es un ejercicio de salud mental destinado no a culpar, sino a recuperar la libertad de amar, la que todos hemos olvidado y deseamos recordar. Si tuviste la fortuna de ser alimentado tres veces al dia o incluso recibiste religiosamente tus regalos cada Navidad, en nada compensara eso el dolor emocional padecido por no haber sido amado en la misma medida que tu les amaste. Porque lo hiciste. Con todo tu corazon. Pero tu tristeza al no ser correspondido se apodero de ti. Tu necesidad no fue satisfecha y eso duele ahora. Duele ahora porque no te permitiste que te doliera entonces. Y no te lo permitiste en virtud de un automatico sistema defensivo/represor que se opero en tu cuerpo y del que tus exhaustas endorfinas dan testimonio. De haberte permitido sentir el dolor (y eventualmente haber sobrevivido al trance) ahora serias Buda o el mismisimo Cristo encarnado. Pero eso es una utopia. Para volar como el ave fenix, hay que haber renacido de las cenizas. Y para eso tiene que haber mediado el fuego. 

Bloquear los sentimientos fue un mecanismo de defensa que ahora presenta un mayor inconveniente que los beneficios que entonces supuso. Si lo esencial fue negado, ningún tipo de compensación (que te toque la loteria, unos pechos de silicona de ultima generacion, determinar el destino de un pueblo...) podrá en adelante siquiera mitigar el desequilibrio existente. Es mas, todas esos objetos no harán mas que aumentar la ansiedad, que acaba siempre buscando ulteriores adicciones con las que aplacar el dolor real, nada imaginario. El problema lo tiene quien se obstine en negar esta verdad, no quien trata de sacar la cabeza del charco de lodo en el que se ha estado ahogando (sobreviviendo) toda la vida.

Hay escuelas de pensamiento (gestalt, constelaciones,...) que postulan que por traumáticos que sean los recuerdos, mantener vivo el resentimiento acaba por conducir a reproducir el mismo comportamiento dañino que se recibió. Abogan pues por perdonar y olvidar para poder sobrevivir, que es de lo que la corriente generalizada de pensamiento opina que se trata. La postura del Dr. Janov, crecientemente aceptada en los EEUU y Canadá a pesar de haber sido planteada en los años 70 del pasado siglo, postula que permanecer ajeno a la realidad del dolor reprimido no conduce a una vida pacifica y ensoñadora carente de problemas, ni siquiera a una incrementada capacidad para abordar los obstáculos diarios, sino a librarse inconscientemente a una frenetica búsqueda de soluciones de los conflictos que el inconsciente trata de (y clama por) resolver. Las respuesta a perpetuar la búsqueda inconsciente acaba encontrandose con una experiencia vital afin a lo que el inconsciente trata de reprimir. Se trata a fin de cuentas de pactar con el diablo y aceptar una nueva dosis de amesia. Eso es lo que aconsejan las energias del patriarcado. Sin embargo, una vez que se está despierto, dormir ya no entra en el abanico de opciones disponibles para la mente consciente. Permanecer despierto y consciente es inevitable. Pretender lo contrario es engañarse. Una vez que el recuerdo aflora, nada puede volver a ser como antes. El estadio que tanto temen los padre no es otro que el de su propia culpa ante los reproches filiales, que esa fase de rebeldía se estanque como en un limbo del que no poder poder salir, en el que quedarse enfangado de por vida. Sin duda que ese riesgo existe. Yo mismo lo he comprobado y experimentado. Y puedo decir que no es fácil sublimar ese estadio pues implica Responsabilidad para con uno mismo y para con la tarea sagrada: perdonar.

Repito, no se trata de 'echar la culpa' a los padres, sino de afrontar responsablemente la realidad de las heridas sangrantes y proceder a suturarlas para que puedan cicatrizar. Otra cosa es engañarse y perecer en ello. Para integrar el pasado no es suficiente con leer un libro o asistir a un taller de constelaciones familiares. El dolor pide ser sentido en toda su magnitud, en la intimidad. Convertir a la historia en nuestra aliada implica conocerla en su integridad, de primera mano, no por medio de las tergiversadas interpretaciones que quienes la han ocultado tratan de esgrimir.

Se precisan, al menos en los albores del proceso sanador, de terapeutas comprometidos y plenamente conscientes de la naturaleza del viaje a los infiernos que el paciente acepta transitar. Una vez atravesado ese proceso responsable para con uno mismo -proceso muy recomendable para los padres también (no creo que sea necesario recordar que todos hemos sido hijos)- una vez tocado el fondo del poso de las lamentaciones que TODOS tenemos, el perdón aflora a la superficie del mismo flotando sobre las lágrimas derramadas en el proceso. Y surge con toda naturalidad, pues el dolor, una vez reconocido y atendido, Y NO ANTES, deja de reclamar justicia. Es entonces cuando los hijos pueden perdonar, capaces entonces de observar a sus padres - y por extensión a todos sus semejantes-como dolientes almas en pena que actuaron inconscientemente, sin idea de lo que hacían. Todos deambulamos por la vida como almas en pena en busca de redención. Los padres saben que esa solo llega cuando sus hijos finalmente se restituyen la integridad que se vieron obligados a dejar en la consigna al acceder al teatro de la vida. Asi es como los hijos redimen a sus padres y los sanan. La humanidad entera está clamando por una salvación esperando la segunda llegada mesiánica. Lo que no aciertan a percatarse es que esa segunda venida lleva décadas produciendose, en forma de los nuevos niños, encarnaciones de la energía cristica cuya semilla planto aquel que llamamos Jesus (el Cristo) hace algo más de 2000 años. Ese es el mágico despertar de la consciencia. Y una persona capaz de perdonar genuinamente, puede rescatar del pozo de la amargura a decenas de miles de congéneres, incluso en la distancia. El poder del amor, una vez recuperado y ejercitado inevitable y plenamente ya, es imparable y tiene  un alcance 

Con amor, para Joan Garriga y para mis padres, allá donde estén

Lars Quetglas


"en una habitación oscura donde reina la confusión, basta tan solo que una de ellas encienda una cerilla para que la sombra se torne en claridad" 

Lao-Tse

"Quien olvida su historia esta condenado a repetirla" Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana, poeta y filósofo español. Esta frase está escrita en la entrada del bloque número 4 del campo de Auschwitz I, en polaco y en inglés:

Kto nie pamięta historii, skazany jest na jej ponowne przeżycie.

The one who does not remember history is bound to live through it again.